Arma larga III. Un poco de Historia, para continuar con historias e historietas, artistas y bufones ... ¿cantear o no cantear el fusil?
Por Cecilio Andrade
Empecemos por una democrática incorrección política... y después ya veremos.
Hablar de armas es hablar de herramientas diseñadas, creadas y empleadas con el propósito final, modernos usos deportivos aparte, de neutralizar a otro u otros seres vivos.
Sonará, se leerá, feo y frio, inhumano si se quiere, pero no cambia el concepto ni la realidad.
Y así ha sido desde hace miles de años, desde que alguno de nuestros ancestros homínidos decidió agarrar una rama caída, una piedra o una quijada de burro para agredir a su vecino.
Que el empleo de estas herramienta tenga usos legítimos y honorables o no, depende del “animal” que la empuña no de la herramienta en sí. Y dicho uso, legítimo o egoísta, no se ha modificado lo más mínimo con el paso de los siglos, marcando incluso las mitologías y religiones con “buenos” y “malos”, dejo a cada cual que marque su línea fronteriza entre unos y otros.
Desde aquellas lejanas eras siempre ha habido individuos en busca de la habilidad máxima en su disciplina para hacer uso de las armas de su época. El hecho de que hoy se use un arma de fuego y entonces una espada, una piedra o la emblemática quijada de burro, no cambia el concepto real y concreto, usar un arma con la eficacia requerida para vencer al adversario.
Las sociedades de todas esas épocas los consideraban, entre otras cosas, “artistas”, algo que aun se mantiene hoy en día, deformado y alterado, pero aun subsistiendo.
Artistas y bufones.
Actualmente se considera el término artista más desde el punto de vista del espectáculo que de ninguna otra cosa, lo que por desgracia es un gran error. Si añadimos a lo anterior que la reata actual de muchos de los que son definidos y se definen a sí mismos como artistas, en cualquier ámbito del espectáculo, no los lleva mucho más allá que a desgraciados bufones, el concepto artista no tiene un gran aval.
El concepto real aun es considerado serio dentro de los denominados Artes Marciales, léase por ejemplo Judo, Kárate, Muay Thai, y ciento y pico de etcéteras. Para los que me hayan leído en trabajos previos les sonará lo que diré a continuación, Arte Marcial es el arte de la lucha, del combate, da lo mismo usar la mano desnuda, un tipo determinado de objeto punzante, cortante o contundente, o las más actuales armas de propulsión química, la base real no cambia por cambiar las herramientas.
¿Por qué me voy tanto por las ramas? Se preguntarán.
Simplemente necesito definir la importancia, para mí al menos, del concepto Artista Marcial.
Partamos que la palabra artista no se origina del espectáculo, si no del arte.
Arte es cualquier actividad humana realizada con esmero y dedicación, actividad que requiere capacidad, habilidad, experiencia y el tan imponderable talento. Los mejores, los verdaderos artistas, tienen ese talento y los Artes Marciales no están exentos de ello.
Un artista tiene una serie de características muy bien definidas, cualquiera que sea el objetivo que busca. Es metódico, sistemático, perseverante, características que sin ser generalizadas si son comunes. Lo que convierte esas características más o menos comunes en especiales es el talento, que en el caso que nos ocupa, la lucha en todas sus formas, es básicamente la adaptabilidad.
Todos podemos seguir patrones, métodos y sistemas con mayor o menor precisión, el artista genuino con talento sabe adaptar todo eso a todas circunstancias puntuales y concretas. Y lo hace de forma aparentemente innata y sencilla.
Luchadores, soldados, policías, instructores de la relevancia de Pincus, Pecci, Yeager, Vera, Costa, Cobos, McKee, Suarez, McNamara, Cooper, Proctor, Lamb y muchos etcéteras junto a todos los que no son tan conocidos, ¿son artistas marciales? Lo cierto es que si, y por doble partida.
Para empezar son artistas marciales porque, como sus antecesores desde hace miles de años, buscan la excelencia en su desempeño con perseverancia.
Y por último, porque como artistas saben darle ese toque personal que es convertir una inexactitud en una ventaja para magnificar los efectos deseados. Ese es el talento que un profesional armado debe buscar, y que quizás en última instancia siga siendo simple adaptación.
Con respecto a las armas, y su empleo eficaz y seguro, los conocimientos nunca son suficientes, siempre se debe avanzar, perfeccionar y adaptar. Las circunstancias son las que dictan que métodos y su forma de aplicación nos permitirán sobrevivir.
Los mejores, los artistas marciales genuinos, lo logran gracias a que comprenden las circunstancias y se adaptan. Sus combates son 90% con su mente y un 10% con su cuerpo. No se quedan en lo que “siempre se ha hecho así” para convertir aparentes irregularidades de forma en métodos para sorprender, adaptarse y superar las circunstancias.
Esa es la diferencia entre un metódico y adaptativo artista marcial y un simple bufón repetidor de técnicas, pautas y patrones.
Ese es el talento a buscar.
Un poco de Historia.
En la época feudal los únicos que recibían verdadera instrucción de combate eran apenas un 5% del total de la población, los nobles y sus hombres de armas. Como su principal misión en la vida era guerrear dedicaban todos los días de su vida a entrenar para ello. Esto último no es del todo correcto, así que disculpen mi generalización histórica.
En realidad y a ciencia cierta sería otra minoría dentro de esa minoría la que obraría así, tal y como ocurre hoy en día en comisarías y cuarteles. El resto, mayoritario con toda seguridad, tan solo “pasearía la espada” ante la plebe. Esa plebe y siervos que cuando sus señores se decidían por a una guerra, eran reclutados sin adiestramiento ni apenas mucho más que aperos de caza y trabajo. Y aquí otra digresión histórica, la gran mayoría de las armas “exóticas” de la antigüedad, esas que nos encantaba ver en las películas de serie B sobre ninjas y otros similares, son simples aperos de labranza y sus evoluciones.
Con la desaparición del sistema feudal surgen las naciones tal y como hoy las podemos entender, apareciendo la necesidad de los ejércitos nacionales. Nace el servicio militar, y con ello el problema de instruir a miles de jóvenes cada año de una forma ordenada, coherente y eficaz. Jóvenes que, durante siglos, carecían de la educación y capacidades suficientes para poder exigírseles mucho más que la repetición mecánica y sistemática de procedimientos determinados y perfectamente definidos.
Este sistema repetitivo y mecánico fue útil y necesario hasta no hace apenas un siglo, donde la base educativa, social, técnica y táctica eran tal que solo se podía maniobrar con grupos compactos realizando gestos idénticos a la vez, con un orden y sincronización esmerado y pulido hasta la exageración. Las armas de la época tampoco permitían grandes florituras operativas.
Los dos mandamientos de esta época son sencillos de recordar, quizás a muchos lectores les suenen, “siempre se ha hecho así” y el tan manido “no te pagan por pensar”.
Hoy en día con un teórico nivel intelectual y educativo mejorado, mayor capacidad de “pensar”, posibilidades de analizar y adaptar, de armas infinitamente más flexibles y letales en manos de simples individuos con la capacidad de fuego que antiguamente podía tener una compañía de infantería al completo, seguir esa pauta de hacer “lo de siempre sin pensar” en todo lugar y circunstancia puede ser un suicidio individual y colectivo.
Como comenté en trabajos precedentes la anatomía varía de un individuo a otro, las actitudes y aptitudes varían aun más, y ya no se avanza a la batalla hombro con hombro al toque de tambores.
Hoy el militar de la unidad más convencional puede sentirse solo y aislado, y debe saber actuar en tales circunstancias. Y tampoco es que un policía o un profesional armado tampoco es que actúe con el apoyo de helicópteros de combate en su quehacer diario. Las poco ergonómicas, incómodas y exigentes armas del pasado han dado lugar a otras más cómodas y adecuadas.
Es por todo ello que lo que era considerado imperdonable y errado en otras épocas son procedimientos de casi obligado cumplimiento hoy en día.
Tras esta larga digresión pseudohistórico-filosófica veamos qué “incorreción”, en apariencia y según los patrones inamovibles de algunos, podemos usar para sacar ventaja en según qué circunstancias y entornos.
¿Prohibido cantear el fusil? Pero... ¿En estático o en movimiento?
Debo empezar por recordar que todo usuario de armas largas debe considerar que lo más correcto es mantener el fusil vertical, considerando en este caso la verticalidad como la relación plasmada entre la línea ascendente desde el suelo a través empuñadura hasta la línea de miras, si el ángulo de dicha línea ascendente es cero se considera que el arma está “vertical”. Cualquier variación de ese ángulo cero es considerado canteo
Durante siglos cantear, inclinar lateralmente un arma colocada en línea de fuego, arcabuces, mosquetes, escopetas y similares, era un pecado gravísimo, por muy leve y casi inapreciable que fuera dicho canteo.
La potencia de fuego se basaba en la homogeneidad de la “nube” de proyectiles que una unidad podía lanzar a los de enfrente. Además la patada del retroceso de estas armas obligaba a asentarlas exacta y perfectamente si los mosqueteros no querían recibir daños físicos. Por otro lado, incluso a nivel de cazadores o tiradores con armas rayadas de la época, las características balísticas de armas y proyectiles obligaba a ello.
Hoy en día todo esto ha cambiado.
Los estudios de balística, trayectorias, efectos, control y ergonomía de las armas hacen que las posiciones inamovibles en tiro ya sean no solo innecesarias, sino en algunos casos contraproducentes.
Las municiones comunes, aun con su máximo retroceso posible, son totalmente controlables aun por los usuarios más endebles. Recordemos que hay competiciones de apenas adolescentes con armas hasta hace poco consideradas exclusivamente militares. Después de todo, un .223 Rem/5.56 mm, por ejemplo, es poco más que un simple .22 LR con esteroides.
Incluso un francotirador policial o militar con el más potente .308 Win/7.62x51 mm puede verse obligado a realizar entrenamientos canteando en mayor o menor medida su fusil, consiguiendo, si es bueno en su técnica, no solo agrupar sino además repetir y crear tablas de tiro para ello. Un gran amigo y maestro del Arte del Paqueo puede mostrar esas tablas y dar fe de ello.
En definitiva, cantear un arma ya no es el mortal pecado balístico ni anatómico de antaño.
A nivel táctico en condiciones dinámicas además de dejar de ser pecado se convierte en algo fundamental para la actuación de todo profesional armado actual. No solo canteará el arma, si no que buscará hacerlo eficaz y conscientemente para adaptarse al equipo que porta, al entorno, al movimiento que realice, a los obstáculos y parapetos, en definitiva a las circunstancias del enfrentamiento armado.
Antes de continuar permítanme una puntualización, el canteo busca ayudar al operador a moverse con la mayor fluidez y soltura posible, ni más ni menos. Y cuando hablamos de movimiento es tanto del operador en los desplazamientos como de su cuerpo al dirigir el arma, esté dicho cuerpo estático o desplazándose.
Se analiza desde el punto de vista operativo y táctico, dejando claro que en caso de vernos obligados a realizar un disparo de máxima precisión se buscara la posición de arma y tirador más estable que sea posible, lo cual implica un arma perfectamente empuñada, vertical y alineada, sobre un soporte, el tirador, lo más estable y firme que sea posible.
Dicho esto pasemos a analizar el concepto del canteo correcto.
Al meollo... ángulos y sentidos de canteo.
Podríamos hacer casi un centenar de matices según el ángulo de canteo que aplicaremos al fusil, calculen Uds. si hay ángulos que definir.
Además debemos tener en cuenta si el ángulo se dirige hacia dentro o hacia fuera, respecto al centro de masas del tirador, con lo que ya vemos que la cosa se amplia.
Comencemos a definir puntos y parámetros de uso.
Respecto al centro de masas del tirador:
- Interior, hacia el centro del torso.
- Exterior, hacia fuera del torso.
Respecto al ángulo en sí:
- Menor a 30º
- Entre 30º y 50º
- Entre 50º y 90º (a veces mayor pero no es habitual ni recomendable para tiro de combate).
Ambas divisiones se interrelacionan, el ángulo de canteo puede ser interior o exterior según las circunstancias, y suele depender básicamente del movimiento del usuario y su lateralidad, entiéndase mano que se emplea, que el operador utiliza en ese momento.
Por otro lado el uso de las miras puede verse restringido, deteriorado o totalmente anulado, con lo cual esta forma de dirigir el arma es casi exclusivamente por referencia corporal en muchos casos y un mínimo de apoyo ocular.
Siendo aplicable para combate cercano y dinámico, donde la capacidad de fuego relativamente preciso en conjunción con el movimiento y el uso de obstáculos priman sobre la precisión pura.
¿Cómo canteamos de forma correcta?
Para un tirador diestro es más natural cantear su arma larga hacia el interior, esto ocurrirá en más de un 70% de los operadores que se vean obligados ha realizarlo.
Este canteo busca básicamente relajar la tensión articular, muñecas, codo y hombros en el movimiento y desplazamientos, para facilitar la alineación del arma con el objetivo a alcanzar o la zona a cubrir, pudiendo mantener más tiempo la actividad al retrasar el agotamiento muscular.
Al movernos el cuerpo busca su equilibrio de forma natural, y no solo equilibrio de bipedestación, si no también equilibrio interno, minimizando en lo posible tensiones y agarrotamientos musculares, principalmente en las zonas articulares.
De forma innata casi todos los operadores con arma larga tienden a cantear el arma al moverse. Si el desplazamiento es avance frontal suele ser menos común o destacable, pero en los retrocesos si suele manifestarse en mayor medida al retrasar el hombro de apoyo mientras se desplaza hacia atrás todo el cuerpo. Este hecho suele ser más observable en movimientos laterales y oblicuos.
El grado de canteo suele depender principalmente de la anatomía, variando de unos a otros, aunque hay estadísticas que nos dan medias aplicables a la hora de instruir de una forma personalizada y dirigida.
Los chalecos de protección y equipación tienden a aumentar este efecto, al alejar el punto de apoyo de la culata y forzar las articulaciones. Es por ello que debemos ser muy conscientes a la hora de colocar accesorios en la zona donde apoyemos el arma.
Otros factores son en el uso y/o paso de obstáculos y coberturas, giros, cercanía del adversario/s, etc. resumiendo, hablamos de combate dinámico, no de tiro de precisión ni de francotiradores.
El control y orientación del arma sigue realizándose con el trípode de ambos brazos y la mejilla, aunque en algunos ángulos extremos ese tercer apoyo de alineación nos lo dará la barbilla más que la mejilla.
Como vimos en el artículo precedente sobre este tema, la mano de apoyo puede colocarse en tres zonas generales, en canteos extremos la posición de máxima extensión tiende a facilitar y reducir tensiones en las articulaciones implicadas, facilitando la adquisición de una posición sostenible en tiempo, además de estable y segura.
Desplazándonos de forma transversal u oblicua al objetivo, estando este en el lado de nuestra mano principal, manteniendo el arma vertical nos resultará muy difícil dirigir la boca de fuego sin girar todo el cuerpo, por lo que nos frenará y dificultará la adquisición correcta de la línea de tiro.
Para minimizar este esfuerzo podemos apoyar el costado de la culata, no la cantonera, en el lateral del hombro o incluso sobre él. Esto permite dirigir la línea de fuego hacia el lado de la mano principal sin forzar y llegando hasta casi 60º de giro del torso.
Igualmente si sacamos o abrimos, de su posición natural bajo la línea del arma, el codo de apoyo, así alzado podemos empujar o tirar del arma lateralmente sin apenas girar el tronco.
Esto último es aplicable tanto a arma larga como a pistola/revólver.
Aplicaciones del canteo según circunstancias.
Las indicaciones y aplicaciones que siguen deben considerarse orientativas y jamás como una regla fija.
Se trata de ayudar a cada operador individual, no de crear nuevas pautas inamovibles.
Canteo en movimiento.
- Por debajo de los 20º más que canteo propiamente se considera como una cuestión o necesidad anatómica del empuñamiento para desplazarse.
- Implica normalmente homogenizar el arma y sus miras respecto al usuario
- En movimientos frontales suele ser hacia el interior y superior o igual a los 30º.
- En movimientos de retroceso y también es hacia el interior y suele superar los 45º.
- El movimiento lateral hacia la derecha (para diestros) puede dar lugar en algunos tiradores a:
- Canteos interiores superiores a los 45º.
- Canteos exteriores de hasta 90º.
- Si el movimiento es a la izquierda (seguimos con diestros) tenemos dos opciones:
- Retroceso reculando, caminando ligeramente de espaldas, donde el canteo tiende a ser inferior de los 45º
- En este caso es tan común el empleo del canteo interior como el exterior, dependiendo de las habilidades del operador.
- También se puede dirigir la cadera en la dirección de avance, girando el tronco hacia el objetivo y sin desempuñar el fusil con la mano derecha girar el arma hasta los 90º normalmente al interior, apoyando el arma sobre el hombro o en su lateral.
- El arma vertical fuerza excesivamente la cintura.
- El canteo exterior tiende a forzar las articulaciones, principalmente las muñecas.
- En movimientos oblicuos los grados de inclinación suelen suavizarse respecto a los movimientos transversales.
- Corriendo frontalmente el arma suele situarse entre los 45º y 90º hacia el interior hasta bajar el ritmo y acomodarse en su posición estándar.
- En los cambios de ritmo y sentido de movimiento se va variando de ángulo según la orientación del objetivo, de acuerdo con los puntos ya comentados.
- Pasando de un ángulo a otro de forma dinámica e inconsciente.
Canteo ante cubiertas y abrigos.
Ante cubiertas, abrigos, parapetos y obstáculos, ya sea en estático o en movimiento, el concepto primordial es ofrecer un mínimo objetivo alcanzable mientras nuestra arma y ojo tienen el máximo de capacidad para localizar y neutralizar.
En esta situación el ser capaz de cantear cobra máxima necesidad, y casi ningún operador pone en duda su eficacia.
- Un tirador diestro raramente canteará asomando por el costado derecho del parapeto.
- Aunque puede darse un canteo exterior de hasta 45º en movimientos al momento de rebasar u ocupar el obstáculo.
- Por el lado izquierdo ese mismo tirador podrá llevar el arma hasta los 90º hacia el interior sin cambiar de hombro.
- También puede cambiar de hombro pero mantener la mano derecha empuñando, con lo que el arma puede mantener la verticalidad o cantear hasta los 90º, en este último caso apoyando la culata sobre el hombro contrario.
- Con o sin canteo, todo lo anterior dependerá de equipación y anatomía del tirador.
- Asomando por la parte superior cantear interiormente en 90º nos ayudará a minimizar la exposición al fuego enemigo, asomamos menos la cabeza.
- Por otro lado evitará que con las prisas y el estrés acabemos viendo nítido el objetivo con nuestras miras, pero el cañón esté alineado con el borde superior del parapeto y acabemos disparando contra este.
- O si nos damos cuenta de ello debamos asomar la cabeza casi completamente para poder “liberar” la línea de tiro del borde del parapeto.
- Si debemos agacharnos, inclinarnos, disparar por debajo de un obstáculo (un vehículo por ejemplo), adquiriendo una posición distinta a las comúnmente entrenadas.
- Sin duda alguna tenderemos a cantear en mayor o menor medida para buscar la posición más anatómicamente estable y cómoda.
- Disparando a través de rendijas estrechas, grietas, boquetes, etc, algo muy común en combate urbano, ocurre lo mismo que en el punto anterior.
- El arma debe acomodarse y cantear para librar su boca de fuego de forma limpia hacia el objetivo.
Otras necesidades de canteo.
El combate en todos los tiempos es tan fluido, ágil y variado en entornos y circunstancias que intentar listar de forma completa todos los escenarios es imposible, pero si podemos intentar buscar generalidades aplicables a muchos entornos.
- En interiores muy reducidos, pasillos y escaleras muy estrechas, interior de un vehículo, alcantarillas, etc. puede resultar imposible acomodar el fusil en la zona correcta del hombro, en el frontal del mismo, obligándonos a colocar la culata sin apoyar la cantonera, si no pasándola por encima o el lateral del hombro para "reducir" la longitud del arma.
- En combate muy cerrado en distancias con los adversarios, pueden darse los mismos casos que el punto anterior, teniendo que acortar y alargar la longitud del arma canteando y situando la culata sobre o el lateral del hombro en lugar de frente a él.
- En situaciones de combate donde el arma sea agarrada o apartada por el adversario el uso y dominio de la “esgrima de fusil”, para defender el arma y buscar redirigir el cañón hacia el enemigo, implica el uso de canteos y deslizamientos.
A modo de comentarios finales.
Cantear es un factor a tener en cuenta, no es obligado, ni siempre es recomendable su empleo, después de todo perdemos la calidad del uso de las miras, y por ello perdemos precisión en mayor o menor medida; pero pese a todo ello ocurre y necesitamos saber lo que implica su empleo asi como sus potenciales aplicaciones.
El cuerpo lo emplea inconscientemente, lo busca incluso, en situaciones límite de forma natural. Obviar el canteo y/o considerarlo un error inaceptable y a corregir en toda situación y momento, puede ser el verdadero y grave error.
Nuestro cuerpo y organismo tienen las herramientas para sobrevivir y adaptarse, ignorarlas es ignorar la evolución natural que nos ha traído hasta donde actualmente estamos.
Si pese a todo ello pretendemos que todo el mundo debe luchar de una única, correcta, uniforme y homologada forma, ciertamente es cuando menos estúpido... por más grosero que les parezca.
Hemos visto la infinidad de factores, internos y externos al operador, que influyen en toda actuación. Igualmente sabemos que no hay dos situaciones iguales, ni que jamás dos personas reaccionarán igual, pero yendo más lejos, ni siquiera la misma persona en la misma situación lo hace exactamente igual, muy parecido quizás, pero jamás igual.
La adaptación pasa por reconocer nuestras capacidades y características personales, las que podemos controlar y entrenar, para luego poner ese conocimiento en la ruta que nos permita sacar el mejor resultado posible en esas circunstancias externas que no dependen ya de nosotros.
Dejaré para próximos artículos más detalles a sumar a su ya abultada bolsa de “herramientas”.
Mientras tanto cuídense y cuiden de los suyos.
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