domingo, 21 de julio de 2024

Balística de Efectos. Siempre polémica y siempre en la palestra. (Parte I de II)


Balística de Efectos. Siempre polémica y siempre en la palestra. (Parte I de II)

Por Cecilio Andrade


Una pseudo-filosófica entradilla.


“El Universo no solo es más extraño de lo que pensamos,

sino que es más extraño de lo que podemos pensar.” 


¿Qué opinan?

Piénsenlo con calma, no tengan prisa en contestarse a Ud´s mismos, tienen una vida por delante para ello. No hay prisa alguna.

Respecto a la cita, así se expresó el genetista y biólogo evolutivo John B.S. Haldane.

En el mundo de las armas, del combate, la táctica, el tiro, resumiendo, del empleo de la violencia en general, sea ética y moralmente justificada o no, podemos hablar de un rosario de cuentas encadenadas. Cuentas multifacéticas sin duda alguna, más o menos poliédricas y pulidas, conformadas por mucha bisutería rodeando unas pocas piedras preciosas. Muy pocas por desgracia.

La mayor parte de esa bisutería solo pretende adornar y no enriquecer, tal y como es común en cualquier bisutería. Sin duda esa frase les recordará a Don Calderón de la Barca cuando escribió aquellos versos casi religiosos:


“… porque aquí a lo que sospecho no adorna el vestido el pecho, que el pecho adorna al vestido…”


Hoy en día, sin pretender que es algo moderno ni exclusivo, tenemos muchos vestidos adornando pechos, con parches y velcro sobre todo, por no hablar de los que se portan en los brazos.

Aun así mucha de esa bisutería puede ser de gran utilidad para lograr comprender, comparar, analizar, deducir, y en definitiva para mejorar y evolucionar. De todos podemos sacar lecciones, de que hacer o de que no hacer, pero todas positivas si las aplicamos con la mente y la actitud adecuada. 

No recuerdo dónde leí, ni he podido confirmar su autor de forma fidedigna, discúlpenme:


“No hay nada tan inevitable como un error al que le ha llegado su momento”.


Sin duda ya conocen mi particular forma de pensar respecto al error y al aprender de todos los que pasen por nuestra vida, ya sea la profesional o la personal. 

No descarten ninguna cuenta por no ser perla certificada ni piedra preciosa, grandes obras y joyas han pasado al mundo del arte y la belleza sin ser más que, en el fondo de sus materiales, simple bisutería.

Mucha bisutería transmite belleza pese a estar construida con materiales de saldo y de ocasión. Muchos joyas son pura basura y engendros sin mayor valor que el material que las conforma.

Así es nuestro “mundillo” de la violencia justifica.

No lo duden analicen todo con lupa de joyero, al detalle, al quilate. Vean los errores, conscientes o inconscientes, asumiendo que de ellos podemos sacar sabias lecciones, y que los únicos errores que debemos evitar son aquellos que nos limitan la posibilidad de volver a intentarlo una vez más.

Una y otra vez más, siempre.

Los errores enseñan, los propios si somos inteligentes, los ajenos si somos sabios. Todos los errores valen para algo, ni uno solo se sale de este sabio dicho popular. Y ya puestos en errores y en refranes, ¿conocen uno que dice?:


“Quien anda es quien tropieza, y no el que está en la cama a pata tiesa.”


¿Andan o están en la cama? El movimiento se demuestra andando, ya lo saben, pero andar implica arriesgarse a tropezar, algo que pocos están en condiciones de aceptar, y muchos menos de aprovechar.

Y ya en el último refrán de esta entradilla pseudo-filosófica, como ya dije:


“¿Acertar errando? Sucede de cuando en cuando”.


El sabio saber popular… nunca me deja de asombrar.


Armas de fuego de “mano”.

Antes de empezar una aclaración técnica. 

Mis comentarios vertidos en este trabajo no hacen referencia a un tipo específico de tirador de arma larga. Es una generalización técnica sin entrar en detalles de especialización técnica, táctica, de arma ni de municiones específicas. Generado a modo de compendio general de principios de trabajo y análisis.

Aclarado el punto pasemos al “meollo” del asunto.

Ser conscientes de la importancia de conocer la capacidad de las municiones, para con ello saber sacarles todo su rendimiento, es algo de sentido común. Ya saben, hablo de ese sentido tan poco común.

Desde el nacimiento de las armas de fuego “de mano”, se ha buscado formas de visualizar y mejorar mediante ensayos previos los efectos de una determinada munición y/o proyectiles. Animales, arcilla, sandías, garrafas o tetrabrik con líquidos coloreados de forma llamativa, y más recientemente la gelatina balística, son los medios con los que se ha buscado visualizar esos efectos físicos.

Pero por muy espectaculares que parezcan en esas masas inermes, el comportamiento sobre un blanco humano nunca es igual, ni estallan ni se deforman, pero sobre todo, nunca son 100 por cien predecibles, ni mucho menos repetibles.

Existen infinidad de expresiones, casi tantas como expertos en este mundillo tan especializado y especial, en relación con la capacidad más o menos lesiva y/o incapacitante de una munición determinada. Las más comunes, conocidas y repetidas, con seguridad las conocen, quizás son killing o stopping power, en inglés, y en castellano poder de detención, de incapacitación o de parada. Casi todos estos conceptos están basados en la energía que los proyectiles, las “balas”, poseen y/o transfieren al impactar en el blanco.

Hasta hace pocos años las pruebas no pasaban de ser simples anécdotas más o menos espectaculares, en base a sucesos más o menos aislados, amén de las necropsias posteriores. Acciones que muchas veces no explicaban nada de lo sucedido en el tiroteo real

Por cierto, a modo de comentario de “culturilla” me van permitir un pequeño inciso, o una nueva digresión tan típica en mí.

En alguna que otra conferencia me han pretendido corregir este concepto, necropsia. Término que en castellano no significa lo mismo que en inglés. La necropsia, del griego clásico nekros, cadáver, y opsis, vista, según la Real Academia Española, es sinónimo de autopsia.

Si bien es cierto que algunos médicos forenses consideran la necropsia como la exploración física externa del cadáver antes de proceder con la apertura de cavidades. No se debe confundir con el término necropsy, en inglés, puesto que este término se refiere a un procedimiento científico veterinario a través del cual se estudia un cadáver animal para tratar de identificar la posible causa de muerte, así como la identificación del cadáver.

En castellano, el término necropsia no solo sirve para nombrar al procedimiento en animales sino también en humanos, al igual que la autopsia.

Terminada la digresión continuemos con el tema central que nos ocupa.

Hoy en día la balística de efectos puede considerarse una rama fuerte y vigorosa de la ciencia balística. Dos grandes, y muy polémicos, todo hay que decirlo, expertos actuales en la misma son los autores del libro “Stopping Power”, Edward Sanow y Evan Marshall, ya con varias ediciones mejoradas y revisadas a sus espaldas. Aunque sus trabajos versan básicamente sobre municiones de arma corta, podemos encontrar algunos datos relevantes sobre munición de fusil.

Por cierto, debo ser honesto y comentar que discrepo sobre varios puntos de las teorías que defienden ambos autores en sus trabajos. Aunque son pocos los conceptos de discrepancia, todo hay que decirlo, por lo general los utilizo a modo de contraste, referencia y base de trabajo.


Pioneros.

Haciendo un poco de Historia con una investigación mucho más específica, encontramos al Doctor francés Eugene-Louis Doyen. Dicho profesional realizó uno de los estudios sobre balística de efectos de armas largas más relevantes hasta el presente, convirtiéndose en una referencia casi obligada. 

Comenzó recabando información comparativa sobre la Guerra de Crimea y la Guerra Franco-Prusiana, junto con ensayos realizados sobre el fusil Lebel y su especial cartucho (8x50 R Francés u 8 mm Lebel). Ambos, arma y cartucho, fueron los primeros diseñados para el empleo de pólvora sin humo a nivel militar.

El Dr. Doyen publicó en 1901 un estudio detallado y exhaustivo, abarcando tres periodos distintos de la evolución en la cartuchería. Para lo que a este reportaje se refiere me ceñiré al último periodo, el de los pequeños calibres. Lo haré así ya que es el más cercano al trabajo práctico, útil y, sobre todo, aplicable a la actualidad. Les dejo a su curiosidad y deseos de aprender la búsqueda del trabajo completo del Dr. Doyen.

En el periodo que nos ocupa, el de los pequeños calibres, las mayores presiones de las pólvoras sin humo, así como las velocidades incrementadas de salida y rotacionales, obligaron a encamisar completamente los proyectiles con un metal más duro que el plomo tradicional. Esto fue necesario tanto para evitar que el proyectil se saltase el estriado del cañón, como impedir que se desintegrase en su vuelo a causa de la enorme fuerza centrífuga desarrollada.

En este periodo distinguimos dos épocas bien definidas.

  • Periodo de las balas romas u ojivales.
  • Periodo de las balas agudas o aerodinámicas.


Las primeras provocaban bajas sin causar grandes heridas, llegando a ser denominadas, eufemísticamente sin duda, balas humanitarias. Siendo su poder de incapacitación bastante pobre, se buscó mejorar esto gracias a inventos tales como las balas de Dum-Dum y adaptaciones similares. Adaptaciones que, de todos es conocido, por sus efectos aparentemente explosivos fueron prohibidas en las Convenciones de Ginebra y de La Haya.

En cuanto a las balas agudas o aerodinámicas, al ahusarse perdían masa ganando velocidad traslacional. Todo ello hizo que generaran una enorme capacidad de perforación, casi a cualquier distancia de empleo eficaz. Cedían muy poca energía cinética al impactar, por lo que sus heridas eran relativamente poco graves a largas distancias. 

Eso sí, a cortas y medias distancias el efecto era muy distinto, observándose daños explosivos en órganos blandos, así como grandes cavidades traumáticas en masas musculares. Todo ello, en muchos casos, sin apenas deformación del proyectil.

Hoy, tiempo después de que el Dr. Doyen llevase a cabo sus estudios, casi todos los profesionales de las armas saben que según el tipo de proyectil que se emplee los efectos serán unos u otros. La distinción básica de blindada, semiblindada y punta hueca es bastante conocida, no siéndolo tanto sus efectos, consecuencias, ventajas y defectos específicos.

Todo proyectil produce, al impactar, algo que se denomina “cavidad permanente”. Que es, a modo de explicación muy sucinta, la trayectoria física dentro del objetivo hasta que lo atraviesa o se detiene. Según el tipo de proyectil del que se trate, generará una cavidad permanente más o menos gruesa. Dependiendo de la colocación del disparo o lo que es lo mismo, lo que dicha cavidad permanente atraviese, podremos deducir el daño sufrido así como el periodo de tiempo necesario para lograr la incapacitación total del blanco.

En este punto debemos tener en cuenta la potencia de penetración de la munición, dependiente de la distancia y medios a atravesar. Según una norma del FBI, son necesarios al menos 30 cm de penetración para lograr neutralizar efectivamente un blanco humano, algo que la munición de fusil, en condiciones normales, excede sobradamente.

El segundo efecto, que en el caso de los proyectiles hipersónicos no es producido por el proyectil físico en si mismo, sino por su onda de choque, es la denominada cavidad temporal. Esa misma que nos queda grabada en la memoria por la explosión de sandías, las deformaciones en objetos de arcilla o, la más llamativa y dramática, la observada en videos a cámara lenta con gelatina balística.

Se trata, básicamente, del resultado de una transferencia de energía en milésimas de segundo por dicha onda de choque, en un medio relativamente fluido como es el cuerpo humano.

Hasta no hace muchos años la mayor parte de los estudios se realizaban con armas cortas, pistolas y revólveres con características balísticas muy distintas a las de las armas largas, cuyos proyectiles poseen hasta diez veces más energía, siendo por ello capaces de infligir daños exponencialmente mayores.

Se considera que para que un proyectil genere una onda de choque consistente debe desarrollar una velocidad superior a 600 m/s así como poseer forma aguzada. Bajo estas condiciones, el efecto de cavitación, o de hipervasación, puede ser lo suficientemente consistente como para provocar una cavidad temporal merced a su velocidad, potencia e instantaneidad, causando daños masivos y aparentemente explosivos.

Un buen ejemplo de esta apariencia explosiva, fueron las denuncias formuladas durante la Gran Guerra de 1914-18 contra el Ejército británico. En ese periodo se produjo la sustitución de sus balas romas por las aguzadas, principalmente debido a motivos de ahorro en materiales estratégicos, dando la falsa impresión de que empleaban balas explosivas.


Fin de la parte I... 


Cuídense y cuiden de los suyos.

miércoles, 17 de julio de 2024

Una divertida y relajada entrevista entre amigos.


Una divertida y relajada entrevista entre amigos.


Una muy divertida entrevista, 
al menos para mi lo fue, y mucho, 
además de relajada y cómoda, 
explayándome con el democrático derecho a la libertad de expresión 
de lo “políticamente incorrecto”.

Gracias Pablo por todo su esfuerzo y paciencia.

Espero no les desagrade perder una hora de su tiempo.

Cuídense y cuiden de los suyos. 




domingo, 14 de julio de 2024

Instruir liderando .... Historia en un artículo... quizá, polémico.

Instruir  liderando .... Historia en un artículo.... quizá, polémico.

Por Cecilio Andrade.


Instructor y líder son las dos partes de una, como ya dije en el título del presente artículo, muy vieja historia,  ¿recuerdan "eso" de Auctoritas o Potestas de los romanos?. Lo crean o no, lo apliquen o no, lo conozcan o no, lo cierto es que para ver crecer a nuestros alumnos no hay otra hoja de ruta.


Los romanos supieron distinguir perfectamente algo que a día de hoy es muy común confundir, la auctoritas con la potestas. Un debate milenario, sobre si la autoridad debe ser solo moral, ética, profesional, humanista, educativa, y un largo, larguísimo en realidad, etc. o simplemente es necesario una autoridad certificada, diplomada, administrativa, burocrática y/o jurídica. Gran cuestión esta que aún nos da coletazos en el actual siglo XXI... ¿no creen?


La primera, auctoritas, tiene que ver con la autoridad moral que debe ganarse uno cada día con su propia profesionalidad y buen ejemplo; con el respeto y dedicación; con el cariño, aprecio, emociones, empatía y generosidad; con la persuasión, convicción, diálogo y comunicación precisa e individualizada; con los conocimientos adquiridos y las experiencias de contrastarlos; con un comportamiento y conducta ejemplar; con el saber y preparar la materia, clase o sesión; con una ascendencia y capacidad moral que ni se compra en tiendas de marca ni en mercadillos de pulgas.


Así es, hablamos de algo que ni se compra ni se vende, algo que se adquiere, se aprende y se demuestra, que se construye día a día, con mucho esfuerzo y sacrificio, con mucha ilusión, con una enorme vocación, con un firme amor por este hermoso oficio, el de enseñar, aprender y compartir el conocimiento, el saber y la experiencia de poder ejercer una indeseada violencia éticamente justificada por unos firmes Principios y Valores humanos.


Mientras la potestas, por lo contrario, consiste en ese conjunto de facultades públicas que son otorgadas desde fuera a una persona, de acuerdo con unas formalidades burocráticas y administrativas perfectamente definidas. Se trata de un poder que no emana de la condición personal del titular, sino que está relacionada con la fuerza y la imposición coercitiva, con aquello que Maquiavelo explicó al definir que: 


“El príncipe debe infundir temor e imponerse por la fuerza (...)”.


Sinceramente, estoy convencido de que un buen instructor, institucional, corporativo o personal, debe poseer la autoridad suficiente que sustente su capacidad de persuadir y convencer, hablo de auctoritas. Debe poseer, además, suficientes recursos, mecanismos, planes, equipos, protocolos  y procedimientos, amén de los ya nombrados conocimientos y experiencias, que le permitan desempeñar su función de líder y mentor razonablemente bien, sin caer en el victimismo, sin que necesite investirse de un potestas pública, y mucho menos que alguien externo al propio instructor, líder y/o mentor la imponga. 


Porque, guste mucho o poco leerlo, entre otras muchas cosas y sin lugar a discusión, sin auctoritas no hay potestas, y por mucho que alguien se empeñe en convertirse en agente indiscutible de la autoridad y la verdad, las cosas son mucho más complejas cuando pretendemos influir en otros seres humanos. 

En muchos centros académicos, tanto institucionales como privados, hay responsables con poca o nula autoridad moral, donde sin duda alguna algunos reciben más respeto por parte de sus jefes y alumnado del que con toda probabilidad merezcan. Es uno de esos hechos qué se puede comprobar con muy poco esfuerzo… desgraciadamente. Y, añadiendo leña al fuego de esta hoguera, recuerden que tratar con respeto no siempre es sinónimo de respetar.


Resulta imposible resumir en un artículo como este, incluso quizás tampoco en un ensayo denso, que otros más doctos ya han escrito, todo lo que suscita el debate sobre la autoridad que un instructor y líder debe poseer. Controversia que, después de todo, no es nueva. 


Habría que enmarcar todo ello en una reflexión mucho más extensa, global si se quiere, sobre la sociedad, sobre el fracaso social y académico, sobre el rol que juega cada persona, y de manera más particular sobre la propia comunidad de instructores “tácticos”, como les gusta a algún que otro y otra definirse.


Todo instructor debe tener grabados a fuego sus Valores y Principios, que trabajan con y para personas concretas, con ritmos y necesidades distintas y propias, y jamás en función de intereses políticos de votos, económicos de mercado y beneficios personales, o de audiencias y necesidades enfermizas de acumular me gusta cibernéticos en una cuenta virtual. 


Como decía D. Francisco Giner de los Ríos, enseñar, guiar y/o instruir significa “aprender a dirigir con sentido la propia vida”, lo cual no solo implica acumular y repetir información, sino que también implica conocer, contrastar, reflexionar, elaborar, adaptar, sumando a una enorme bolsa de canicas de conocimientos que, en definitiva, significan huir del pensamiento integrista tan en boga en nuestros días, renunciando a la comodidad de las recetas mágicas y de las razones ególatras y únicas, además de, por supuesto, esas ocurrencias de moda, las diga quien las diga, las haga quien las haga.


El equilibrio, como en todo en la vida, está en el termino medio, poseer la Potestas que marque la ley y los reglamentos de cada país, y cultivar la Autorictas que nos haga buscar la excelencia en el trabajo quizás más exigente e importante en cualquier campo del saber humano, el que implica transmitir y acrecentar el conocimiento.


Para finalizar este primer tercio de un polémico artículo, permítanme, o no, una serie de preguntas impertinentes, como casi todas las mías.


 Como instructores, mentores y/o líderes:


¿Tenemos Auctoritas?

¿Ganada cada día con nuestro propio comportamiento y conducta?

¿O tenemos sólo Potestas?

¿Impuesta por un papel más o menos grueso, impreso en base a una regla, norma o ley?

¿Tenemos ambas bien alimentadas y regadas?


Espero que el resto del artículo les resulte menos irreverente.


Un cuestionario simple y personal.


¿Qué opinan de que les presente un cuestionario simple y personal para Instructores de armas y técnicas? 


¿Y si les digo que además puede adaptarse para cualquier campo del saber y de la vida?


Permítanme que explique... que o logre o no es otra cuestión. 


A finales del siglo XIX, cuando no existía esto tan cool de la actual era digital, hablo de las redes sociales, con el concepto de "redes" en más de un sentido no siempre agradable, la gente joven se conocía en persona o por correspondencia. Y para esto último, mediante el tan “primitivo” y lento correo de sobre y papel, eran muy populares unos cuestionarios que supuestamente indagaban en lo más profundo de la persona. Era el pasatiempo favorito de la época, sobre todo de las señoritas y señoritos de media y alta sociedad, las demás bastante tenían con lograr acabar la jornada con el estómago medianamente satisfecho. 


Este juego de salón adquirió una enorme popularidad, llegando a las manos de “un tal” Marcel Proust. Hablamos de un novelista y crítico francés, cuya posterior novela “En busca del tiempo perdido", constituye una de las cimas literarias del siglo XX. Esta extensa novela fue enormemente influyente tanto en el campo de la literatura como en el de la filosofía y la teoría del arte. 


Pues bien, este caballero contestó a su primer cuestionario a los 13 años. Tiempo después creó el suyo personal y se lo regaló a su amiga Antoinette Faure, hija del expresidente de Francia Félix Faure, pero con preguntas un poco más especiales de lo habitual, incitando a reflexionar sobre la vida, la muerte, el amor y la felicidad. 


Finalmente publicó sus respuestas personales en el artículo “Las confidencias de salón”.


Si tienen un interés particular en la versión original de Monsieur Proust no es muy difícil encontrarlo en múltiples páginas en la red. Adelante, es sumamente enriquecedor…


Pues bien el famoso cuestionario de Proust ha acabado generando innumerables versiones en cientos de campos, y como no, me fue imposible evitar generar los míos, y no uno, sino varias versiones y para varios objetivos. 


Los dos primeros que adapté, con una década y media a sus espaldas, iban dirigidos al instructor y el alumno de armas, respectivamente. Permítanme compartirles el dirigido al instructor.

  1. ¿Principal rasgo de su carácter como instructor?
  2. ¿Qué cualidad aprecia más en un instructor?
  3. ¿Y en un/a alumno?
  4. ¿Qué espera de sus compañeros instructores?
  5. ¿Su principal defecto al instruir?
  6. ¿Su parte favorita de la instrucción?
  7. ¿Su ideal de instrucción?
  8. ¿Cuál considera que sería su mayor fallo al instruir?
  9. ¿Qué meta le gustaría alcanzar como instructor?
  10. ¿En qué campo le gustaría destacar como instructor?
  11. ¿Su práctica favorita?
  12. ¿La qué más detesta?
  13. ¿Qué busca o le motiva para instruir?
  14. ¿Qué instructores admira?
  15. ¿Cuales detesta?
  16. ¿Un héroe de ficción?
  17. ¿Una heroína?
  18. ¿Su tipo de alumno favorito?
  19. ¿Su libro preferido?
  20. ¿Su héroe de la vida real?
  21. ¿Su película favorita?
  22. ¿Qué hábito ajeno no soporta?
  23. ¿Qué frase o cita asocian sus alumnos a Ud?
  24. ¿En su campo, como y/o donde se ve dentro de 10 años?
  25. ¿Un hecho de armas que admire?
  26. ¿Qué don desearía poseer?
  27. ¿Cómo le gustaría morir?
  28. ¿Cuál es su estado de ánimo más habitual?
  29. ¿Qué defectos le inspiran más indulgencia?
  30. ¿Tiene un lema?

No es necesario que lo hagan público como Monsieur Proust, quizá es mejor no lo hagan, tan solo contestando con sinceridad para Uds. mismos es un cuestionario muy esclarecedor.


¿Se atreven?


Un coctel muy variopinto.


Y tanto que encauzo el último tercio de este sin duda polémico artículo, mezclando un variopinto cóctel particular, ahí va la receta:


- Una parte de Maestros de Armas.

- Otra parte de Google.

- Dos partes de Proyecto Oxygen.

- Para finalizar con una pizca de humildad y conocimiento personal.


Y todo ello en aras del liderazgo al instruir para salvar vidas.


Me consta que ya saben lo reiterativo y pesado que puedo ser de distintas formas y por distintos medios, ya sea de mediocre “juntaletras” o de más mediocre orador en clases y conferencias, repitiendo conceptos, datos, comentarios y un largo etcétera de cuestiones. Y hoy no voy a defraudarlos, por lo que reincidiré en dos cuestiones que, como no, he comentado infinidad de veces, pero que considero primordiales a todo ser humano que desee crecer en cualquier campo del saber.


La primera es la de que el saber y las nuevas ideas surgen de cualquier lugar, por más ajenas e inverosímiles que puedan parecernos a nuestra actividad. Y en el campo de la seguridad, en sus miles de aspectos y especialidades, no es distinto. 


La otra hace referencia a la enorme necesidad de que instruir y liderar estén siempre en un paquete integrado, unificado y homogéneo. Un buen maestro lo es más por su capacidad de liderazgo que por sus conocimientos, ya que un líder debe transmitir con eficacia las enseñanzas necesarias para que su equipo crezca y avance sin estancarse. 


Pues bien, desde una empresa tecnológica puntera que todos conocen, Google, en permanente búsqueda de líderes para lograr mantener su primacía, surge en el 2008 el proyecto Oxygen. Les emplazo a buscar sobre su nacimiento y expansión en el blog del mismo Google. 


Partiendo de una de las múltiples investigaciones realizadas dentro de este proyecto, lograron crear una lista de chequeo de comportamientos concretos que se repetían en todos sus mejores líderes y gerentes. 


Lista de chequeo que busca, con sus preguntas, detectar a los líderes, demostrando que existe una correlación fundamental entre la puntuación que obtienen los líderes y el desempeño entre ese líder y su equipo. A mayor puntuación se observa un mejor desempeño en cualquiera de los aspectos clave que compartían los líderes con mejor rendimiento.

Y aquí es donde surgió el cruce de ideas que podemos aplicar sin problema alguno a todos los aspectos, campos y especialidades de la Seguridad y la instrucción para la misma.


Cada una de las preguntas se puntúan según la escala Likert, específicamente la denominada escala de acuerdo, con cinco posibles respuestas puntuables de 1 a 5:

    • Totalmente en desacuerdo:  1 punto.
    • En desacuerdo:  2 puntos.
    • Me es indiferente:  3 puntos.
    • De acuerdo:  4 puntos.
    • Totalmente de acuerdo:  5 puntos.

Pasemos a las preguntas que me he atrevido a reescribir para nuestro tan polifacético ámbito de trabajo, la instrucción para la seguridad.

    1. Recomendaría a mi instructor a otros.
    2. Mi instructor me asigna tareas que me ayudan a desarrollar mis capacidades.
    3. Mi instructor me comunica claramente los objetivos a lograr, individuales y de equipo.
    4. Mi instructor me da retroalimentación útil.
    5. Mi instructor me da la autonomía que necesito para hacer crecer mis capacidades.
    6. Mi instructor muestra consideración hacia mí como persona.
    7. Mi instructor me ayuda a estar enfocado en lo que es prioritario, incluso cuando es muy difícil hacerlo.
    8. Mi instructor comparte información de sus propios instructores y mentores.
    9. Mi instructor ha tenido una conversación significativa conmigo sobre el progreso de mis capacidades en el último mes (o el periodo de tiempo acorde con el campo de aplicación).
    10. Mi instructor tiene los conocimientos humanos y técnicos requeridos para hacer su trabajo de manera efectiva.
    11. Las actitudes de mi instructor muestran que valora la perspectiva que aporto, incluso si es diferente de la suya.
    12. Mi instructor toma decisiones difíciles de manera efectiva.
    13. Mi instructor colabora con otros equipos de aprendizaje y enseñanza.
    14. ¿Qué recomendaría a mi instructor que continuase haciendo?
    15. ¿Qué desearía que mi instructor cambiase?

¿Han observado algo especialmente relevante de esta lista? 


Tan solo una de las preguntas hace referencia a sus habilidades, todas las demás buscan describir a la persona, al ser humano. 


En base a las preguntas de la lista, nos damos cuenta que el liderazgo de un buen instructor nace de dar libertad y poder de decisión a las personas que están recibiendo sus conocimientos. Personas que sienten que la responsabilidad del resultado final del trabajo que están realizando es suya, y que lo verdaderamente importante es saber llegar a los objetivos marcados, dentro de unos límites y con unos procedimientos perfectamente definidos.


Los mejores instructores son líderes que ayudan a sus alumnos a crecer y lograr el éxito.


Cuídense y cuiden de los suyos.