¿Inteligencia Práctica?, pues eso, simplemente practicar y practicar... ¿o no es tan simple?
Por Cecilio Andrade.
Resulta curioso que en todas las prácticas que dirijo, e incluso en seminarios y conferencias más sedentarias, acabo repitiendo varias veces aquello de, “terminó el ejercicio, ya puede respirar”, y es muy habitual que a través de emails y mensajes por distintas redes, profesionales de forma institucional o privada, me consulten sobre ello, ya que, según sus propias palabras, cuando terminan, ellos o sus alumnos, ejercicios dinámicos parece que han corrido un maratón... o quizás algunos kilómetros más.
Algo que comento siempre que puedo, y aún así pocos recuerdan de mi es el hecho de que hace más de dos décadas que practico técnicas de visualización y meditación.
Investigando y probando he convertido muchas de esas técnicas más o menos tradicionales en formas de trabajar más eficazmente con armas y en situaciones de riesgo vital. Controlar la respiración es algo primordial en todo tipo de lucha para superar cualquier reto, y más si es uno de supervivencia física.
En plena crisis de ansiedad, no importa del tipo que sea, la respiración se torna irregular y muy rápida, a la vez que parece que el aire no llega a los pulmones en la cantidad requerida, lo que lleva a una combinación de apneas e hiperventilaciones descontroladas, lo que en su extremo más pernicioso puede llevar a la pérdida de conciencia. Este es el caso particular de una persona que me consultó esta semana.
Su caso se debe a que en sus entrenamientos su cuerpo se comportaba como si estuviese enfrentándose a un peligro real, corriendo y/o luchando por su vida, lo cual habla más que bien de sus entrenamientos y visualizaciones en los mismos, por lo que su organismo buscaba todo el oxigeno posible intentando ser más efectivo. Acababa totalmente agotado y mareado.
Esa mezcla entre exceso de oxigeno en un momento y al siguiente su falta casi completa, puede provocar debilidad, mareos e incluso desmayos. Recuerden un dato, el cerebro, con apenas un kilo cuatrocientos gramos de masa, un 2% de la masa corporal, de forma “normal” consume el 20% del oxigeno que inspiramos. Pero ¿luchar o incluso entrenar para sobrevivir entra dentro de una definición de “normal”?
La respiración rápida y superficial es la “respiración pulmonar”, la que se emplea para conseguir la energía básica para moverse, trabajar, correr, etc. Pero en lo que la afecta para luchar, y entrenarlo, es necesario aprender a controlar conscientemente la “respiración abdominal”, la misma respiración que se utiliza durante el sueño, permitiendo relajarse al absorber el máximo de oxígeno, ayudando a controlar los síntomas fisiológicos cuando se enfrentan al estímulo del miedo.
Una práctica regular de la misma reduce los niveles fisiológicos de ansiedad y miedo, ya que al estar normalmente más relajados es más largo el tiempo requerido para a alcanzar una crisis máxima. Es por ello que se reducen los síntomas de tener una ansiedad elevada.
Permítanme intentar explicar de forma sencilla algunos ejercicios de respiración que considero fáciles de reproducir, así como practicar diariamente, encadenados o aisladamente, para generar un reflejo adquirido que permita enfrentar óptima y eficazmente una situación de crisis.
1º. Respiración abdominal.
- Colocamos las manos sobre el abdomen haciendo que se hinche al tomar aire y se deshinche al expulsarlo.
- El aire entra por la nariz y sale por la boca.
- Podemos usar al principio un espejo o a alguien para comprobar que no se elevan los hombros, lo que significaría que respiramos también con el pecho.
- Una vez controlado este ejercicio pasamos al siguiente.
2º. Respiración profunda.
- Tomamos por la nariz todo el aire posible hinchando el abdomen, para mantenerlo dentro el máximo de tiempo que resulte cómodo, para finalmente exhalarlo lentamente por la boca.
- Una vez controlado pasamos al siguiente ejercicio.
3º. Ritmo respiratorio.
- Realizaremos el ciclo respiratorio siguiendo estos pasos un máximo de tres veces:
- Tomar aire por la nariz hinchando el abdomen durante 4 segundos.
- Mantener el aire durante 4 segundos.
- Expulsar el aire por la boca deshinchando el abdomen durante 4 segundos.
- Aguantar sin tomar aire otros 4 segundos y volver al primer punto.
A algunas personas les puede parecer demasiado sencillo, y para otras ser muy complicado, lo cierto es que con constancia en muy pocos días se puede convertir en un reflejo adquirido que auxilie ante un evento de miedo o ansiedad.
Entonces perfecto... todo se reduce a practicar.
Lo lamento mucho, pero no es tan simple.
Si se logra mantener la resiliencia necesaria para aceptar esos vaivenes en las habilidades que se desean afianzar, de pronto, nos encuentramos descubriendo que las mejoras y cambios buscados se han convertido en estables, constantes y permanentes.
En conjunto, y por regla general, cualquier habilidad sigue una línea irregular, desde los principiantes hasta los maestros, pasando por los expertos en una zona intermedia. Este “arco” de crecimiento depende de dos factores, la cantidad de horas invertidas y, más importante, la calidad de la práctica deliberada y el entrenamiento inteligente realizado con esas horas. Y sí, como en todo en la vida aquí, también la calidad es más importante que la cantidad.
Un punto de partida inicial mínimo de 8 horas es la piedra angular para empezar a observar algún cambio, aunque todavía no será permanente. La deseada estabilidad comienza a aparecer a partir de las 100 horas de trabajo concentrado, analítico, continuado e inteligente. A partir de estas primeras 100 horas se empieza a observar una paulatina mejora de la atención selectiva, reduciendo el parpadeo atencional, generando que las habilidades se vuelvan más fluidas a la vez que se produce una disminución palpable de la dispersión mental y los pensamientos intrusivos, causantes de la pérdida de enfoque y concentración.
La mayoría de los considerados como expertos suelen estar por encima de las 1000 horas de trabajo concienzudo, mientras los maestros empiezan a observarse en torno a las 10000 horas.
Es importante recalcar que estas mejoras de actitud y capacidad personal acaban afectando a muchas otras formas de actuación en la vida cotidiana de los individuos, convirtiéndose en rasgos de personalidad en muchos aspectos. Incluso procesos aparentemente involuntarios como son la respiración, parpadeo, gesticulación y movimientos corporales tienden a modificarse. En definitiva, las habilidades duramente entrenadas acaban a afectando a lo cotidiano, pasando de ser simples habilidades adquiridas a convertirse en rasgos perdurables.
Trabajar bien para mejorar una habilidad implica concentración y enfoque, y es por ello que la neuroplasticidad del maravilloso kilo y medio de gelatina que es el cerebro, mejora la capacidad de atención de forma general, no solo para esas prácticas concretas. Un trabajo inteligente se acaba poniendo en práctica en cualquier campo de la vida cotidiana. lo que diferencia a los falsos experto de los verdaderos. Los primeros tienen un apariencia de fluidez, suavidad y calma, siempre y cuando sus acciones no se salgan de su zona de control y/o confort. Pero cuando se enfrentan a un desafío o, en el peor escenario, a una crisis, pueden ser más ineficaces que el más novato de los principiantes.
Se considera de forma ideal que 10000 horas de práctica es el requisito imprescindible para dominar como maestro una habilidad cualquiera, pero sin ser incorrecto no es del todo acertado, ya que algunas habilidades menores o específicas solo requieren unas 200 horas. Estas primeras 200 horas invertidas que pueden ser complementarias de otras habilidades, con lo que esas “otras habilidades” pueden ver reducidas aun más las horas requeridas para ser dominadas.
Aquí, el factor importante de este algoritmo de horas no son la cantidad, si no la inteligencia con las que son empleadas y analizadas, la calidad de las mismas. Lo que los psicólogos denominan práctica deliberada, inteligentemente analizada, corregida y reorientada con cada repetición. Es por ello que grandes expertos en todo tipo de campos del saber humano, considerados como maestros en su respectiva habilidad, buscan el consejo y guía de otros entrenadores y mentores, por que sin importar el nivel alcanzado siempre pueden mejorar.
La forma de practicar también marca una diferencia entre falsos y verdaderos expertos.
Ambos grupos aprenden las normas básicas en su periodo de principiantes, pero mientras los primeros se estancan alrededor de las 50 primeras horas de prácticas, permaneciendo el resto del tiempo con el mismo nivel de una relativa y mediocre habilidad, en un limbo de confort sin mejora ni crecimiento alguno. Por otro lado un futuro experto realiza sus entrenamientos buscando acercarse a la inalcanzable perfección, siempre bajo la mirada correctora de otros expertos y maestros, que le indicarán lo que debe hacer para seguir mejorando y avanzando, con lo que crean una curva continua de aprendizaje resistente de mejoras sostenidas y sostenibles.
En definitiva y resumiendo, el factor diferenciador es simple y llanamente el control o no del eterno ego.
La Inteligencia Práctica.
Lo cierto es que en todo el presente artículo hablamos de Inteligencia Práctica, una especie en vías de extinción y que muchos consideran un desperdicio de recursos y tiempo, ya sea puesta al servicio de aprender como al de enseñar. ¿Lo es?
“… consiste no sólo en el conocimiento, sino también en la destreza de aplicar los conocimientos en la práctica”.
Aunque de forma tradicional el objetivo del aprendizaje, en cualquier campo del saber humano, es que un maestro experto enseñe y transmita sus conocimientos para que el alumno los aprenda, a veces de memoria, esta concepción pedagógica ha ido cambiando a lo largo de la Historia.
Las mejores escuelas buscan que el estudiante aprenda por sí mismo, guiado en este proceso por un mentor, buscando que logre ser competente con un aprendizaje significativo. Es el hacer realidad el concepto aristotélico de inteligencia cuando alude a la capacidad de adaptación.
Para que un alumno aprenda de forma inteligente debe ser capaz de adaptarse a diferentes circunstancias y demandas. Tiene que poseer conocimientos teóricos, pero también saber aplicar lo aprendido; adaptando su forma de ser y estar a las diferentes circunstancias, situaciones y entornos. Sus mentores le guiarán y ayudarán a progresar en esa adquisición de conocimientos teóricos, prácticos y de actitud.
Actualmente se repiten mucho los términos capacidad y competencia, entendiéndolos como el conjunto de habilidades cognitivas, de procedimiento y de actitud, que pueden y deben ser alcanzadas a lo largo del aprendizaje. Con esto puede extrapolarse que existe una muy estrecha relación entre las inteligencias múltiples que posee todo individuo y sus capacidades y competencias básicas.
El aprendizaje ya no se centra tan solo en adquirir un contenido teórico, memorizándolo para reproducirlo, sino en ser capaz de aplicar conocimientos de diversa índole y materias a las diferentes circunstancias y situaciones reales del alumno, potenciando que pueda desarrollar aquellas facetas en las que muestran mayor dominio y control, a modo de base y cimientos para apoyar aquellas otras facetas donde su control y dominio sea menos eficaz.
Seguramente casi todos conocerán las “historias” de personalidades conocidas del arte, literatura, ciencias y deporte que no tuvieron buenas notas en su época de estudiantes. Se comenta que algunos abandonaron sus estudios o fueran descartados como alumnos brillantes por no tener el perfil “correcto” con buenas notas en las asignaturas consideradas “de inteligentes” según la época.
Actualmente, potenciar las diferentes inteligencias, habilidades, capacidades y competencias, hacer una evaluación diferenciada y perseguir el desarrollo global y equilibrado de un alumno, respetando sus características individuales, puntos fuertes y débiles, así como diseñar una enseñanza personalizada, es el objetivo que debe establecer de forma consciente cualquier programa, mentor, maestro, instructor y líder pedagógico que desee realizar un trabajo honesto, serio, profesional y eficaz.
¿Qué entendemos por éxito y calidad pedagógica en el entorno del trabajo con armas? Son cuatro los puntos concretos a considerar, y que además se aplican a cualquier aprendizaje del saber humano.
- Que el alumno adquiera conocimientos no solo memorizándolos, sino comprendiéndolos, explicándolos con sus propias palabras y adaptándolos a situaciones concretas de su entorno de trabajo.
- Que produzca nuevas ideas en el aprendizaje, siendo capaz de razonar y discutir sobre diferentes temas y puntos con un pensamiento crítico y elaborado.
- Que los centros de capacitación y academias estatales o privadas, así como hoplólogos e instructores individuales, investiguen, innoven e incorporen nuevas metodologías que contribuyan a la consolidación del aprendizaje por competencias.
- Que el aprendizaje que se pretende que adquieran los alumnos no se limite tan solo a unos conceptos por separado sobre las diferentes materias.
- Se ha de conseguir que el aprendizaje sea integral y global, olvidando que muchos aspectos que se vienen trabajando habitualmente de forma transversal desde las diferentes materias y campos.
Se presentan infinidad de tareas en las que el alumno y el mentor deben ser competentes, porque el mundo en el que vivimos y actuamos lo demanda. Comprender esto es fundamental para conseguir que se entienda un poco más la importancia del esfuerzo, sobre todo ante expresiones tan frecuentes como “esto no me interesa”, “esto no sirve para nada” “estos cursos (o entrenamientos) son inútiles”, “¿esto que tiene que ver con agujerear el blanco?" etc.
Como ya di a entender en el título, no se trata tan solo de practicar y practicar, y no, no es tan simple.
Cuídense y cuiden de los suyos.
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