domingo, 10 de marzo de 2024

Poseemos un cerebro táctico innato... conozcámoslo para poder aprovechar todo lo que nos ofrece para sobrevivir.

Poseemos un cerebro táctico innato... conozcámoslo para poder aprovechar todo lo que nos ofrece para sobrevivir.

Por Cecilio Andrade.



Creo que para la mayoría de mis sufridos lectores y alumnos, más o menos asiduos, es evidente el tiempo que dedico a estudiar y comprobar todo lo relacionado con ese kilo y medio escaso, en algunas personas más escaso que en otras, de gelatina que llamamos cerebro. En particular en aspectos tan compenetrados con la lucha y la supervivencia en combate, como son la Teoría Evolutiva, la Neurología, la Fisiología, la Psicología, la Biomecánica y un muy largo etcétera de  ciencias y estudios transversales que, para mi al menos, están totalmente relacionados. 


Materias que hay que estudiar en un conjunto integral e integrado para intentar comprender mínimamente eso que nos ha acompañado a lo largo de toda la existencia de la vida en esta vieja canica azul que flota en el espacio, y si, me refiero la tan políticamente incorrecta violencia, enfrentamiento y el combate.


En muchos artículos, clases y conferencias intento no aburrir cuando hablo sobre el “ancho de banda” de nuestra gelatina cerebral. Pese a lo cual siempre pregunto cosas como:

 

¿Cuánta información es capaz de captar conscientemente por segundo un cerebro medio?


 Muy raramente me saben contestar, salvo que sean sufridos y masoquistas repetidores en mis ponencias, que en el mejor de los casos es de algo menos de unos 1000 bits x seg. 


Es entonces cuando disparo la segunda pregunta trampa con una sonrisa lobuna:


¿Entonces con cuánto trabaja el subconsciente? 


A lo cual, tras un rato de hacerles sudar, mirarse de reojo y contestar números al azar, informarles que es la asombrosa cantidad de 400.000.000.000 de bits x seg. Y ahora extiendan su imaginación, nuestra "gelatina" capta todo eso en cada uno de todos los segundos de nuestra vida.


Y si, leyeron bien, son cuatrocientos mil millones, no necesitan contar los ceros. Y si lo pasamos a un termino más común, pero no por ello mejor conocido, los gigabytes, son el equivalente a 46 “gigas” de sus inteligentes teléfonos. Por si me he equivocado en los cálculos cada bit de información equivale a 0.125 bytes informáticos, o lo que es lo mismo por cada 8 bits (ceros y unos) obtenemos un byte (unidad de memoria informática).


Mucha información aburrida ¿verdad? 



Por cierto, relean que uso el verbo captar y no procesar… es un matiz importante a tener en cuenta y que espero saber explicar si continuan leyendo. 


Volviendo a lo que nos ocupa, sin duda es impresionante semejante ancho de banda inconsciente, pero no es menos impresionante si analizamos la entrada inconsciente de datos de cada uno de los sentidos por separado, tal y como vienen reflejados en la tabla adjunta*. En la misma podemos comparar la diferencia entre el ancho de banda y la capacidad de transmisión de datos inconsciente de nuestros sentidos al cerebro, frente al ancho de banda de nuestra percepción consciente. Siendo esto último algo tan bajo como un bit x seg en el caso del olfato o el gusto, cinco para el tacto, o hasta 30 y 40 bits x seg para el oído y la vista respectivamente. 


Quizá todo puede parecer demasiado extremo cuando comparamos la recepción del “yo consciente” respecto al “yo inconsciente”, pero lo cierto es que nuestro “verdadero yo” lo forma la suma unificada de ambos, que por otra parte jamás existen por separado ni van su cuenta.


Hoy en día se considera, gracias a experimentos y pruebas aun no definitivas, que aunque la mente inconsciente “capta” la cantidad ingente reseñada anteriormente, en realidad procesa realmente la muchísimo menor pero tampoco nada desdeñable cantidad de algo más de 11 millones de bits x seg., para que en el nivel final nuestra mente consciente decida con unos 50 bits x seg.


Ello demuestra que gran parte de las funciones relacionadas con los sentidos y el cerebro funcionan de forma totalmente automática, y que la parte de toma decisiones de forma consciente ya viene relativamente formada previamente desde nuestro subconsciente. 


No experimentamos los “datos en bruto” del mundo que nos rodea, solo lo “sentimos” tras haber sido filtrados cuidadosamente por el subconsciente. El mundo nos parece rico en detalles, sin duda, pero por suerte para nosotros y nuestra supervivencia, no percibimos conscientemente tantos detalles sobre esa vasta información como creemos. Eso explica, en parte, algunas ilusiones ópticas o efectos que se generan en un enfrentamiento, donde el estrés de supervivencia también actúa sobre todo lo anterior.


Si ahora trasladamos todos estos números al trabajo del Coronel Boyd, con su concepto del OODA y de los “cuartos de segundo” necesarios para ser conscientes de los estímulos externos y poder “pensar” en como reaccionar, quizá alcancemos a comprender porque creemos que esos cuartos de segundo a todos los efectos son simultáneos y en tiempo real, haciéndonos vivir en una aparente “realidad con retraso”.


Para terminar y complicarles más todo este verdadero oxímoron neuronal, el aparentemente lógico  sentido común nos dice que primero pensamos y entonces decidimos cómo nos sentimos respecto a ello. Lo cierto, y todas las pruebas lo demuestran así, es que es al contrario, como nos sentimos respecto a algo nos viene a decir que es lo que debemos pensar.


Sin duda no somos esos orgullosos seres racionales que presumimos, pero por suerte somos más demostrados muy eficaces animales emocionales con raciocinio… y mucho más emocionales cuando la propia supervivencia, la del Glaber Simiae** que somos en realidad, está en juego.


Kilo y “poco” de gelatina

Que el cerebro también es un órgano no cabe duda alguna, es el generador de ordenes, acciones y reacciones específicas, del cual se olvida, o simplemente se ignora, que también sufre sus propias reacciones fisiológicas y químicas, y de una forma muy acusada además. Un maravilloso kilo y “poco” de gelatina e incógnitas, eso es nuestro su cerebro... ¿táctico?

¿Les suena algo como esto?

No podía pensar con claridad, sabía que tenía que hacer algo pero no recordaba que, no reconocía que me estaba pasando”. 

Pensar es una acto electro-químico de las neuronas, y el cerebro está formado por “muchas” neuronas... lo cual me da pie a una de mis acostumbradas digresiones, no me disculpen.

Un adulto tiene cerca de noventa mil millones de neuronas... y cada una de esas neuronas pueden conectarse con otras cincuenta mil, en un proceso denominado sinapsis... ahora multipliquen ...

Regresando a la argumentación, si la sinapsis entre neuronas está afectada, obstruida o reducida, el pensamiento cuando menos es incompleto e ineficaz, y, sé que lo saben, con estrés se generan muchas sustancias que llegan a impedir y obstruir la transmisión nerviosa normal, tanto a nivel eléctrico como químico.

Con seguridad también les será muy conocido aquello de:

Después que pasó todo apenas recordaba algo”. 
o
No recordaba nada, mi mente estaba en blanco”.

No pensar con claridad por esa comunicación neuronal irregular afecta a como se reciben los datos, y recordar es ni más ni menos que recuperar datos archivados. No se puede recuperar lo que no se ha recibido, o que se ha recibido de forma fragmentaria e inconexa. 

El subconsciente puede recibir ayuda a posteriori con terapias y técnicas adecuadas, pero hay que tener mucho cuidado con un factor capital, los falsos recuerdos, inventados o añadidos por ser “coherentes”. La coherencia que puede ser inducida, de nuevo a posteriori, externa o internamente, por comentarios, lecturas, pensamientos, ansiedad por dar respuestas, etc. 

Ser conscientes de que el cerebro no puede procesar información de la forma correcta puede ayudar a reconstruir un recuerdo sin añadir “coherencias”, positivas o negativas, que normalmente son irreales.

 Después de todo, pensar y recordar son simple y llanamente procesos químicos, donde las células nerviosas liberan sustancias para comunicarse entre ellas. El problema surge cuando las nuevas sustancias químicas de la ansiedad y el estrés chocan y obstaculizan a los neurotransmisores "normales", dando lugar a que memoria y pensamiento se vean alterados, siendo esta alteración mayor o menor dependiendo del grado de percepción interna de la situación vivida. 

Piensen, por ejemplo, en un accidente familiar grave que hayan vivido, ¿recuerdan como llegaron al hospital tras recibir la llamada de que su hija estaba ingresada en estado grave?

Por último, ¿alguna alguna vez han vivido esto?

No podía pensar y apenas respirar, solo oía que me repetían, “respira despacio y profundo””. 

Todo el mundo ha vivido situaciones propias o ajenas altamente estresantes en las que alguien dice, “tranquilo, tu solo respira hondo”, sin duda uno de los mejores consejos para tales situaciones. La meditación, sin ir más lejos, basa casi todo su trabajo fisiológico en este punto, respirar y concentrarse en respirar. 

Pero ocurre que los pulmones se contraen ante una situación de ansiedad y estrés, con lo cual no podrán tomar todo el oxígeno que desearíamos, y la cuestión es que el oxígeno es fundamental para las funciones de pensar y recordar. 

El cerebro necesita el 20% del total respirado, lo cual, si lo comparamos con su volumen respecto al resto del cuerpo, es mucho oxígeno. Y mientras otros órganos pueden ralentizar sus funciones para consumir menos, los músculos usar otros “combustibles” anaeróbicos, sin necesidad de oxigeno, el cerebro no puede hacer ni una ni otra cosa. Si no recibe su 20% de oxigeno ve reducidas sus capacidades hasta incluso llegar a “apagarse” o “desconectar”. 

No somos animales tan racionales y lógicos como gustamos de considerarnos, en realidad, como aburro de harto repetir, somos animales emocionales con raciocinio, sumamente dependientes de la fisiología y bioquímica para responder a los estímulos externos e internos de la vida, lo que no es excusa alguna para dejarnos llevar por todo ello.

La concienciación, el entrenamiento bien dirigido e inteligente, la comprensión de los hechos pasados y posibles del futuro, la maravillosa neuroplasticidad de un cerebro que nos otorga nuestra innata capacidad de aprendizaje para emplear el atributo mayor del intelecto humano, la curiosidad por investigar, en definitiva, pensar, nos otorgará miles de posibilidades más que si simplemente nos dejamos arrastrar por las olas de un coctel químico, por más biológico y natural que sea. 

Es obligado aprender a llevar el timón en esas olas, jamás permitiendo que nos estrellen contra los arrecifes de una reacción incorrecta e improcedente. 

Como le comentaba a un gran amigo, la conducta puede inducirse pero las habilidades deben aprenderse, dejando el azar fuera de la ecuación. Con pruebas y errores… más errores normalmente, y practicar, practicar y practicar las tres “E”, a saber, Educación, Estudio y Entrenamiento. 

Y eso ultimo es todo lo que hay... y no hay más, damas y caballeros.

¿Reflejos y reacciones a la velocidad de la luz?

Realmente nunca son tan rápidos pero sí pueden ser en factores de milisegundos.

Nuestra propia supervivencia como especie así como la misma evolución, se produjo, y se mantiene, en un mundo en el que objetos y seres peligrosos nos arrollaron, y arrollan, a gran velocidad. 

Una leona corriendo a 80 kilómetros por hora desde los 30 metros desde donde suele emboscar a sus presas hundirá sus dientes y garras en un parpadeo. Se imaginan ...¿correr, trepar, levantar una lanza, tensar un arco o tan solo pensar qué hacer? Casi cualquier objeto utilizado para arrojarlo en batalla a lo largo de milenios de guerras y luchas se mueve en factores de muy pocos milisegundos (e. a. ms), algo más, no tanto más de lo que se cree, desde la aparición de las armas de fuego. 

Depredadores o proyectiles, en cualquier caso, consumen el tiempo que necesitamos para eludir, evadir y/o escapar, por lo que la velocidad de las reacciones necesarias para sobrevivir debe permitir que esas mismas reacciones quepan en un marco temporal tan breve como inimaginable para cualquier mente consciente. 

A lo largo de la Historia de la Vida la diferencia entre vivir y morir ha residido muchas veces en unas pocas milésimas de segundo de tiempo de reacción. La evolución es un implacable juez olímpico con un cronómetro sumamente exacto. 

Es necesario saber y comprender, ya sea en los actuales deportes o en el combate, moderno o pasado, el concepto de lapsos de reacción. 
Veamos algunos de esos lapsos promedio.
  • 90 ms de un bateador de béisbol.
  • 100 a 120 ms de un velocista.
  • 300 ms de un portero ante un penalti.
  • 160 ms de un jugador de pingpong. 
Si prefieren algo más común:
  • 350 ms son necesarios en el mejor de los casos para esquivar un obstáculo en la carretera a 20 metros de distancia y 100 km/h.
-- "Pero por favor, Cecilio, centrémonos, lo nuestro es sobre profesionales armados. ¿De cuantos ms hablamos entonces?"
  • De 250 a 500 ms para que  un profesional armado bien entrenado y muy atento reaccione ante un ataque. 
En todos los casos, atleta, conductores o profesionales armados, emplean, en el mejor de los casos, más o menos la mitad de ese tiempo para tomar una decisión cualquiera, mientras el resto de ese ínfimo tiempo deben dedicarlo a iniciar una respuesta muscular y/o motora.

El enfoque científico del entrenamiento deportivo, y cada vez más del relacionado con el combate, ha disminuido el tiempo de reacción hasta la frontera misma que la Biología y la Biomecánica hacen posible, lo mismo que hace la Madre Naturaleza.

Permítanme añadir un apunte histórico de combate deportivo moderno, el gran Muhammad Ali era capaz de lanzar un jab de izquierda en 40 ms, y el pobre y desgraciado receptor tenía tan solo unos teóricos 20 ms para poder reaccionar. Les aseguro que era imposible ver los guantes en sus encadenamientos, pero no se fien de estas letras ni me crean sin más, busquen en Youtube, por ejemplo la pelea en Kinshasa entre el campeón y George Foreman de 1974. No son imágenes aceleradas por muy borrosas y rápidas que les parezcan.

Añadan un dato más a todo lo anterior, una vez formada una imagen en la retina esta necesita aproximadamente 100 ms, una décima de segundo, para ser registrada conscientemente en el cerebro. Esto es consecuencia de la relativa lentitud del sistema visual. La luz choca contra la retina, para posteriormente traducir los fotones a una señal química antes de volver a ser trasmutada a una señal eléctrica para ser transportada por las fibras nerviosas. 

La señal llega a una zona posterior y muy específica del cerebro, el córtex visual, para volver a proyectarse hacia delante por dos vías separadas, una que procesa la identidad de los objetos vistos, la que trabaja el “qué”; y otra que procesa la localización y el movimiento, el “dónde” y el “como”. 

Ambas vías deben combinarse para formar una imagen unificada, es entonces cuando la imagen emerge en la conciencia, empleando en todo ello esa décima de segundo completa. Obviamente siempre se estará a la zaga de los acontecimientos, pero si además se añade a este algoritmo que para que una orden llegue del cerebro a la mano se requieren unos ya no tan cortos 60 ms... mejor dejémoslo aquí...

    -- Ok. Cecilio, para el carro, los números no cuadran ni a martillazos, ¿cómo hemos podido sobrevivir individualmente y cómo especie si siempre vamos con tanto retraso en las reacciones de supervivencia?

Sin duda es una muy... muy buena pregunta, y complicada de responder, pero no hoy, quizás les hable de ello en próximos artículos. 

Por hoy les dejo pensando en todo este galimatias.

Cuídense y cuiden de los suyos.



* La tabla procede del artículo “The half-second delay: what follows?"  Publicado en la revista Pedagogy, Culture & Society (2006).

** Glaber Simiae:  Personal nombre científico empleado por mi para definir al más presuntuoso Homo Sapiens, significa "mono sin pelo".

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