domingo, 17 de agosto de 2025

Unas "sencillas" preguntas de un amigo sobre como entrenar el estrés del profesional armado.

Unas "sencillas" preguntas de un amigo sobre como entrenar el estrés del profesional armado.

Por Cecilio Andrade.


“Aquella noche me cagué vivo.

Fue en aquel momento cuando me di cuenta

de que no soy ningún superhombre,

de que yo también puedo morir”. 

Chris Kyle.


Seguramente las palabras, y el contexto, de la cita que acaban de leer les resulte familiar, por haberlo vivido quizás, y no solo ante una agresión armada. Un “susto” en nuestras carreteras, llenas de conductores no tan cívicos como debieran, un resbalón donde peor  podamos imaginar, etc. 

En resumidas cuentas, un pensamiento común en la vida de casi todo ser humano en algún instante de su vida. 

Pero para los agentes de policía, militares, escoltas, bomberos, sanitarios, entre unos pocos colectivos de riesgo, se ve de otra forma. Ante un evento peligroso, por ejemplo un inhumano terrorista más o menos solitario, el 99% de todo el mundo sale corriendo en dirección contraria a la situación de amenaza. 

¿Todos?

No, todos no. 

El 1%, o menos aún, de los colectivos profesionales anteriormente reseñados, en contra de sus más innatos instintos de mamíferos corren hacia el peligro, para reducir, minimizar, neutralizar, eliminar, socorrer y salvar.

¿Cómo pueden ir en contra de sus más elementales y sólidos instintos?

Esa pregunta tiene ya miles de respuestas y todas ellas son más o menos válidas, tanto por separado como en conjunto. No voy a insistir en ello. 

Para mi la pregunta importante es otra... 

¿Podemos entrenar y reforzar esa respuesta “antinatural”?






La razón de un artículo... como este.

Don Fernando Pérez Pacho, pocos halagos y presentaciones necesita.

Sin la más mínima duda además de un privilegio es un honor poco común tener como amigo a un gran y dedicado profesional de la Psicología aplicada específicamente al trabajo del profesional armado. 

Permítanme felicitarlo por duplicado y públicamente por un merecido doctorado acompañado por su reciente jubilación, coautor junto a Ernesto Pérez Vera del libro "En la línea de fuego: la realidad de los enfrentamientos armados", el mismo que dió inicio a la prestigiosa serie.

Si alguien con su trayectoria y bagaje profesional te solicita una opinión, sobre cuestiones en las que él mismo es un destacado y reconocido experto, es obvio que debes pararte, pensar, analizar con calma las cuestiones y responder con lo mejor que seas capaz de extraer de tu cerebro. 

Efectivamente es un irónico e inusitado generador de estrés ¿no creen?

Fernando me trasladó tres preguntas:

        • ¿Según tu opinión se puede formar a los agentes de policía para evitar o minimizar las reacciones psicofisiológicas en situaciones en que corra peligro su vida o su integridad física? Si es así, ¿cómo?
        • Frente a estas situaciones excepcionales; ¿Se puede mejorar la preparación de los agentes de policía en otros ámbitos que no sea la formación?
        • ¿Qué consejo daría a los formadores policiales y a los agentes de policía respecto a estos casos?

Con gran generosidad profesional me ha autorizado a publicar las preguntas y las respuestas que me atreví a remitirle.

Gracias Fernando.


Primera cuestión. ¿Se puede? ¿Cómo?

        • ¿Según tu opinión se puede formar a los agentes de policía para evitar o minimizar las reacciones psicofisiológicas en situaciones en que corra peligro su vida o su integridad física? Si es así, ¿cómo?


Evitarlas es imposible, salvo quizás para aquellas personas que sufran algún tipo de psicopatología que afecte a sus respuestas emocionales, y aun así, mis conocimientos no me permiten asegurarlo, no creo que el instinto básico y primario de supervivencia no tenga algo que decir incluso con psicopatologías graves.

¿Minimizar? 

No creo que sea el termino adecuado para aplicar en estos casos y situaciones.

¿Reducir? 

Al menos hasta una medida gestionable, considero que si.

El “cómo” es la cuestión más importante y a la vez más complicada de esta ecuación vital.

Antes de definir los puntos necesarios a considerar me gustaría dejar en claro una cuestión.

Decir que cada ser humano es un mundo en si mismo es casi una redundancia de tan repetido que es este enunciado, por lo que pretender crear un programa eficaz de aprendizaje, condicionamiento y adiestramiento como si fuera una línea o cadena de montaje industrial, es simplemente una pérdida de tiempo, además de un sistema intrínsecamente erróneo, generador de falsas seguridades que desembocarán inevitablemente, más tarde o más temprano, en daños graves.

Deben definirse las líneas generales, y esas líneas deben adaptarse a cada uno de los integrantes de los grupos a entrenar.

Es por ello que el trabajo de un instructor responsable no es simplemente repetir procedimientos como si fueran un checklist cualquiera. Debe seguirse un listado básico, eso si, pero permitiendo la flexibilidad adaptativa hacia cada alumno. 

Eso es lo realmente difícil de encontrar en un instructor, alguien comprometido hasta ese punto. Compromiso que implica esfuerzos y trabajos que siempre superan los mínimos requeridos para una función, en muchos casos, meramente administrativa.

Las líneas generales son conocidas por todos y han sido comentadas con mayor o menor acierto en miles de textos. 

Para crear un plan de entrenamiento medianamente personalizado y eficaz debemos considerar varias cuestiones previas de cada alumno:

  • Personalidad. 
  • Experiencias. 
  • Capacidad de aprendizaje. 
  • Grado de compromiso.


Obviamente podríamos añadir infinidad de puntos a esta lista tan sencilla, pero esta tan simple puede darnos unas pautas más generales y efectivas para comenzar a trabajar de forma realista.


 Personalidad.

¿Qué podría decir que Fernando no conozca mejor que yo? 

La forma de motivar, activar y provocar reacciones de un instructor hacia su/sus alumno/s depende de este punto. 

Lo que a uno lo activa de forma positiva a otro lo enoja de forma pasiva, en otro genera enfrentamiento y hostilidad, y así varios etcéteras de reacciones ante el mismo gesto, acción, palabra y tono.

La personalidad de cada uno debe ser la primera cuestión a definir por un instructor en su programa general de adiestramiento que busque mitigar el estrés de supervivencia. 

Hay que buscar siempre un cierto nivel de empatía personal para lograr que el alumno evolucione de forma efectiva.

¿Cuántos conocen que actúen así al instruir en cualquier campo de la enseñanza?


Experiencias.

Incluso gemelos con personalidades “idénticas”, tienen las suficientes diferencias, merced de sus distintas experiencias vitales, profesionales y de toda índole, para que ante un evento de estrés las reacciones sean totalmente dispares. 

cada uno y una de Ud´s, sufridos lectores, ante un evento exactamente igual, si eso existiese en la realidad, su segunda reacción, o tercera, o cuarta, diferirá de la primera en formas más que evidentes.

Y esto, lo sabemos también, es lo que se define como experiencia.

Experiencias que están profunda e íntimamente ligadas con nuestra personalidad. 

En base a nuestra personalidad interpretamos las experiencias que obtenemos, e igualmente las experiencias redirigen la evolución de nuestra personalidad. 

Es un proyecto de círculo nunca cerrado, recibimos aportes para el mismo de múltiples direcciones, que siempre sumán al perímetro pero jamás nos dejan cerrarlo.

La experiencia genera cambios, debemos buscar que dichos cambios sean positivos.


Capacidad de aprendizaje.

Lo que para unos es evidente y fácil de asimilar, para otros, la mayoría de nosotros pobres mortales, es como hablar de una ecuación einsteniana sobre el viaje en el tiempo.

Obviamente debe adaptarse cada ejercicio, resultado, evaluación y análisis a esa capacidad personal. 

Hay que buscar estrategias y procedimientos que permitan facilitar la senda de aprendizaje de cada alumno, adaptando dicha senda de forma individual.

Estrategias y procedimientos que deben ser generales en cuestión de metas y resultados, pero adaptativas y personalizadas respecto a rutas y plazos.

Ahora bien, adaptar no implica que le hagamos su trabajo, que no le presentemos retos, que no lo obliguemos a esforzarse, mejorar y crecer, ni mucho menos. Implica que debemos presentarle, como responsables de su mejora y evolución, esos trabajos, retos y esfuerzos de tal forma que sean eficaces y positivos en su progresión. 

Jamás como muros inescalables ni metas inalcanzables, si no como objetivos más o menos difíciles pero posibles de lograr con tesón, esfuerzo y confianza.

Es muy común, lo usual en realidad, descargar toda la responsabilidad del aprendizaje en el receptor, y no es así. Esto, damas y caballeros, es responsabilidad tanto de los directores académicos que crean y/o autorizan los programas, de los instructores que los implementan, como de los alumnos que los reciben.

Aquí no hay niños a quien cargar las culpas, hay responsables en todos los niveles.


Grado de compromiso.

Entrenar con y para el estrés exige que cada alumno tenga un grado de compromiso equivalente a lo que se quiere lograr, y en las profesiones de riesgo la equivalencia es enorme y en muchos casos brutal.

 Ese compromiso personal debe ser capaz de trabajar de manera más o menos eficaz en cualquier situación que se plantee para entrenar el estrés de supervivencia.

En este punto el ego será la peor de las “piedras en el zapato” si no sabemos controlarlo en la forma correcta.

Hasta aquí se que no es nada nuevo para casi nadie, al contrario, seguramente he sido redundante y pedante, discúlpenme si ha sido así.

Aplicación de los puntos personales del alumno.

En base a todo lo anterior el instructor debe crear ejercicios, específicamente escenarios físicos y mentales de los mismos, que sean idénticos en la forma para todos, pero considerando que el nivel de exigencia, análisis, evaluación y valoración debe adaptarse a cada uno de los alumnos, en base a los cuatro puntos anteriores. 

Adaptación que permitirá ir mejorando la cadena que forman los puntos. 

Porque no hay que olvidar que estos puntos, junto con muchos otros, forman una cadena, y todos sabemos aquello de las cadenas y los eslabones débiles... 


¿Verdad que sí?


Mi trabajo y experiencia me han demostrado que no importa tanto el ejercicio concreto, como la personalización e individualización correcta del mismo, tanto en la ejecución como en la fase posterior de evaluación y análisis.


Segunda cuestión. Mejorar la preparación.

        • Frente a estas situaciones excepcionales; ¿Se puede mejorar la preparación de los agentes de policía en otros ámbitos que no sea la formación?

Si, sin dudar y sin matices. 

Se puede.

Teniendo en cuenta que al igual que en el apartado anterior desglosé un listado de cuestiones a considerar, aquí debemos tener en cuenta que como “mamíferos pensantes” debemos enfrentar este adiestramiento desde varias líneas de trabajo paralelas, en principio, y finalmente convergentes.

Nuestro “mamífero” debe perfeccionarse respecto a los tres factores que definen al ser humano desde siempre, hablo de la milenaria triqueta de los factores mental, físico y emocional.


Factor mental.

Piensen en lo siguiente, no solo debemos entregar "armas virtuales" en forma de conocimientos basados en los “que, por que, para que, cómo, cuando y donde” tradicionales. 

También es necesario añadir...

        • Conocimientos tanto del “antes de” como del  “después de”.
        • Así como habilidades y capacidades para trabajar con seguridad.
        • Ejercicios graduales que vayan familiarizando al alumno con cuestiones paulatinamente más difíciles y exigentes.

Y con todo esto no solo se dará la base “documental” necesaria, si no también la confianza interna y externa que otorgan las habilidades contrastadas, repetidas y, sobre todo, reproducibles y repetibles una y otra vez. 

Pero aún nos regala otra cuestión más, que enlaza con el siguiente punto que veremos, la confianza personal en nosotros mismos y en nuestras propias capacidades.


Factor físico.

El punto anterior nos ha dado la pauta para lograr las habilidades físicas requeridas, eso es obvio, y a su vez nos marca el nivel exigido de magnitud para ir logrando desarrollar cada vez cosas “más dificiles”.

Ese paso a paso adaptativo y personalizado debe asentarse de forma metódica y firme, para que empuñando con firmeza estas herramientas internas consigamos la confianza que da paso al punto siguiente...


 “Si he hecho aquello, que parecía imposible entonces, esto puedo lograrlo también”.


Factor emocional.

Con todo bien encadenado, conocimientos y habilidades, el nivel de autoconfianza crece y se afianza, lo que nos ayudará a gestionar mejor el estrés. 


“He logrado cosas mucho más complicadas. 

Se que hacer, se por que hacerlo, se para qué hacerlo,

se como hacerlo, se cuando hacerlo y se donde hacerlo. 

Yo puedo”.


Esto me lleva a repetirme, disculpen...

Para encadenar todo esto el instructor debe hacer un trabajo previo personalizado de cada alumno, tal y como definí en la respuesta inicial a la pregunta uno de Don Fernando.

En todo lo que comento no hay que pensar en trabajos compartimentados y aislados, todo lo contrario, son trabajos integrales, integrados y unificados.

Todos los ejercicios a realizar deben ser graduales de tal forma que el alumno vaya adquiriendo conocimiento de sus propias reacciones, retroalimentación o feedback. 

Conocimientos de lo correcto y menos correcto, adquiriendo esa confianza firme en las propias habilidades para enfrentarse a situaciones novedosas y potencialmente generadoras de estrés.

Se habrán dado cuenta que he usado la expresión “correctas y menos correctas”, pero no el término “incorrectas”... 

¿Por qué creen que he hecho esto?

Lo único realmente incorrecto es aquello de lo que no sacamos lecciones, conclusiones, análisis y, en definitiva, todo aquello que no me aporte algo para mejorar. 

Eso es lo verdaderamente incorrecto, todo lo demás son escalones para mejorar y avanzar, y es por ello que siempre empleo los términos, correcto y menos correcto o, si les gusta ser más positivos, mejorable.


Formadores y agentes.

        • ¿Qué consejo darías a los formadores policiales y a los agentes de policía respecto a estos casos?

Los consejos creo que ya los desarrollé, con mejor o peor acierto, respondiendo a las dos preguntas anteriores. 

Si lo logré o no les toca a Ud´s juzgarlo.

Lo cual no me impide crear un pequeño listado general. 

En el mismo verán que unos puntos afectan más a la labor de los directores académicos, otros a los instructores responsables, y finalmente otros a los alumnos/agentes que en última instancia deben implementarla en la vida real.

A modo de base de trabajo destacaría:

        • Crear programas generales.
        • Programas generales que deben definir claramente las metas a lograr.
        • La progresión, ejecución, evaluación, análisis y valoración debe adaptarse a cada individuo en base a sus diferencias personales, capacidades y experiencias.
        • Los grados de exigencia deben adaptase igualmente a las capacidades individuales del alumno/agente.
        • Todo programa será implementará de forma progresiva, adaptativa y personalizada.
        • Debe crearse una “gráfica” de evolución por cada alumno/agente, con la cual puedan observarse los progresos así como eventuales estancamientos o incluso involuciones.
        • Gráfica con la que también podremos identificar los parámetros para readaptar el programa a nuevos contextos personales detectados.
        • El grado de implicación entre el gabinete académico, instructores y alumnos debe incrementarse y fortalecerse.
        • El entrenamiento de este tipo de entornos implica un equipo de instructores con especialidades diversas, entre las que debe incluirse de forma sine qua non especialistas:
            • Médicos.
            • Psicólogos.
            • Legalistas.
            • Además de los hasta ahora únicos presentes para el trabajo físico de defensa y uso de armas.
        • Con este equipo de trabajo multidisciplinar se creará la suficiente adaptabilidad y capacidad de mejora que redundará en la eficaz evolución de cada individuo a instruir.
        • Igualmente el efecto multidisciplinar permite detectar en sus primeros momentos factores potencialmente negativos, permitiendo y facilitando generar las pautas correctoras que eviten que el factor negativo crezca hasta convertirse en algo difícilmente corregible.
        • No todo es disparar o hacer uso de la violencia, por más que esta sea comedida, controlada y legal. 
            • Hay que enseñar como se debe actuar e interpretar el entorno del “antes” y “después” en cada situación del día a día.
            • Que hacer, como pensar y comportarse, ayudan a tener una confianza mucho más firme, segura y estable.
        • El “espíritu de cuerpo”, denostado hoy en día que la mediocridad generalizada es la pauta políticamente correcta, es fundamental para generar las energías que den fuerza a la capacidad de mejora, perfeccionamiento y proactividad necesarias en todo profesional de la seguridad.
        • Mismo "espíritu de cuerpo" que dará la tan necesaria firmeza emocional interna de no estar solo, ni antes, ni durante, ni después del peor de los eventos posibles. 
            • Muchas heroicas acciones se han perdido por fallar este punto crucial.
            • Necesitamos el apoyo del grupo al que pertenecemos.

A modo de conclusiones.

El profesional armado debe contemplarse como:


 “Un conjunto homogéneo de capacidades medias”. 


Y esto debe verse desde los tres puntos que lo definen como ser humano, mental de conocimientos, fisico de habilidades y emocional con capacidad de control interno y gestión de respuestas.

Si se dan cuenta, esto es algo que desde la más remota antigüedad está en las filosofías de todas y cada una de las culturas y civilizaciones.

La trinidad, triqueta, trisquel, valknut, etc. del ser humano, a saber, cuerpo, mente y espíritu.

Si esto se lleva contemplando desde la más remota antigüedad hasta hoy en día... 

¿Podemos, queremos o debemos pretender cambiarlo por un enfoque más aparentemente modernista y unitario? 

Creo y opino que no.

Como representantes de un escaso 1% de la humanidad, los encargados de proteger y servir, debemos...

        • Entrenar nuestras capacidades de forma escalonada, adaptada, individual y personalizada. 
        • Generar confianza progresiva  en nosotros mismos.
        • Apoyarnos en los logros alcanzados
        • Aprender también de las acciones menos correctas y mejorables. 
        • Pensar, analizar y recapacitar una y otra vez.
        • Ser un profesional armado es una forma de vida, nunca lo olviden.


Como instructores deben tener en cuenta todo lo anterior y además de todo ello incluiremos... 

        • Discernimiento, análisis y experiencia para poder detectar los puntos fuertes y débiles de nuestros alumnos. 
        • Saber a quien presionar, como y cuando hacerlo, de tal forma que se genere un aprendizaje continuo y estable.


Como directores y/o responsables de programas académicos...

        • Investiguen y actualicen los criterios y condicionantes, siempre variables, de trabajo.
        • Para con todo ello poder definir unas metas coherentes y alcanzables.


En definitiva, debemos ser, en cualquier papel que la vida y la profesión elegida nos coloque, adaptables y analíticos.

El día a día del profesional armado tiene infinidad de similitudes entre el presente y el ayer de hace miles de años, pero también tiene otra infinidad de variables consecuencia de la evolución que la cultura, la civilización y la sociedad. 

Saber reconocer unas y otras, pero sobre todo saber reconocer el lugar de cada una de esas variables en el día a día del profesional armado, es la tecla de oro que debemos saber tocar.

Parafraseando al sargento de artillería del USMC Tom Highway, Clint Eastwood en el clásico de cine “El sargento de hierro” o "El guerrero solitario", según la parte del mundo de habla hispana de los aficionados al cine de acción en donde se encuentren, la clave está en:


 “Adaptarse, vencer, sobrevivir”.


Por cierto, la cita que da comienzo al presente y ya finalizando texto pertenece al libro del héroe asesinado Chris Kyle, desde su libro póstumo “American Sniper”. 

¿Apropiada? 

Considero que si, pero de nuevo les paso la pelota a su campo, juzguen Ud´s.


Cuídense y cuiden de los suyos.


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