Entrevista desde México con Veritas Tactics.
Gracias.
Formación Internacional Cecilio Andrade ®
Las cuatro (¿o son cinco?) etapas del aprendizaje y la (in)competencia… para muchos una pirámide imposible de subir.
Nota corta (o no) por Cecilio Andrade.
Hoy me han vuelto a preguntar sobre algo que no hago más que nombrar clase tras clase, sin importar si ya me lo han oido en conferencias o prácticas previas. Me refiero a lo que en Psicología se denomina las cuatro etapas de la competencia, o modelo de aprendizaje de competencia consciente, donde se relacionan los estados involucrados en el proceso de progresar de la incompetencia a la competencia en una habilidad. Dicho modelo es atribuido incorrectamente a Abraham Maslow, quien no lo comenta en sus obras hasta mucho después que Martin M. Broadwell lo describa, en 1969, como los cuatro niveles de enseñanza. Posteriormente dicho modelo fue usado por infinidad de autores y profesionales de distintas disciplinas, en publicaciones y trabajos técnicos de mayor o menor calidad y relevancia.
Aun teniendo muchas y obvias interrelaciones con otros modelos psicológicos, las cuatro etapas originales se ocupan del aprendizaje, señalando que los individuos inicialmente no son conscientes de lo poco, o nada, que saben, siendo por tanto inconscientemente incompetentes. A medida que reconocen dicha incompetencia, si realmente lo hacen, adquieren conscientemente una habilidad. Con la actitud y práctica adecuada dicha habilidad puede acabar ejecutándose sin que se piense conscientemente en ella, adquiriendo por tanto una competencia inconsciente.
Si aplicamos las cuatro etapas de Broadwell al trabajo con armas nos encontramos con :
Desgraciadamente hay otra etapa más, fuera de las cuatro originales de Broadwell, mucho más incómoda, desagradable e incluso antiética, que suelo incluir al igual que muchos otros instructores y expertos, y aunque en el orden de su colocación tendemos a diferir, en los tres adjetivos nombrados tenemos un criterio unánime. Sobre ello en particular, mi buen amigo Ernesto Pérez Vera, por ejemplo, coloca esta etapa como la primera, antes de las cuatro originales; en mi caso, la suelo colocar entre a primera y la segunda, mostrando tan solo diferencias de forma que no de concepto.
La incómoda, desagradable e antiética etapa que añadimos es:
Entonces… ¿dónde están Uds? ¿En qué etapa?
Mientras lo averiguan… cuídense y cuiden de los suyos.
Ética y liderazgo para instruir… y, lo lamento, un poco de aburrida etimología.
Nota muy corta por Cecilio Andrade.
Todos los profesionales que confían en un instructor llegan con unas inquietudes y necesidades de conocimientos para su propia superación, e incluso supervivencia, en el desarrollo de sus funciones.
Independientemente de su edad y experiencia, deben ver en el instructor un modelo a imitar, depositario de una autoridad indudable.
En este marco, la labor del instructor consiste en compaginar autonomía y dependencia, de tal modo que favorezca la maduración de sus alumnos, quienes en sus diversos puestos tendrán responsabilidades varias, dónde tendrán que tomar decisiones así como cumplir órdenes en base a los conocimientos adquiridos.
El instructor, en definitiva, cumplirá su papel de educador y guía, creando de forma continua, con su comportamiento y métodos utilizados, una situación en la que los alumnos obtengan conocimientos y normas de comportamiento para que, finalmente, aprendan a ejercer reflexivamente sus responsabilidades.
Si queremos enseñar, partamos por tener claro que para instruir es necesario aprender a enseñar, y para ello es necesario amar lo que hacemos.
Ya saben lo que adoro la etimología de las palabras, considero que conocer su origen y significado original nos puede enseñar infinidad de cosas.
Respecto a la palabra “instructor”, su misma etimología nos da todos los datos que necesitamos para definir la ética, misión y objetivo vital de quién la utiliza.
La palabra instructor proviene del latín instructor y significa "el que enseña".
Sus componentes léxicos son:
Por el otro lado está mi particular acepción del concepto “mal instructor”, me refiero a la simple, conocida y, en este contexto al menos, desagradable palabra que empleo, me refiero al término “destructor”. Permítanme exponer mis razones para su uso basándome de nuevo en la etimología.
La palabra destructor proviene también del latín destructor y significa "el que arruina, el que deshace”.
Sus componentes léxicos son:
Como podemos ver, conocer la etimología de las palabras nos puede ayudar mucho a definir lo correcto e incorrecto dentro de las acciones de todo instructor, para no pasar a ser un destructor, al menos en mi personal uso en este contexto de esta última palabra.
Cuídense y cuiden de los suyos.
Permítanme un pequeño decálogo de actitud y autoconfianza real del profesional armado… algo más que apariencias.
Nota corta por Cecilio Andrade.
Un punto que la mayoría de los que repiten en mis conferencias conocen es el particular apego a dos diapositivas dinámicas que raramente faltan. Sea sobre el tema que sea intento siempre incluirlas. Les hablo de la de la fórmula del Valor del Ser Humano y la representación gráfica de las zonas de confort, miedo, aprendizaje y éxito. Incluso en clases más físicas, prácticas, operativas y dinámicas no puedo evitar que salgan a la palestra. Cada uno tiene sus manías, y una de las muchas mías es esa, dar una importancia total a la actitud vital de la persona.
Valoro mucho los conocimientos y capacidades de todo el mundo, sin duda han requerido un esfuerzo y un sacrificio enorme alcanzarlos. Después de todo aquello que buscamos conseguir siempre implicará sacrificar algo a cambio, nada es gratis, pese a lo opinión de tantos hoy en día, y ya sea tiempo, dinero, descanso o muchas otras cosas, se debe pagar algo para lograr esa meta buscada.
Lo que define de forma completa lo que he buscado transmitir, así como también cuando he reunido y dirigido equipos de trabajo por todo el mundo, es una palabra muy simple, y por ello, por esa aparente simpleza, mal comprendida y peor aplicada… a saber, hablo de la actitud, y en particular en su acepción de la RAE, como no, expresada como la “disposición de ánimo manifestada de algún modo”, y en mi más particular interpretación a la manera de estar alguien dispuesto a comportarse u obrar. Ahí es poco lo que implica esa palabra.
Pueden poseer todos los conocimientos y habilidades del mundo, algo que siempre sumará, sin duda alguna, pero para multiplicar su valor, estimados y sufridos lectores de estas insidiosas notas cortas, Ud´s necesitan multiplicar todo ello por su actitud… y más les vale poseer una actitud multiplicadora que la suma de todos los conocimientos y habilidades que crean poseer.
Algo que va siempre de la mano cuando una persona tiene la actitud correcta, sine qua non si me permiten ser más exacto, es una autoconfianza genuina, que a su vez se refleja en un comportamiento medible y observable, ya que, estoy seguro que estarán de acuerdo conmigo, lo que no se puede medir no se puede mejorar, y lo que no se mejora siempre acaba degradándose.
Pues bien, las personas con actitud y autoconfianza pueden medirse ya que:
Y, finalmente, simplemente sonríen porque saben que la vida, personal y profesional, es lo que es y solo las personas seguras, tranquilas y firmes en si mismas pueden lograr dejar algo sólido y duradero en ella.
Cuídense y cuiden de los suyos.
¿Anchos de banda para nuestro cerebro? ¿Eso existe? ¿O alguien se ha pasado con el vodka? ... finlandés obviamente.
Nota corta por Cecilio Andrade.
Creo que para la mayoría de mis sufridos lectores y alumnos, más o menos asiduos, es evidente el tiempo que dedico a estudiar y comprobar todo lo relacionado con ese kilo y medio escaso, en algunas personas más escaso que en otras… , de gelatina que llamamos cerebro. En particular en aspectos tan compenetrados con la lucha y la supervivencia en combate, como son la Teoría Evolutiva, la Neurología, la Fisiología, la Psicología, la Biomecánica y un muy largo etcétera de ciencias y estudios transversales que, para mi al menos, están totalmente relacionados. Materias que hay que estudiar en conjunto para intentar comprender mínimamente eso que nos ha acompañado a lo largo de la existencia de la vida en esta vieja canica azul que flota en el espacio, el enfrentamiento y el combate.
En muchos artículos, clases y conferencias aburro a mis sufridos lectores y oyentes con datos sobre el “ancho de banda” de nuestra gelatina cerebral. Pregunto cosas como ¿cuánta información es capaz de captar conscientemente por segundo un cerebro medio?, y muy raramente me saben contestar, salvo que sean masoquistas repetidores conmigo, que el mejor de los casos es sobre unos 1000 bits x seg. Es entonces cuando disparo la segunda pregunta trampa con una sonrisa lobuna, ¿y con cuánto trabaja el subconsciente? A lo cual contesto tras un rato de hacerles sudar contestando números al azar, que la asombrosa cantidad de 400.000.000.000 de bits x seg, y si, leyeron bien, cuatrocientos mil millones, no necesitan contar ceros, el equivalente a 46 “gigas” de sus inteligentes teléfonos. Por si me he equivocado en los cálculos cada bit de información equivale a 0.125 bytes informáticos, o lo que es lo mismo por cada 8 bytes obtenemos un bit. Mucha información aburrida ¿verdad? Y nuestra "gelatina" capta todo eso en cada uno de todos los segundos de nuestra vida. (Vean la nota corta: Hablemos de cosas "tontas"... Información consciente versus información subconsciente).
Por cierto, relean que uso el verbo captar y no el procesar… es un matiz que más adelante les recordaré.
Volviendo a lo que nos ocupa, sin duda es impresionante semejante ancho de banda inconsciente, pero no es menos impresionante si lo analizamos junto con la entrada de datos, también inconsciente, de cada uno de los sentidos reflejados en la tabla adjunta. En la misma podemos comparar la diferencia entre el ancho de banda, o capacidad de transmisión de datos inconsciente de nuestros sentidos al cerebro, frente al ancho de banda de nuestra percepción consciente. Esto último es algo tan bajo como un bit x seg en el caso del olfato o el gusto, cinco para el tacto, o hasta 30 y 40 bits x seg para el oído y la vista respectivamente. Todo puede parecer demasiado extremo cuando comparamos la recepción del “yo consciente” respecto al “yo inconsciente”, pero lo cierto es que nuestro “verdadero yo” lo forma la suma de los dos primeros, que jamás van por separado ni por su cuenta.
Hoy en día se considera, gracias a experimentos y pruebas aun no definitivas, que aunque la mente inconsciente “capta” la cantidad ingente reseñada anteriormente, procesa realmente la nada desdeñable cantidad unos 11 millones de bits x seg., para que en el nivel final nuestra mente consciente procese tan solo unos 50 bits x seg.
Ello demuestra que gran parte de las funciones relacionadas con los sentidos y el cerebro funcionan de forma totalmente automática, y que la parte de toma decisiones de forma consciente ya viene relativamente formada previamente. No experimentamos los “datos en bruto” del mundo que nos rodea, solo lo “sentimos” tras haber sido filtrados cuidadosamente por el subconsciente. El mundo nos parece rico en detalles, sin duda, pero por suerte para nosotros y nuestra supervivencia, no percibimos conscientemente tantos detalles sobre esa vasta información como creemos. Eso explica, en parte, algunas ilusiones ópticas o efectos que se generan en un enfrentamiento, donde el estrés de supervivencia también actúa sobre todo lo anterior.
Trasladando todos estos números al trabajo del Coronel Boyd, a su concepto del OODA (Vean la nota corta: Sorpresa, velocidad, agilidad y violencia como parte de los factores para enfrentar la agresión… simple… ¿o no es tan simple?) y de los “cuartos de segundo”, tiempo necesario para ser conscientes de los estímulos externos y poder “pensar” en como reaccionar. Cuartos de segundo que a todos los efectos creemos que son simultáneos y en tiempo real, haciéndonos vivir en una aparente “realidad con retraso”.
Para terminar y complicarles más todo este verdadero oxímoron, el aparentemente lógico sentido común nos dice que primero pensamos y entonces decidimos cómo nos sentimos respecto a ello. Lo cierto, y todas las pruebas lo demuestran, es que es al contrario, como nos sentimos respecto a algo nos viene a decir que es lo que debemos pensar.
Sin duda no somos los orgullosos animales racionales que presumimos ser, por suerte somos animales emocionales con raciocinio… y mucho más emocionales cuando la propia supervivencia, la del Glaber Simiae que somos en realidad, está en juego.
Cuídense y cuiden de los suyos.
* La tabla procede del artículo “The half-second delay: what follows?" Publicado en la revista Pedagogy, Culture & Society (2006).
Gracias José de Pedro… Gracias por tu “Cicatrices de Policías”.
Por Cecilio Andrade.
Lo que voy a plasmar con estas letras es un simple comentario personal a un libro que me hizo pensar… y en algunas líneas, bastantes para ser honesto, humedecer los ojos. Y por cierto, no me he equivocado en el determinante posesivo “tu”… aunque se perfectamente que muchas de las cicatrices mostradas en este libro son “tus” propias cicatrices.
También se que casi todo el mundo espera de mis letras, ya sea sobre libros u otros temas, que plasmen conceptos sobre el uso de las armas, la violencia con razón legitima o no, el combate en cualquiera de sus formatos, etc. Por más que desde hace mucho más de dos décadas me esfuerzo hasta lo indecible por mostrar el lado humano del profesional armado. De nuevo también, muy posiblemente mi trabajo en estos últimos años me ha dado esa imagen o aura incorrecta, y a veces injusta, aparentemente enfocada en lo comentado con las primeras líneas de este párrafo.
Lo cierto es que detrás de todo ser humano hay un corazón y unas emociones sobre las cuales no importa mucho el color de la línea de referencia o uniforme que se porte. En muchas de mis conferencias y clases repito hasta aburrir que no somos animales racionales, somos monos sin pelo, con más o menos desodorante, emocionalmente racionales. Primero sentimos y luego lo racionalizamos todo, a veces de formas absurdas y aberrantes, todo hay que decirlo, pero así es.
En el caso de las cicatrices de José de Pedro, habla del día a día de los profesionales armados que tras una delgada línea azul mantienen el caos y la sin razón lo más separadas que es posible del ciudadano común, ese al que han jurado servir y proteger. El mismo que muchas veces desconoce que lleva una vida relativamente cómoda y tranquila gracias a ese cono colocado donde debe, esa indicación necesaria, esa palabra de apoyo o informativa en el momento y lugar adecuado, o la recriminatoria o incluso sancionadora, después de todo la letra con sangre entra, y si toca pagar aun mejor para aprender a recordar como debe actuar y ser un ciudadano correcto.
Pensamos en ellos en los grandes eventos, y a veces en los muy chiquitos, pero casi siempre para recriminar el detalle que no sale bien o que afecta a nuestro ego personal, olvidando los miles de detalles comunes y cotidianos que nos ofrecen, y que hacen una sociedad segura y cómoda para vivir. Pensamos en ellos en esas situaciones con narcos y terroristas internacionales por medio, normalmente mirando embobados el gran trabajo, sin duda alguna de ello, de las fuerzas especiales implicadas, pero olvidando a esos otros que investigan, apoyan y trabajan con el lado humano y aburridamente cotidiano que toda acción de esa envergadura implica.
Gracias José de Pedro, por escribir de Nacho, de Lucas y Lidia, de Dñ. Agustina y D. Antonio, de Isabel, del bebe que se asfixiaba ante los ojos de su desesperada madre… quizás es que ya soy un viejo que ha visto más sufrimiento de lo normal, y que por falta de dureza o por exceso de fricción tengo debitado mi control de las emociones… no lo se…
Lo que si se es que me has emocionado en muchas de tus líneas, que las situaciones que comentas, cotidianas o extraordinarias, definen el día a día de todos los monos sin pelo que defienden la delgada línea azul del caos y la barbarie, pero sobre todo de la deshumanización que corroe nuestra sociedad, y que sin esas cicatrices que portas y portan, José, no habría esperanza alguna.
Esas cicatrices que son las mejores medallas que “un pecho que adorna al vestido” puede portar, las de todo defensor honesto y sacrificado de la “delgada línea azul”…
Gracias José de Pedro… por humanizar esa “línea”… y por humedecerme los ojos.
Cuídate y cuida de los tuyos.
Una entrevista gratificante de los grandes profesionales y amigos de la Escuela 3 Armas:
"Aumentar las probabilidades de supervivencia, detectar y evitar las situaciones de peligro y garantizar la seguridad de las personas a tu cargo.Si tienes necesidad de diseñar, dirigir o ejecutar planes de seguridad para protección de personas, esta Formación ONLINE te da los conocimientos para empezar a hacerlo sólidamente.Quieres saber más?"
Seguridad en el Trabajo con Armas… Principios ineludibles de sentido común … el menos común de los sentidos.
Nota no tan corta por Cecilio Andrade.
El principio tan repetido por los centuriones romanos de “entrena como trabajas, trabaja como entrenas” debe formar parte íntima de la filosofía y modo de interactuar con armas de fuego para todo operador armado, sea durante su limpieza, portándolas, en el campo de tiro o en una acción de alto riesgo. Si el cuerpo y la mente solo saben actuar de una forma correcta, jamás podrán equivocarse por muy estresados o apurados que puedan encontrarse. Pero sobre este punto es muy importante tener presente que esto no debe ser jamás una excusa para el inmovilismo y el estancamiento.
Para todo profesional es evidente que sin unos mínimos requisitos de seguridad cualquier trabajo pasará de ser un simple riesgo a convertirse en una grave negligencia, paralela en muchos casos al delito, cuando no lo sea en si misma.
En mi caso particular, pero no soy ni de lejos el único, tiendo dividir la seguridad con armas en tres apartados:
Aunque en principio esta división resulta válida debemos tener en cuenta que con una correcta base de instrucción las acciones siempre responderán al entorno en el que se realicen, así como que las tres divisiones se complementan, apoyan y suman cada una a las otras.
Claves de Seguridad.
Cinco son las claves fundamentales de seguridad, totalmente aplicables a cualquier situación, del tipo que sea, sin olvidar jamás que es indiferente el estar en una galería de tiro o en una acción de riesgo para tenerlos presentes. Partiendo de estas claves de sentido común será fácil aplicar de forma natural todo lo demás.
Normas Generales de Seguridad.
Las normas generales de seguridad deben presidir cualquier acción relacionada con armas de fuego. Hay que tener en cuenta que legalmente se habla de profesionales cuya titulación y cualificación técnica los hace merecedores de una destreza indiscutible en el uso de las armas.
Normas de Seguridad en Entrenamientos.
Una vez llegado al campo de tiro, a las normas generales deben sumarse un grupo más de normas de seguridad, tendentes a evitar accidentes, ya sean los entrenamientos individuales o en equipo.
Normas de Seguridad en Operaciones.
Partiendo de la premisa de que la seguridad en el uso de las armas resulta la regla más básica para un agente con un nivel mínimo de profesionalidad, esta premisa adquiere toda su importancia cuando se trata de acciones reales en las que surgen factores no controlables.
Las normas de seguridad general y de entrenamiento son especialmente importantes en estas acciones, ya que son estas, si están bien aprendidas y asimiladas las que se aplicarán de una forma instintiva y natural.
Para terminar esta nota no tan corta, sobre todas los principios de seguridad aplicables debemos emplear siempre la mejor arma, el cerebro, y con él sacarle partido al mejor y menos común de los sentidos, a saber… el sentido común.
Cuídense y cuiden de los suyos.
Sorpresa, velocidad, agilidad y violencia como parte de los factores para enfrentar la agresión… simple… ¿o no es tan simple?
Nota corta por Cecilio Andrade.
Tras muchos años de pruebas y errores hoy me atrevo identificar siete principios comunes para enfrentar con ciertas garantías de éxito cualquier tipo de enfrentamiento, si hubiese prestado más atención a la Historia sin duda no hubiera cometido tantos errores y hallado antes esta mini “lista de chequeo”:
Un profesional armado perfectamente atento y capaz se mantiene alerta gracias a su consciencia de la situación, desarrollando y aplicando sólidas habilidades y capacidades, reforzando acciones ante situaciones críticas e incluyendo la posibilidad de contingencias y errores en sus planes, controlando la capacidad de cambiar de táctica en un momento, para ejecutar nuevas acciones sin miedo al fracaso ni a los fallos. Esa agilidad, táctica, física y mental, permite al operador mantener la velocidad durante su acción.
Para todo lo anterior una herramienta que utilizan los mejores profesionales armados por todo el mundo, para acrecentar la agilidad y a la vez mantener la velocidad, es el circuito OODA mediante el proceso de “disparar, avanzar y comunicar”. El proceso OODA, acrónimo de Observar, Orientar, Decidir y Actuar, fue desarrollado por el difunto Coronel John Boyd para depurar las rápidas decisiones de vida o muerte durante un combate aéreo, pero este proceso es precisamente lo que necesitamos para enfrentar con rapidez y eficacia un enfrentamiento armado. El circuito OODA es un modelo mental que nos obliga a procesar y responder a la información rápidamente, lo que nos permitirá llegar a ser muy buenos tomando decisiones instantáneas, evitando analizar las cosas exhaustivamente o quedar atrapado en las ineficaces soluciones que suelen salir bien en un seguro campo de entrenamiento, pero no son capaces de adaptarse a la acción sorpresiva e inesperada habitual de todo enfrentamiento. La sencilla, pero incontestable, observación del Coronel Boyd fue que si logramos acelerar nuestro propio ciclo de toma de decisiones mientras desaceleramos el de nuestros oponentes, los resultados se inclinarán a nuestro favor.
Debemos lograr acelerar el ciclo de respuesta, con un inapelable entrenamiento previo inteligente y efectivo, una planificación adaptativa y flexible y una toma de decisiones agresiva. A la vez se buscará ralentizar el ciclo de los enemigos distrayéndolos con velocidad y sorpresa, obligándolos a reaccionar y manteniéndolos a la defensiva. Quien desarrolle con más rapidez el ciclo OODA obtendrá siempre la ventaja. El profesional armado ofensivo no se dedica a planificar en exceso; más bien cuando la situación cambia, como siempre lo hace, lo hará con ella apoyado en dicho ciclo OODA.
Utilizará, merced de ese entrenamiento inteligente previo, un concepto psicológico de las artes marciales que designa un estado mental al que se accede durante el combate, caracterizado por una ausencia de pensamientos y emociones, permitiendo a la mente permanecer abierta y adaptable a todas las circunstancias. Lo que los antiguos samuráis denominaban Mushin, sin pensamiento, o lo que es lo mismo, de forma inconsciente.
Pensar en el ataque de forma continuada hace que mente y espíritu confluyan en un impulso hacia delante, en un esfuerzo activo que nos permite abordar cualquier enfrentamiento, del tipo que sea, con una inquebrantable confianza en nuestra capacidad de vencer. Mientras los agresores dedican su energía a protegerse o a compensar sus errores ante nuestras acciones sorpresivas, nosotros estaremos centrados en avanzar con intensidad, registrando los cambios y haciendo ajustes sobre la marcha para lograr una ejecución eficaz. Gracias a una profunda concentración nos moveremos tan ágil y velozmente que nuestros adversarios no podrán responder con eficacia.
Esta es la actitud que ha permitido desde el más remoto pasado hasta hoy en día, y sin duda alguna lo permitirá por muchos siglos, que un profesional armado venza en cualquier situación, siempre con los Principios, Valores y Ética de quien sabe que cumple su Deber de Proteger y Servir. Ni más ni menos.
Cuídense y cuiden de los suyos.
Evitar las dudas internas, activar la intuición y buscar siempre la sorpresa …las tres patas para sobrevivir a un enfrentamiento.
Nota corta por Cecilio Andrade.
Repasando notas y extractos para uno de los capítulos de un futuro libro, extraje una pequeña lista de siete dudas internas, trampas mentales les llaman también, que todos en mayor o menor medida hemos sufrido, sufrimos y sufriremos. Lo curioso es que son totalmente válidas para la capacitación y el trabajo con armas, tanto para instructores como para profesionales armados.
Pero la que de verdad puede afectar de una forma inapelable al resultado de un enfrentamiento, así como la capacitación y adiestramiento para el mismo, es la séptima, la del sesgo de confirmación. Permítanme que me explique.
La necesaria actitud proactiva que todo enfrentamiento exige nos obliga a hacer juicios inmediatos, así como a poseer una firmeza inquebrantable para confiar en tales juicios. Desgraciadamente todos sufrimos dudas internas que nos Ilevan a tener una enorme desconfianza de los juicios repentinos. Estas dudas internas hacen que opciones de importancia decisiva se conviertan en verdaderos campos minados por percepciones defectuosas. La más común de las dudas internas es el ya referido sesgo de confirmación, el mismo que que tan pronto como creemos que algo es cierto nos hace buscar la confirmación para apoyar ese punto de vista, cerrando todo acceso a la evidencia de lo contrario. El sesgo de confirmación es una de las principales dudas internas en las que caemos, alterando la toma de decisiones dentro del simbólico campo de minas que implica un enfrentamiento. Cuando lo cierto es que si lo piensan un momento, si sabemos dónde están las minas es posible evitarlas y seguir adelante con seguridad y firmeza.
Pese a todas esas dudas internas que comento, lo cierto es que la mayoría de usuarios de armas, profesionales o legítimos usuarios, piensan honestamente que podrán enfrentarse a cualquiera y en cualquier situación. En la mayoría de los casos es una simple cuestión de incompetencia inconsciente, en unos pocos es mucho peor, es incompetencia consciente y deshonestamente escondida. De hecho, el estar alerta es esa capacidad cuyo valor principal radica en evitar el peligro o el enfrentamiento, esa misma que nos ayudará a sobrevivir cuando ya estamos envueltos en una lucha, pese a nuestros esfuerzos por evitarla. Debemos comprender que necesitamos desarrollar una auténtica confianza en nosotros mismos, y nuestras capacidades, manteniéndonos al tanto del entorno todo el tiempo, de modo que jamás seamos sorprendidos con la guardia baja ni reducidos a tan solo reaccionar a la iniciativa de otros.
Estoy seguro que la mayoría de los que me leen más o menos asiduamente conocen el Código de Colores del Teniente Coronel Jeff Cooper, el mismo que nos permite afinar el estado de conciencia a modo de un radar interno o intuición preventiva. Cada uno de los cuatro colores representa nuestros estados de conciencia, desde la desconexión del entorno hasta la acción más violenta.
Buscando como contrarrestar las dudas internas, hacer lo inesperado que recomienda el Coronel Cooper, y el sentido común, nos exige fundamentalmente mirar las cosas desde un ángulo diferente al del resto de la gente, y por ende de nuestros adversarios. Cuando uno entrena para ver lo que los otros no ven, generamos la adaptabilidad innata que existe dentro de cada ser humano. Por lo general casi todo el mundo espera que los demás sigan las reglas, ya sea en una competición o en una reunión social, por lo que normalmente se considera que hacer lo inesperado equivale a romper las reglas. Debemos enfocarnos bajo la premisa de que todas las opciones están en nuestra mano. Ni podemos ni debemos seguir las reglas del adversario, ni tampoco las nuestras si ya no nos sirven. Aferramos a lo establecido y ampararnos a eso de “siempre se ha hecho así” o “todos o alguien especial lo hace así”, es sin duda la mejor forma de no poder regresar por nuestro pie a casa con los nuestros.
Necesitamos generar una característica clave con nuestros entrenamientos, la capacidad de saber cuándo hay que aplicar la forma de pensar poco convencional. Romper las reglas dentro de los límites éticos es una cualidad única y de nivel avanzado que es obligado cultivar y alimentar. De esta forma podremos aprovechar oportunidades donde otros no esperan que surjan o que ni siquiera son capaces de ver. Cuando una persona, una sociedad, o una institución se aferran siempre a hacer lo mismo y del mismo modo, surgirán tarde o temprano situaciones que sus rutinas no podrán enfrentar.
Cuanto más extremas sean las circunstancias, como es el caso de un enfrentamiento armado, más extrema es también la ruptura de las reglas. Si no sorprendemos a nuestros agresores es que estamos haciendo algo mal. Es obligado pensar de forma no convencional, sobrepasando los límites de las reglas y normas de actuación aceptadas como rutina.
Y aquí quiero terminar dejando perfectamente claro y definido que no estoy recomendando una conducta sin Ética, sin Valores y sin Principios, todo lo contrario, necesitamos de las tres para seguir siendo los buenos de nuestra particular vida de servir y proteger, portemos la ropa y la responsabilidad que sea. Pero sin duda alguna también necesitamos una conducta poco convencional, adaptativa y proactiva que sorprenda siempre al adversario.
Cuídense y cuiden de los suyos.