domingo, 28 de enero de 2024

¿Reflejos y fluidez? ¿Memoria muscular y suavidad?… ¿en un enfrentamiento?

¿Reflejos y fluidez? ¿Memoria muscular y suavidad?… ¿en un enfrentamiento?

Por Cecilio Andrade.

Para la mayoría de profesionales armados y deportistas de disciplinas dinámicas la principal característica de un buen desenfunde es la velocidad. Poquísimos nombrarán cosas como suavidad o fluidez, cuando lo cierto es que ambas son los principales atributos a buscar. 

Movimientos suaves implican que se controla cada gesto, dando esa fluidez que facilita la ejecución, generando esa falsa impresión externa de algo fácil y sencillo, fluyendo de un movimiento al siguiente con aparente naturalidad. No hay errores porque cada movimiento desemboca de forma natural en el siguiente, sin saltos, sin cortes, es fluido. 

Suavidad y fluidez que no nace de la velocidad, muy al contrario, la velocidad nace de la fluidez. ¿Y la suavidad? de la lentitud, ni más ni menos, aunque parezca un oxímoron. 

Pero tranquilos, no me he hecho monje Zen… aun. Me explicaré.

Con movimientos lentos en la fase de aprendizaje, es posible detectar lo superfluo, innecesario e incorrecto, minimizando la posibilidad de error al ser detectados antes de que se produzcan y evitarlos. Tras muchas repeticiones inteligentes, analizándolas, se logra alcanzar un equilibrio suave y fluido, se hace fácil, logrando realizar el movimiento sin gestos superfluos y por tanto en menos tiempo

Menor tiempo que nace de esa falta de acciones superfluas y errores, así como de una mayor confianza y firmeza nacida de miles de repeticiones correctas y analizadas, que retroalimentan la capacidad motora. Anoten algo que muchos ya están aburridos de escucharme y leerme, “lo lento es suave y lo suave es rápido”, de ello hablo.

¿A qué velocidad deben actuar en un enfrentamiento real? A aquella que permita mantener esa suavidad y fluidez. Pretender hacerlo más rápido solo llevará a saltar pasos y cometer errores que deben detectarse, comprenderse como corregirlos, y finalmente corregirlos; en resumen, perder tiempo. 

Debemos definir nuestra propia velocidad, sin permitir que nadie nos la marque, ni siquiera el agresor, porque entonces ya no será nuestra velocidad, será la suya, en la que se siente cómodo y confiado, por lo que ganará al jugar en su terreno y con su ritmo.

Ahora hablemos de reflejos innatos y adquiridos y de propiocepción.

Reflejos. 

Los reflejos son las respuestas innatas e involuntarias que tiene todo ser vivo, no solo los humanos, ante determinados eventos sobre sí mismo, en lenguaje común, es como y a qué velocidad reaccionamos. 

Muchos de estos reflejos vienen grabados en los genes desde la concepción. A modo de ejemplo, nos lanzan algo a la cara, cerramos los ojos y alzamos los brazos; nos embisten o perdemos el equilibrio por lo intentamos hacernos una pelota al caer. 

Otros son culturales y aprendidos, el gesto del pulgar en la cultura occidental, un guiño, etc. Si se sabe aprovechar esta facultad de incorporar reacciones al programa innato de todo organismo, creando gestos con vistas a poder hacer uso de un arma de forma eficaz y congruente, se crean reflejos relativamente nuevos. 

Adquirir un reflejo implica muchas miles de repeticiones, capacidad, perseverancia, resiliencia, pero sobre todo disciplina para adquirirlo, perfeccionarlo y mantenerlo, algo que sin duda vale la pena si salva vidas, la propia entre otras. 

Piensen en algo muy cotidiano, cuando como conductores noveles era necesario cambiar la marcha de un vehículo, y la diferencia cuando se ha hecho por cinco años en el mismo vehículo, y que ocurre cuando tras diez años compran uno nuevo. 

Propiocepción.

Propiocepción es ese sentido que informa al organismo de la posición de sus músculos, y de la capacidad de sentir la posición relativa de partes corporales contiguas. Aquí debemos tomar como base los reflejos adquiridos que hemos visto en el apartado anterior y añadir el concepto de memoria muscular. 

El cuerpo sabe cuando una posición es correcta o cuando debe ser modificada, gracias a miles de repeticiones inteligentes, lentas, suaves, fluidas y analizadas para pulir todo lo superfluo e innecesario, solo entonces se podrá confiar en el cuerpo para que decida cuando algo está bien o mal. Esa es la esencia de la memoria muscular

Pero como todo reflejo adquirido, requiere un trabajo continuo debido a que mientras los movimientos instintivos naturales están grabados en los genes y psiquis, los adquiridos no son tan firmes, y su falta de uso los va haciendo menos instintivos. La bicicleta es un instinto adquirido que raramente se pierde, pero que tras 20 años sin usarla ya es un gran logro poder moverla en línea recta, no es falta de condición física si no de memoria muscular no practicada, está ahí, sin duda, pero desgastada por falta de mantenimiento. 

Cuando se empuña, alinea y/o apunta, dispara, manipula y se hace uso de un arma de fuego, si el trabajo previo ha sido correcto, todo el cuerpo hablará y transmitirá la sensación de que todo está como debe estar, o que algo falla, si es el caso. Por eso es tan importante analizar las sensaciones del cuerpo, su memoria muscular, para que ayuden a acortar tiempos, para notar si el arma está bien empuñada, si su alineación es correcta, si es posible disparar ya que todo está como debe estar, logrando todo ello sin pensar de manera consciente en cada paso.

Lo que se entrene, bien o mal, será lo que se haga, cuerpo y mente aprenden igual lo correcto que lo incorrecto, pero cuidado, desaprender es siempre más difícil.

Entrenamiento con armas y monos sin pelo.

Sobre esos monos sin pelo que somos los seres humanos se dice a menudo que no tenemos instintos más allá de las funciones vegetativas; que razonan y se comportan de forma flexible, sin programas especializados. 

Ciertamente los Glaber Simiae comprendemos el mundo de una forma que los demás simios, habitualmente más peludos estos, sin duda no lo hacen. Lo cual es totalmente correcto, pero no porque poseamos menos instintos que el resto de los animales, lo cierto es que quizá tengamos más. Esa tan repetida flexibilidad proviene de infinidad de instintos programados que además compiten que entre sí por la respuesta más eficaz.

Debemos partir de un hecho indudable, la respuesta de lucha es la táctica empleada por el cerebro límbico para la supervivencia  a través de la agresión cuando su única alternativa es luchar, tanto por afrontar un peligro que no puede esquivar mediante la congelación, buscando pasar desapercibido y evitar ser detectado, ni tampoco puede distanciarse y escapar. 

Como especie, junto con otros mamíferos, evolucionamos con la estrategia de convertir el miedo en rabia, con el fin de luchar con el máximo de energía disponible. Pero en un mundo cada vez más social basar la defensa en la rabia puede no ser práctico, ni incluso legal, por lo que el cerebro límbico ha desarrollado otras estrategias más allá de la más primitiva física respuesta de lucha salvaje y sin freno. Es ahí donde resalta la importancia de entrenar dentro del marco de Fuerza contra Fuerza (e. a. FcF).

Desdeñar el empleo de FcF en el entrenamiento, o convertirla en un juego de egos, implica asumir una visión muy parcial, limitada e inexacta del conjunto de lo que un enfrentamiento armado implica. 

Fuerza contra Fuerza.

Sin duda todos buscamos ser rápidos y precisos en el entorno medido y controlado de un campo de tiro, con ejercicios regulados y planeados, lo cual es la base sobre la que construir todo el conjunto de respuestas necesarias. Por el contrario en los ejercicios de FcF se enfrenta la azarosa y aleatoria realidad, aprendiendo a lidiar con lo imprevisto, afinando tanto los instintos innatos como los adquiridos. Mientras en los ejercicios estándar se busca obtener resultados concretos, medibles y evaluables, FcF implica una evaluación de rendimiento en base al análisis de lo pensado por los alumnos, ejecutantes y observadores, más que por sus resultados. 

Puede ocurrir que el mejor resultado implique solo moverse y no disparar. La misma reacción/acción ante un mismo evento puede ser evaluada como positiva en un caso y negativa en otros. 

¿Cómo es posible que las mismas respuestas y resultados puedan dar resultados tan opuestas? 

Piensen por un segundo, FcF implica reconocer y analizar datos del entorno así como de los potenciales agresores, para luego ser capaz de generar una respuesta eficaz, o intentarlo al menos, en centésimas de segundo, de manera subconsciente, por instinto. En los ejercicios estándar ante un supuesto agresor simplemente se actúa, normalmente disparando. En FcF las posibilidades reales de actuación son tantas como las variables que ofrezca el entorno, la habilidad personal, la personalidad, la emotividad, el agresor, etc. 

Es posible responder eficazmente bajo premisas analizadas precipitadamente y sin fundamento; como también se puede responder de forma pésima con un análisis fundamentado, ordenado y correcto. Por ello es tan importante un correcto análisis posterior, pormenorizado y detallado hasta el más mínimo dato. Todo lo cual sin duda genera frustraciones, baja el rendimiento en otros ejercicios, amén del temor a fallar y volver a quedar mal frente a compañeros. Entonces ¿es negativo este entrenamiento? Contéstense Uds. mismos, pero les adelanto que en mi opinión no lo creo que o sea.

El concepto FcF es simple, imaginen a un novato en el circuito de MMA o boxeo tradicional. El muchacho golpea sacos y guantillas de la forma 3P, perfecta, potente y precisa. De repente sin más experiencia que ese entrenamiento lo introducen en un pelea contra un veterano con varios cientos de combates, casi todos victoriosos. ¿Cuál creen que será el resultado? Ahora apliquen ese mismo ejemplo con armas del tipo que sean, ¿qué creen que ocurrirá?

Se necesita el punto que solo puede dar un enfrentamiento de habilidad contra habilidad, percepción contra percepción, reacción contra acción, respuesta ante ataque, en definitiva del FcF. 

No se trata de racionalizar de forma coherente y lineal “debo hacerlo ahora, porque si no ocurrirá esto, aquello y eso otro, y después legalmente me ocurrirá aquello”. Se trata de analizar si las repuestas inmediatas e instintivas, innatas o adquiridas, han sido correctas, aceptables y adaptables bajo los parámetros específicos del ejercicio. Entonces se reconocerá si el entrenamiento previo aportó esa capacidad de respuesta eficaz y equilibrada, así como si la concienciación y enfoque son los correctos para salir airosos de la situación dada. 

Obviamente si falla no muere alguien, por lo que tanto para instructores y ejecutantes, es obligado definir ejercicios que magnifiquen respuestas, más que racionalizaciones que deben surgir después de la ejecución, siempre basadas en los parámetros exactos donde se ha definido el ejercicio.

Obviamente la premura de tiempo, la carga de adrenalina y todo el coctel que la acompaña, con efectos resultantes permanentes, ni de lejos son similares a un enfrentamiento real. Pero aun lejos del mismo se pueden sacar muchas e importantes conclusiones. Y ahí es donde debemos situar FcF, en las conclusiones internas que generen adaptaciones de los instintos innatos y creen eficaces instintos adquiridos.

Luchar, Vencer y Sobrevivir.

Ese es el Gran Reto ... Luchar, Vencer y Sobrevivir... empleando el cerebro como arma y no tan solo las gónadas.

En un enfrentamiento armado, aunque ciertamente lo es para todo en la vida, el cerebro es más importante que el músculo u otros órganos situados más abajo de la vejiga urinaria. Amén que en el caso que nos ocupa, la movilidad y la posición son más significativas que las armas, y ambas, posición y movilidad son generadas, dirigidas y controladas desde el cerebro.

Ambos maestros Sun de la lejana China junto el más hispano y castizo Baltasar Gracían, en sus obras sobre estrategia lo expusieron de forma magistral, un adversario colocado en situación débil es más sensible a la presión psicológica, y en el caso concreto de un enfrentamiento armado, tanto deliberado como sorpresivo, es un requisito sine qua non

Un agresor que no encuentra ángulos fáciles de ataque, que tras alcanzar una supuesta posición favorable descubre que el objetivo ya no está colocado en el mismo lugar ni de la misma forma, poco a poco ve debilitada su decisión. Se hace también más detectable, comete errores, precipitándose cuando debe ser calmado, permanece mirando más tiempo de la cuenta, cuando debería moverse, y finalmente, al momento de la verdad, no se decide y duda. 

Por lo contrario si Uds, los buenos de la historia en este caso, tanto por instinto adquirido como innato y por costumbre tienden a colocarse en posiciones que les permitan movilidad, observación y espacio de maniobra, raramente serán sorprendidos en una situación desprevenida ni sin opciones, aun cuando no hayan detectado algo conscientemente, posición que a la vez les facilitará la detección de potenciales y posibles agresiones. 

Con la prevención ya observamos la enorme importancia que posee una actitud correcta, por lo tanto es evidente que una vez comenzado el baile, ¿existe algo más móvil y fluido que el baile?, esa misma actitud de movilidad y maniobra adquiere su máxima importancia, no más que la posición correcta del párrafo anterior, pero si más visible. 

La idea del combate móvil y de maniobra implica una forma de pensar distinta. Lo tradicional, y viril para muchos, es considerar en combatir a pie firme, frente a frente, cara a cara y golpe a golpe. Pero nada más lejos de la cruda realidad de todos los tiempos. Napoleón fue uno de los ponentes máximos de este principio aplicado a la estrategia, al igual que Rommel en la táctica. Y por el contrario la Primera Guerra Mundial fue el más desgraciado ejemplo histórico del desprecio de dicho principio.

Pero estos ejemplos, si bien no son incorrectos, escapan del campo que nos ocupa, el del profesional armado, ya sea individualmente o en equipo. Y aquí los ejemplos no son menos significativos. David derrotó a Goliath por la agilidad, si no física, si táctica. Claro que si este ejemplo lo consideran irreal tengan en cuenta a Wyatt Earp y, para no olvidarlo, a Miyamoto Musashi, por buscar dos ejemplos temporal y culturalmente dispares sobre el combate individual. 


De todas formas no creo que sea necesario buscar ejemplos famosos, con los cotidianos basta realmente, el concepto es evidente para todos. ¿O me equivoco? Quizá deberíamos preguntar a esa enorme cantidad de baleados y acuchillados por todo el mundo, mientras sostenían a capa y espada la posición más estable posible ante un ataque sorpresivo y un agresor normalmente móvil.

Lo que realmente debe importar es como lograr que la mente viva con y en ese concepto, siempre buscando estar en posición de ventaja, no para dominar, si no para prevenir y no se dominada. Se puede estar inmóvil más no estático. Los gestos, posición de pies, ángulos, lugar, atención, etc. pueden y deben  ser analizados e interpretados. Es dentro de todo ello con lo que debemos autoeducarnos para presentar siempre una posición dinámica aun sentado en un cómodo y lujoso sofá del mejor hotel.

El mayor pecado es vivir siendo reactivo, el permitir que nos sitúen en una posición sin capacidad de respuesta ni de maniobra. Para evitarlo no es necesario llegar a un lugar y planificar miles de supuestos, aunque en según qué casos y situaciones también se debe considerar esta actitud, hay que tener claro que lugares son más expuestos y que posición se ocupa respecto a los mismos, ya sea espacial, temporal, profesional o social, para ofrecer el objetivo más arriesgado de atacar que sea posible. Llegado a este punto toda mente adquiere instintivamente posiciones de fuerza. Y como pueden deducir esta máxima se aplica a todo en la vida, personal, social y profesional, en todos los campos y ocupaciones. 

Eso es de paranoicos, Cecilio. Olvídate... Por Dios. ¿Quieres volvernos locos?”. 

¿Están seguros? ¿Cuántos de Uds. buscan por costumbre instintiva situarse con la espalda hacia la pared y mirando hacia la puerta del restaurante? y me incluyo, esté o no trabajando en zonas de riesgo, y sí, me refiero a esa actitud que provoca que conocidos y parejas nos digan directa y sarcásticamente, “tu siéntate ahí que si no se te atraganta la comida y no te relajas”. 

Seguro que esta anécdota final ha provocado una media sonrisa a más de un lector y lectora… seguro. 

Cuídense y cuiden de los suyos.

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