domingo, 17 de diciembre de 2023

Evolución de los instintos y emociones como el miedo en un cerebro políticamente incorrecto.

Evolución de los instintos y emociones como el miedo en un cerebro políticamente incorrecto.


Están en lo cierto, hablaré de ese mismo miedo que lleva a protegernos y proteger a nuestra familia, biológica o no, el mismo que constituye uno de los legados emocionales con el que nos ha dotado la Naturaleza, y que, según los psicólogos evolutivos, ha sido grabado en el sistema nervioso por y para garantizar la continuidad de la vida durante el largo y decisivo periodo de la evolución humana y, más importante todavía, porque cumplió, y sigue cumpliendo, con su principal premisa de perpetuar las mismas predisposiciones genéticas en la progenie. 

Por suerte no ha perdido ninguna de estas funciones con la invención de los “teléfonos inteligentes” junto a las indefensas y suicidas ideologías políticamente correctas y “buenistas”.


Todas las emociones son, en esencia, programas de reacción automática que llevan a actuar. En niños y animales se ve claramente que las emociones conducen a la acción. Por desgracia, en el tan cacareado “civilizado y correcto” mundo actual, nos encontramos con la aberración antinatural en la que, según muchos “expertos”, las emociones deben hallarse forzosamente separadas de las reacciones, y mucho más en determinadas profesiones, como las de la mayoría de los lectores de estas notas y artículos, los profesionales armados. 

Estupideces hay de todo los colores, ya lo saben. 

Y aquí permítanme una de mis típicas digresiones, en este caso explicativa del uso de ese término tan incorrecto para tantos. La utilizo en su acepción etimológica de origen latino, "stupidus", traducible como "aturdido". Y que a su vez procede del verbo "stupere", que se traduce como "estar atónito y pasmado", "ponerse estupefacto". Para finalmente terminar con la familia léxica del sustantivo latino "stupor", cuyo primer significado es "asombro y pasmo", pero el que a mi me interesa se traduce como "disminución de las facultadas mentales". 

No me disculpen, últimamente tiendo a ser menos paciente y más sana y desahogadamente grosero.

Fin de la digresión.

La razón evolutiva de cada emoción define el papel especial que desempeña, cada emoción predispone al organismo para un tipo diferente de respuesta. Dos son vitales para sobrevivir a un enfrentamiento armado, ya sea en el pasado remoto o en el más cercano, así como en la actualidad y/o en el futuro, me refiero al enojo y al miedo.

El enojo aumenta el flujo sanguíneo a los brazos, haciendo más fácil agarrar, golpear, empuñar un arma de impacto o punzo-cortante o empujar; también aumenta el ritmo cardíaco y la tasa de hormonas que, como la adrenalina, generan la cantidad de energía necesaria para acometer acciones vigorosas e instantáneas.

Con el miedo la sangre se retira del rostro y zonas periféricas como pies y manos, ¿les suena la palidez y la sensación de “quedarse helado”?, para fluir hacia la musculatura esquelética larga, brazos y piernas, favoreciendo así las famosas reacciones de lucha o huida. Al mismo tiempo, el cuerpo parece paralizarse, aun sólo un instante, para tal vez calibrar si el hecho de ocultarse o huir pudiera ser una respuesta más adecuada que luchar. 

Las conexiones nerviosas de los centros emocionales del cerebro desencadenan también una respuesta hormonal que pone al cuerpo en estado de alerta general, predisponiéndolo para la acción, mientras la atención se fija en la amenaza inmediata con el fin de evaluar las respuestas más apropiadas. 

Estas predisposiciones evolutivas a la acción son remodeladas posteriormente por las experiencias vitales, por el medio cultural en el que ha tocado vivir y, sumamente importante en el caso que nos ocupa, por el entrenamiento realista e inteligente, así como la concienciación y enfoque óptimos. 

El largo período evolutivo durante el cual fueron moldeándose estas respuestas fue muy duro y selectivo para la especie humana. Muy pocos hijos lograban sobrevivir mientras sus padres raramente llegaban a cumplir los treinta. Los depredadores, tanto homínidos casi barbilampiños como cuadrúpedos y más peludos, podían atacar en cualquier instante y lugar. La supervivencia o la muerte dependían de la capacidad para reconocer y aceptar la violencia como medio de supervivencia. 

Mismas presiones que terminaron convirtiendo estas respuestas emocionales en eficaces instrumentos de supervivencia. En un pasado remoto, al igual que hoy, el empuje de la furia con el acicate del miedo podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte.

En los últimos doce mil años los avances sociales se han consolidado y difundido, reduciendo las brutales presiones que pesaban sobre nuestra especie, pero, he ahí la cuestión, reducir no significa que hayan desaparecido, mucho menos para determinadas profesiones “modernas”, pero también para los simples “Glaber Simiae”*, defendiendo a sus cachorros de los mejor o peor vestidos depredadores actuales.

Así que ya saben, comprendan y respeten su programación evolutiva, gracias a ella pueden leer estas líneas.

¡Ay! Cerebrito, que tramposo eres...


Parte de la respuesta, pero no su completa explicación, a la pregunta que dejé abierta en  un artículo anterior, se relaciona con el tema principal del actual, es que en cada uno de los pasos de la cadena de acontecimientos neuronales que les comentaba hay un factor inexacto. El ojo toma fotografías no películas, y además esas imágenes son filtradas, ignoradas o aceptadas, manipuladas e interpretadas con el objetivo de llamar la atención, facilitar la comprensión y desencadenar reacciones. 


¿Recuerdan la demora de una décima de segundo entre la visión de un objeto móvil y la toma de conciencia del mismo, y que aparentemente nos pone en peligro permanente? El truco, trampa o atajo que toma el cerebro para reducir el tiempo de respuesta es muy simple, los circuitos visuales del cerebro anticipan la localización del objeto, moviendo la imagen para acabando por observar la hipotética nueva localización. En pocas palabras, el sistema visual adelanta lo que va a ver. Leyendo esto seguramente no me creen, ¿verdad? Busquen en la red un experimento neurológico denominado efecto de flash-lag, no es espectacular ni tactic-cool, lo lamento, es de circulitos de colores, pese a lo cual quizás les sorprenda. 


El cerebro hace infinidad de trampas y toma múltiples atajos para acelerar su comprensión del mundo. El ojo tiende a enfocar el borde delantero de un objeto en movimiento para ayudar a seguirlo. Procesa más información en la mitad inferior del campo visual, ya que lo normal es que haya más objetos de riesgo que ver en la tierra que en el cielo. Agrupa los objetos en unidades de tres o cuatro a fin de estimar su número sin necesidad de contarlos, lo que sin duda es útil a la hora de calcular la cantidad de enemigos y depredadores. Supone que si un objeto se mueve con un cambio irregular de dirección, y/o evitando chocar con otros objetos, esta vivo, por lo que merece más atención que si fuera considerado inanimado al seguir una ruta lineal e inalterable. También actúa, al contrario de lo considerado como lógico, acelerando el tiempo de reacción confiando más en el oído que en la vista. 


--¿Cómo? A ver, a ver, Cecilio, todo el mundo sabe que la luz se desplaza infinitamente más rápida que el sonido, las imágenes visuales llegarán antes que los sonidos.


Nada más correcto a nivel de Física, pero, y siempre hay un pero, la Evolución y la supervivencia como especie han generado que los receptores auditivos sean mucho más rápidos y sensibles que los del ojo, haciendo que una vez que esos estímulos llegan a nuestros ojos y oídos, las velocidades de procesamiento se invierten, al responder a la señal auditiva con preferencia a la visual, el oído es más rápido en reaccionar que la vista en un 25%, ahorrando hasta 50 ms. Imagínense reaccionando al oír los pasos de la leona de la nota anterior antes de ser conscientes de verla, ahorrando unos preciosos ms. logrando la diferencia entre ser cazador o una masa de carne lista para ser devorada. 


--¿Otra vez con la Evolución, Cecilio? Digas lo que digas cuando un acontecimiento tiene lugar a distancia, primero lo vemos y luego lo oímos, que es lo que sucede con el relámpago y el trueno.


De nuevo nada más correcto, y otra vez un pero, para los acontecimientos que se producen cerca de uno mismo, entendiendo que cerca implica mayor riesgo vital, la rapidez de reacción del sistema auditivo versus la lentitud del visual permite ser conscientes de lo oido ligeramente antes de verlo. Existe un punto en el que las imágenes y los sonidos se perciben, neurológicamente hablando, simultáneamente, hablamos de alrededor de los diez a quince metros, y se conoce como horizonte de simultaneidadEntonces ¿como es posible que la mayor rapidez de audición sea una ventaja evolutiva de supervivencia? Sin duda lo es, pero solo ante sonidos muy relacionados con la propia supervivencia, como puede ser un frenazo, un claxon, un grito, los sonidos de algo o alguien corriendo hacia uno, el sonido característico de algún arma, etc. 


En este campo hay que añadir algo muy importante desde la Psicología Experimental, dentro de la cual se ha descubierto que la agudeza perceptiva y los niveles generales de atención aumentan a medida que intervienen más sentidos. Resumiendo, la visión se hace más aguda cuando va unida al oído, y ambas ganan en sensibilidad si se les une el tacto. La explicación es simple, la información que llega de dos o más sentidos incrementa las probabilidades de que se refiera a un acontecimiento muy real de riesgo, por lo que el cerebro se lo toma más en serio. Sin duda el añadido de más sentidos pudo haber sido un factor efectivo de agudizar la atención y las reacciones de nuestros ancestros primitivos para sobrevivir ante un mundo hostil.


Como pueden ver el cerebro es un gran tomador de atajos buscando lo primordial, entender que pasa y sobrevivir.


Instintos, supervivencia, desenfundes y ...

Solo ve quién tiene ojos para ver”, dice el saber popular, lo que biológicamente es correcto, pero la realidad practica no es tan obvia, solo ve quien quiere ver, con mejores, peores o sin  ojos, figuradamente hablando.

Durante aquellas jornadas apocalípticas que todos vivimos de pandemia, tras afilar los kukris hasta el corte barbero y recargar cartuchos con metralla variada, para las inevitables batallas contra bandas de moteros psicóticos y zombis campeones de los 400 m. vallas, releí un viejo libro, “Sin novedad en el frente”, el clásico de Erich Maria Remarque, sobreviviente de las trincheras de la IGM. No es un autor que me apasione, lo considero de la generación acomodada del "a toro pasado es fácil ver lo incorrecto", pese a lo cual me gusta esta obra. Remarque explica muchas cosas respecto a sobrevivir en el frente, lo que me hizo subrayar, re-subrayar es más correcto, infinidad de párrafos, como el que sigue: 

Una parte de nuestro ser retrocede miles de años en cuanto estallan los primeros obuses. Es el instinto de la bestia el que despierta en nosotros, el que nos guía y nos protege. No es consciente, es mucho más rápido, más seguro, más infalible que la conciencia clara. No puede explicarse. Vas andando sin pensar en nada y, de pronto, te arrojas al suelo mientras, por encima de tu cabeza, vuelan los pedazos de un obús; no te acuerdas, sin embargo, de haber oído silbar la bomba ni de haber pensado en esconderte. Si hubieras de fiarte de ti mismo, no hay duda de que tu cuerpo no sería más que un montón de carne esparcida por todas partes. Es este otro elemento, este instinto perspicaz, el que nos ha movilizado y salvado sin saber cómo”. 

Fin de la cita.

El cerebro tiene una forma sumamente eficaz de saltarse la lentitud de la consciencia. Ante la necesidad de reacciones rápidas deja de lado esa consciencia para depender de los reflejos, los instintos, la conducta automática y del “procesamiento preatencional”. Este procesamiento es una herramienta increíble de percepción, toma de decisiones e inicio de acciones sin consulta alguna con la consciencia, actuando incluso antes de que ésta perciba lo que está sucediendo. 

Hoy día se sabe que la mayor parte de lo que transcurre en el cerebro es preconsciente. ¿Pruebas? ¿y si existen son convincentes? La retina humana transmite al cerebro sobre 10 millones de bits por segundo mientras otros sentidos registran un millón más de bits en ese mismo segundo. ¡11 millones de bits por segundo! Increíble, ¿no creen? Pero a la conciencia llega una insignificante migaja, apenas unos 40 bits por segundo.

¿Conocen el fenómeno de la “visión ciega”? Se descubrió durante esa misma IGM del libro nombrado al principio de esta nota corta; soldados que habían quedado ciegos por una herida en el córtex visual, sin dañar los ojos, bajaban la cabeza cuando se les arrojaba un objeto. ¿Podían “ver”? Sí, veían con la parte más primitiva del cerebro. Cuando la luz entra en el ojo esa señal sigue su vía hasta el córtex visual, región evolutivamente reciente del cerebro; pero parte de la señal pasa por una zona llamada colículo superior

Esta antigua colección de neuronas se usaba primitivamente para seguir objetos, insectos o presas veloces, necesarias para que nuestros antepasados premamíferos pudieran cazarlos. Hoy está totalmente cubierto por sistemas más evolucionados y eficaces, pero ¡todavía funciona!. El colículo no es nada sofisticado, no distingue colores, ni formas, ni reconoce objetos, ve el mundo como a través de un vidrio empañado. Su misión “solo” era, y es, seguir el movimiento, captar la atención y orientar la cabeza hacia el objeto en movimiento, y en ello ello es sumamente eficaz y rápido. Es por ello que la “visión ciega” opera independientemente de la conciencia, aun cuando no seamos conscientes de ella. 

¿Qué cosas son las que captan el interés de estos procesadores inconscientes? No existe, aún, una respuesta completa. Prestamos atención preconsciente, como en la visión ciega a objetos móviles, en especial si son animados, y con más detalle a las imágenes de amenazas primitivas, como serpientes y arañas. Tenemos una tendencia a prestar atención auditiva a las voces humanas y atención visual a los rostros, en particular cuando expresan emociones negativas como miedo o cólera. 

Todos estos “objetos” pueden ser registrados inconscientemente en tan sólo 15 milésimas de segundo (ms), todavía sin respuesta motora, logrando afectar a nuestro pensamiento y estado de ánimo. ¿Cuántas veces saben si algo o alguien les agrada o no antes de saber qué o quién es? La velocidad y el poder de las imágenes preconscientes se utilizan en la publicidad, sobre si todo con algo tan instintivo como el sexo.

Desde un punto de vista más práctico como profesionales armados, este procesamiento preconsciente afecta a las acciones motoras de producir acciones reflejas y conductas automáticas. ¿Adivinan cuales?

Cuídense y cuiden de los suyos.

* Glaber Simiae: "Mono sin pelo". Mi personal versión del nombre científico que define a nuestra especie en lugar del más ególatra "Homo sapiens".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente artículo. Muchas grácias.

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