miércoles, 1 de mayo de 2019

CAMPIDOCTORES DE LA MANO DE TYR.

CAMPIDOCTORES DE LA MANO DE TYR.
A todos ellos les dicen que tuvieron suerte, pero no quieren ver que trabajan más de 14 horas diarias como algo rutinario y asumido. 
Les dicen, también, que el destino hizo su obra en ellos, pero no les interesa las miles de veces que intentaron algo, fallando, hasta que por fin lo lograron.
Les dicen que pocos nacen con capacidades, dones o actitudes como las suyas, pero ni se preocupan de las veces que les temblaron las piernas antes de arriesgarlo todo por un sueño o un Deber.
En fin… eso les dicen tantos, demostrando simplemente lo poco que saben y, peor aún, lo poco que quieren saber.
En realidad, me consta, se obligan día a día a tragarse todas los ordenes que a su cerebro se le ocurren para dar rienda suelta a su enojo y su rabia, conscientes de que darse esa libertad no les serviría para nada bueno.
Saben que no deben dejar espacio en su corazón, en su cabeza ni en sus entrañas para algo tan humano como la rabia, con su respuesta fácil e inútil; como la venganza, con su final vacío y también inútil.
Las emociones en nuestro trabajo ocupan espacio, aumentan la presión arterial y nublan la mente, haciéndonos olvidar que el mal, en todos sus tipos, acepciones y aplicaciones, es prescindible, pero jamás se puede recuperar lo que se ha llevado.
Es por ello que me atrevo hacer un homenaje, jamás un premio o un simple documento burocrático, desde la más humilde de las relaciones humanas, la amistad. Amistad humilde, sin duda, pero con la solidez que da el hormigón armado y pretensado. Sustituyan hormigón por Valores, armado por Principios, y pretensado por Deber. Quizás así empiecen a visualizar el perfil completo.
Al igual que decenas siglos atrás, los campidoctores, los instructores de las cohortes romanas que enseñaban, formaban, educaban y guiaban en las artes de la guerra, como verdaderos magister de sus reclutas; hoy en día estas cuatro personas, amigos, educadores, profesionales honestos y entregados, “gente de bien” en definitiva, enseñan, forman, educan y guían a las generaciones de defensores de las libertades, de la vida y del futuro.
Simple de escribir, casi imposible de describir en detalle.
Gracias por ser y por servir, sin pedir ni rehusar al Deber.
Gracias por permitirme este humilde y nimio homenaje.
Gracias por ayudarme a mantener mi rumbo.
Gracias Campidoctores.
Que el Dios Manco de la Justicia y la Guerra Justa no los pierda de vista.

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