domingo, 24 de marzo de 2024

Aptitud mental, con(s)ciencia situacional y enfoque óptimo... hablemos de todo ello.

 Aptitud mental, con(s)ciencia situacional y enfoque óptimo... hablemos de todo ello.

Por Cecilio Andrade.


Tres son las principales creencias que suelen limitarnos por más capacidades que realmente poseamos, no importa si instruyen o aprenden… permítanme comenzar con una digresión explicativa antes de pasar al tema principal del artículo, aptitud mental y con(s)ciencia situacional


Tres creencias limitantes.


Según Morty Lefkoe, reputado psicólogo de Harvard, son tres las creencias principales que los seres humanos nos repetimos para torpedear, de una forma u otra, nuestro propio desarrollo y crecimiento. A saber:

  • No soy suficientemente capaz.
  • Si me equivoco solo demostraré lo malo que soy.
  • Sin duda no merezco este reconocimiento.

Como pueden ver volvemos a tratar el ya viejo Síndrome del Impostor; pero hoy quisiera ampliar el concepto y recalcar lo importante que es eliminar estas creencias limitantes y sus condicionamientos emocionales


A lo largo de un día normal, no importa si es en la faceta profesional o personal, tenemos muchas emociones que en su mayor parte pueden durar desde unos pocos segundos a 5 minutos. Con esto no creo les diga nada nuevo ni algo que no sepan. Pero lo que no les gustará saber en absoluto es que del 95% de esas emociones surgen más de la brutal cifra de 50000 pensamientos negativos, en su inmensa mayoría autolimitantes y condicionantes.


Como líderes, mentores e instructores, pero también como eternos estudiantes, debemos aprender a convertir esas creencias limitantes en fortalezas, al menos si deseamos lograr crecer, avanzar, mejorar y desarrollarnos con vistas a aportar algo útil a nuestras vidas y a la de los demás. 


Para ello podemos empezar por tres puntos básicos:

  • Escribir una lista de los principales miedos con las razones que detectamos para cada uno de ellos.
  • Escribir en otra lista los pensamientos limitantes más recurrentes con un aporte para transformarlos por ideas positivas.
  • Crear un mapa mental de las nuevas creencias que buscamos implementar y actuar como si ya estuvieran en marcha.

Es sumamente importante añadir a los tres puntos anteriores los sólidos aportes de los seis pilares fundamentales del conocimiento, sin los cuales todo el esfuerzo requerido para destruir los pensamientos limitantes sería inútil.

  • Saber.
    • Comprender.
      • Evaluar.
        • Analizar.
          • Adaptar.
            • Aplicar.

Saber.

Debemos poder definir y señalar todas las partes de la materia de la que deseamos considerarnos capaces, nombrar casos así como contestar las preguntas fundamentales de todo concepto con rigor científico, me refiero al empleo continuo del qué, quién, dónde, cuanto y/o cuándo.

Comprender.

Es importante ser capaz de explicar las características a la vez que relacionamos entre sí términos, ideas, conceptos o principios,


Evaluar.

Necesitamos ver que es lo más importante como evidencia para defender el tema, idea, concepto o principio, a la vez que interpretamos esta información con el criterio base de poder emplearla para evaluar resultados.


Analizar.

Comparando, contrastando y relacionando con otras cosas, sabiendo cuáles son las características y/o propiedades que lo distinguen, cuáles son las partes que lo componen, y qué investigaciones o trabajo puede generarse en el futuro.


Adaptar.

Buscando cómo poder ajustarlo a una situación nueva, descubriendo que elementos es posible añadir a esa nueva idea o concepto, para crear o diseñar algo distinto. A la vez debemos lograr predecir o inferir los resultados así como ser capaces de demostrarlo a terceros.


Aplicar.

Para lo cual es obligado tener muy claro porqué qué es importante el conocimiento, como funciona, que problemas solventa y cómo es posible utilizarlo en una nueva situación con resultados predecibles.


¿Complicado? Quizá… o ese quizá “tan solo” sea una "simple" cuestión de esfuerzo, disciplina y voluntad.


Aptitud mental y con(s)ciencia situacional.


Hablo de vivir alerta para sobrevivir, quizá dentro de una práctica filosófica o una filosofía práctica,  pero el fundamento básico es vivir alerta para sobrevivir, dentro del contexto de la siguiente cita.


“El Samurái desde que abandona la puerta de su casa hasta que regresa a ella,

actuará siempre como si estuviera bajo los ojos del enemigo”


En un mundo perfecto las palabras del monje y Maestro Zen Yamamoto Tsunetomo en su obra “Hagakure”, escrita como guía de samuráis, podrían considerarse agresivas, violentas o cuando menos paranoicas. Pero si en su época, siglo XVIII según el cómputo occidental, no estaban fuera de lugar menos lo son en un violento y aun apenas post-adolescente siglo XXI, por mucho que lo deseen todos los bien pensantes y políticamente correctos. 


A todos nos gustaría pensar que la bondad humana es universal, y que por el hecho de ser vegetarianos y mimar a un gatito ese tigre no nos va a devorar. Por desgracia el mundo es bastante más cruel y peligroso. O quizás no cruel, si peligroso pero no cruel, lo correcto quizá sea decir “neutral”.


Mentalizarnos de que no vivimos en un pacífico e idílico mundo feliz es el primer paso para poder estar en una situación de alerta sana y natural. La enorme cantidad de situaciones de riesgo a las que podemos vernos enfrentados es tal que pensar de otra manera, a día de hoy, es de inconscientes cuando no de suicidas. Y lo cierto es que esta alerta no es solo aplicable a profesionales armados, cualquier ciudadano del rincón más apartado del pueblecito más alejado puede verse envuelto en una situación de riesgo, encontrándose en la realidad de luchar por su integridad o por la de las personas de su entorno familiar o social.

En la parte del mundo ocupado por la civilización occidental no vivimos en un ambiente del tipo “duelo en OK Corral”, pero los índices de violencia no nos permiten tampoco relajarnos. Crecen sin parar y a no mucho tardar, ojalá me equivoque, estaremos en los mismos porcentajes que el resto del planeta. Tampoco olvidemos un detalle, Occidente es un oasis en un mundo violento, la violencia en grandes ciudades del resto del globo superan la de muchas guerras. África, muchas partes de Iberoamérica, Asia en sus distintas zonas, son la mayor parte del planeta, y el oasis de Occidente está cada vez más cerca y cercado por esa violencia.


Pocos occidentales se dan cuenta que tener una mentalización de prevención y de uso de la violencia para defenderse de una agresión no es una aberración como nos quieren vender determinados grupos y “estudiosos”. Ser previsor, vivir prevenido es lo más sano y correcto, no nos convierte en paranoicos, tan solo nos hace precavidos y observadores. Después de todo el saber popular lo expresa perfectamente, “más vale prevenir que curar”, y si este dicho tiene tantos siglos en nuestra cultura, por algo será.


En este ámbito, el hablar de aptitud mental, no se refiere a salir de casa como si cada día tuviéramos un duelo al sol al más puro estilo espagueti western. Se trata de ver, no solo de mirar nuestro entorno. Captar lo que vemos, no en pasar la mirada sin atención ni interés. 


Con un mundo centrado en los teléfonos “inteligentes”, estos tienden a absorber la de sus usuarios alejándolos de captar lo que les rodea. No hablo de un tiroteo, un simple resbalón en unas escaleras ya puede ser bastante grave, una cartera robada por ir pendiente de Facebook o WhatsApp nos estropeará el almuerzo que “disfrutabamos” con las fotos de la última playmate.


Realmente cada vez vivimos más apartados de nuestro entorno, y si no, levanten su cabeza de su Smartphone o tableta y miren a su alrededor cuando tomen el café matutino, verán pocas cabezas que no estén agachadas sobre sus “inteligentes” teléfonos. Podría pasar la playmate de antes, real y en carne y hueso, entre ellos y ellas, y muy pocas cabezas se darían cuenta de ello.


Debemos reaprender a vivir en el mundo, observarlo, entenderlo, analizarlo y sobre todo estar alerta en el. Y en lo que nos ocupa, el trabajo del profesional armado, con más razones. Ni imaginan la cantidad de “profesionales”, escoltas u operadores que observo “mensajeando” y "navegando" en medio de un operativo, una protección o un servicio cualquiera. 


¿No lo creen? Ojalá fuera mentira, me habría ahorrado ser siempre el malo y el paranoico del grupo.


Un profesional armado debe vivir en el mundo, estar en él al 100% de su tiempo activo, con una mentalidad, o aptitud mental, adecuada y real. Está ahí para hacer un trabajo, un trabajo que implica estar alerta y capaz para ejercer una violencia controlada, si no ha podido evitarla, buscando impedir una violencia mayor y descontrolada. Ni más ni menos. Pensar otra cosa es vivir en un mundo que no es el real.


La mayoría confían simplemente en su capacidad para usar esa violencia, en general como luchadores, sin darse cuenta que por más dieces que sean capaces de hacer, por más llaves y técnicas de artes marciales que conozcan, sin la aptitud mental de reconocer, identificar y prevenir un ataque, no hay mucho más a nuestro favor. 


La única y mejor defensa es simple, estar atento, prevenido, dispuesto y capaz para usar la violencia también, con lo cual la mayoría de las veces logran evitarla. Es tan “simple” como eso. Es visualizar el entorno, sus “ocupantes” y actuar en consecuencia. Aptitud mental se denomina. 


Nadie puede ir las 24 horas del día en situación de alerta, pero si puede ir “observando”. Observando y reconociendo que cosas están fuera de lugar y de situación. Si lo logramos, raramente seremos sorprendidos, quizás no salgamos de “rositas”, pero sin duda la sorpresa no será uno de los factores en nuestra contra. 


La siguiente cuestión a considerar dentro de la aptitud mental es no asombrarnos ni ver una agresión con incredulidad, algo muy común en el oasis occidental. 


Si observamos el mundo con una atención normal, la sorpresa en nuestra contra es muy difícil de lograr. Si mentalmente estamos dispuestos a reaccionar ante determinadas acciones, es indiscutible que nuestro tiempo de reacción se reduce de forma muy importante. El ciclo OODA de nuestro cerebro se minimiza y nuestras posibilidades de salir con bien aumentan. 


Junto a este ciclo, uno de las mejores referencias de escalada de atención, al menos a modo de exposición gráfica y visual a la hora de aprender a “vivir en el momento y en el mundo”, es la desarrollada por el Coronel Jeff Cooper en su “Código de Colores de Alerta”.


¿Lo conocen? ¿Y el concepto OODA? Espero que si.


Toda práctica óptima necesita de un enfoque óptimo.


Salvo que se dediquen a levantar piedras al estilo vasco o lanzar troncos como un buen escocés, donde los simples rasgos físicos de estatura y corpulencias son importantes, cualquiera puede alcanzar las cotas más elevadas del desempeño que lo acerquen a la excelencia. Sin olvidar que incluso esos grandes, literalmente, vascos y escoceses, deben realizar miles de repeticiones inteligentes para poder acercarse a la excelencia de sus prácticas.


No busquen pastillas instantáneas, para cualquier práctica óptima necesitan ese paradigmático enfoque óptimo. Y en este contexto el único secreto para acercarse a la excelencia radica en la «práctica inteligente», durante meses y/o años, a través de un entrenamiento bien diseñado al que entregarse plenamente. 


De poco sirve una simple repetición mecánica sin retroalimentación continua, es necesario, para aproximarse al objetivo de la excelencia, ajustar una y otra vez la meta, hay que adaptarse poco a poco permitiendo más errores al comienzo, con lo que a medida que los límites se expanden ir ajustando la práctica.


Para alcanzar un gran nivel de desempeño no basta con acumular miles horas de prácticas rutinarias. Lo que de verdad importa, en cualquier habilidad, es el modo en el que se presta atención mientras se realizan las prácticas. 


Un experto se entrena guiado por unos parámetros firmes y plena concentración, buscando mejorar aspectos concretos de su ejecución. No se limita a acumular horas de ejercicio, sino que lo realmente busca como importante es el feedback, la concentración y el enfoque preciso. 


Mejorar una habilidad requiere de la participación de una atención consciente y enfocada. La neuroplasticidad, el fortalecimiento de los circuitos cerebrales más antiguos y el establecimiento de nuevas conexiones para ejercitar la habilidad que se esté practicando, requiere de toda la atención posible.


Cuando por el contrario, y lo más usual en un mundo de prisas y atajos para todo, la práctica discurre pensando en otra cosa, el cerebro no construye los circuitos relevantes para esa rutina concreta. La falta de enfoque arruina cualquier práctica. Poco mejora el desempeño de quienes pasan, mientras se ejercitan, de una cosa a otra sin analizar lo que realmente están realizando. 


La atención plena incrementa la velocidad de procesamiento mental, fortalece las conexiones sinápticas y establece o expande redes neuronales ligadas a lo que estamos ejercitando.


Un verdadero experto contrarresta activamente la tendencia al simple automatismo, elaborando y seleccionando de forma deliberada un entrenamiento cuyo objetivo exceda su nivel actual de desempeño, en resumen, saliendo de su zona de confort. Cuanto más tiempo dediquen esos expertos a la práctica deliberada con plena concentración, más desarrollada y perfecta será la ejecución.


Pero la atención concentrada, como los músculos en tensión, acaba fatigándose. Por eso los verdaderos expertos de talla internacional, independientemente de que se trate, desde levantadores de piedras o troncos, futbolistas o violinistas, suelen limitar la práctica más exigente a un máximo de 4 horas diarias. Ya que el descanso y la recuperación física y mental forman parte integral del régimen de entrenamiento. 


Aunque traten de llevar su mente y sus cuerpos hasta el límite, no los fuercen tanto como para que, durante la sesión, su foco de atención se disperse.


Recuerden, una práctica óptima requiere de una concentración óptima.


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