domingo, 26 de mayo de 2024

Seguridad con las armas, la necesidad de comprender e interiorizar las técnicas correctas... y seguras.

Seguridad con las armas, la necesidad de comprender e interiorizar las técnicas correctas... y seguras.

Por Cecilio Andrade.

El combate, en todas sus versiones, situaciones, posibilidades, campos, entornos y variables, requiere una serie de mecanismos internos imprescindibles para un buen desempeño. 


Todos estos mecanismos internos contrariamente a lo que se cree son adquiridos, pero se apoyan en unos cimientos  innatos e instintivos inapelables. Es decir, debemos saber como reaccionamos de forma innata para aprender a redirigir estos impulsos hacia la respuesta o acción más correcta para la supervivencia.


Con la habilidad de golpear de cualquier forma, física o verbal, y con cualquier herramienta, sea la lengua o las extremidades, si nacemos la mayoría, ya que incluso empleando armas contundentes y/o blancas estas no son más que extensiones de nuestros miembros naturales. 


Pero  nadie, de nuevo contrariamente a lo que se cree, nace con la habilidad innata de disparar “palos de trueno”. Al disparar un arma de fuego sufrimos fogonazos, retrocesos, estampidos y exigencias de control motor fino, por si un combate ya fuera poca cosa. Nadie nace preparado para este tipo de “agresiones” añadidas durante el combate, por lo que para manejarlas y sacarles ventaja debemos aprender a conocerlas perfectamente y acostumbrarnos de forma correcta a ellas. 


Lo natural es tratar de huir de las situaciones potenciales de riesgo lo más rápidamente posible, para protegernos y evitarlas si es factible. Este software instintivo viene programado desde antes del nacimiento incluso, con el cual cuando identificamos una fuente de riesgo de cualquier clase, actuará el reflejo que, en el mejor de los casos, nos ponga a salvo. Todos los seres vivos poseemos este instinto de protección de reaccionar ante estímulos de riesgo. 

  • Si resbalamos o nos empujan generamos resistencia para conservar el equilibrio.
  • Ante un resplandor cerramos los ojos.
  • Con un sonido fuerte tendemos a contorsionarnos de formas curiosas.

Con el tiempo acabamos cumpliendo el viejo refrán, “gato escaldado del agua fría huye”, e identificamos las posibles fuentes de riesgo anticipando nuestra reacción. 


Si en entrenamientos  de baja luminosidad el instructor busca siempre cegarnos con su linterna de un "millón" de lúmenes, o es ese “compañero” tan graciosillo que le encanta presumir y cegarnos con la misma linterna que usa el instructor, tras muy pocas exposiciones y apenas estemos en situación con estos tipos, veamos o no su linterna, con seguridad estaremos entrecerrando los ojos y preparándonos a levantar las manos. 

Es obvio que cada ser humano es un caso único de circunstancias, capacidades y talentos, donde algunos vienen con un mayor bagaje interno que otros. Pero atentos al detalle y mucho cuidado con el mismo:


 El talento es sólo una mínima parte de un todo. 


Sin la motivación de una meta real, sin la disciplina de una personalidad firme, sin un trabajo técnico correcto e inteligente, sin el esfuerzo continuo de mejora, es imposible generar unos resultados sólidos. Cualquiera puede tener un día afortunado, después de todo un reloj estropeado dará la hora correcta dos veces al día, pero solo quienes trabajan y se esfuerzan están verdaderamente más cerca del éxito y, en nuestro escenario específico, de la supervivencia.


El profesional armado o el legítimo usuario con poco o nulo entrenamiento, sin importar la edad, los años de servicio o la “experiencia” adquirida en charlas de bar y con los repetidos visionados de “Harry el sucio”, así como las distintas versiones de Youtube Academic Tactic-Cool, buscará vencer con el desconocimiento de la aplicación correcta de los reflejos que mencionaba.

  • Cerrará los ojos.
  • Encogerá el cuerpo.
  • Tensará todos los músculos posibles.
  • Doblará la muñeca que empuña.
  • No enfocará correctamente.
  • Se auto-asfixiará ya sea por dejar de respirar o por hiperventilar.
  • Se bloqueará y negará a reconocer que este realmente en pleno combate vital.

En definitiva, buscará salir como sea del “lío” en el que se encuentra. 


Pero todos los reflejos reseñados hacen que cualquier proceso a nivel técnico que no haya realizado de forma correcta y repetida con anterioridad, sean ya imposibles en el instante en el que pretende ejecutar sus disparos. 


He visto a muchos profesionales y veteranos que aun después de muchos años cometen errores aparentemente nimios, pero letales en una situación de combate. Por ejemplo, cierran los ojos en el momento del disparo y balancean la muñeca anticipando el retroceso del arma. 


Independientemente de la experiencia y veteranía todos debemos lidiar con diferentes inconvenientes cuando estamos bajo presión vital. La verdadera diferencia entre alguien correctamente entrenado y otro que no lo está, se refiere a que los primeros cometen errores más pequeños, más sutiles y con menos frecuencia. 


Pero lo cierto, nos guste reconocerlo o no, es que el error siempre formará parte de todo proceso.


Es por ello que es de tal suma importancia comprender, practicar e interiorizar las técnicas correctas con el objetivo de alcanzar la preparación necesaria y la ejecución precisa que se requiere para salir indemne de un combate.


Educando el dedo.


Continuando con la línea argumental del presente y otros ensayos, específicamente alguno donde hablaba de la importancia de la fase de aprendizaje y corrección, permítanme recordar la importancia de que durante la misma el disparo no se pueda prever, sabiendo que se producirá pero no el instante exacto del mismo. Reconociendo que si ello no es así el ejercicio es poco menos que inútil respecto a lo que se busca corregir. 


Con esta simple y sencilla práctica se corrigen no solo los efectos reactivos adversos, cerrar los ojos, presión excesiva del arma, etc. sino además otro fenómeno negativo anexo, el denominado gatillazo, el indeseado e impreciso disparo fruto de una contracción brusca del dedo. 


Partamos de una premisa demostrada e incontestable, la mente humana está programada para poder concentrase con precisión y exactitud en un único objeto o acción en concreto, ni una sola cosa más. Bajo presión esta capacidad de enfoque monotemático se agudiza hasta el extremo.


Por tanto, mientras se mantiene la concentración en la alineación correcta del arma sobre una zona concreta del blanco, la mente no podrá definir cuando la presión ejercida soltará el disparo, concentrada en la puntería y olvidando la explosión, con lo cual se perderá, poco a poco, ese reflejo instintivo y aversivo al disparo, mejorando la capacidad de alcanzar un objetivo con precisión y eficacia, sin perderlo en ningún momento de vista. 


Por cierto, esto se aplica a muchísimas cosas de la vida, no solo al empleo eficaz de armas de fuego. Disculpen la digresión filosófica.


Pero, y más que evidentemente, el ejercicio anterior no es válido para trabajar y entrenar una acción defensiva o de combate, no es posible perder tanto tiempo en realizar un disparo cuando la propia vida, o la de terceros, está en riesgo. Siendo necesario añadir además que de todas formas en estas situaciones la atención siempre estará, por un primario y excluyente instinto de supervivencia, en el objetivo, jamás en el disparador.


Es por ello que si se ha entrenado previamente de forma correcta el movimiento del dedo, bajo estrés este actuará de idéntica forma a lo entrenado, solo que más rápido. 


E ahí donde entra en juego ese factor tan importante, y también tan menospreciado, en el tiro defensivo y de combate, el control del disparador o gatilleo, que consiste en identificar los distintos pasos o tiempos que se realizan antes de que se produzca el disparo. Esto permite conocer cuánto recorrido mínimo debe soltarse el disparador para que vuelva a armar el sistema de disparo después de cada acción de fuego, tras lo cual poder volver a presionarlo para realizar otro disparo. 


Es más que obvio que cuanto menor sea el recorrido del disparador menor será el movimiento del arma y, por tanto, menor la posibilidad de errar el objetivo.


Veamos la secuencia general de disparo: 

  • Al disparar un arma esta se eleva.
  •  Mientras se mantiene la atención en recuperar la alineación con el blanco, sobre todo del punto de mira, el dedo no debe soltar el disparador.
  • Mientras el retroceso siga actuando se mantendrá esa presión. 
  • Una vez recuperada la alineación de los elementos de puntería se suelta ligeramente el disparador.
  • Lo justo y preciso para que el sistema vuelve a armarse, posibilitando otro disparo. 

Con el tiempo, y la práctica inteligente adecuada, se podrá soltar el disparador ese recorrido justo y necesario simultáneamente a que el arma recupera su alineación.

¿Cuándo ocurre esto? En la mayoría de las armas modernas basta con soltarlo un par de milímetros, notándose un ligero clic vibrante y sonoro que lo identifica, tras lo cual es posible volver a presionar para repetir el disparo. 


Evidentemente, de nuevo, en una acción real no es factible estar pendientes de detectar u oír ese clic, es algo a entrenar previamente para que durante la cruda y dura realidad surja de forma natural e instintiva. 


No entrenar este punto genera que el dedo suelte en exceso el disparador, con lo cual no solo el arma se moverá en exceso entre y durante cada disparo, sino que además se perderá un tiempo precioso y vital.


Todo esto no es un secreto exclusivo de grandes maestros. Todo lo contrario, es algo que casi todo tirador, del tipo que sea, comenta hasta la saciedad. Pese a ello, muy pocos lo comprenden y entrenan debidamente, ni asumen la enorme relevancia de la educación del dedo


Mis propias experiencia, tanto positivas como negativas, me han marcado en este punto, obsesionándome hasta el punto de considerar que con toda certeza es el segundo aspecto más importante del  entrenamiento del tiro, así como el menos desarrollado de forma  correcta.


Y además la seguridad... del dedo.


Su relevancia, entrenar el dedo de forma correcta, se debe unificar a su vez en una regla de seguridad que debe considerarse fundamental, como espero y deseo que haga la mayoría de los profesionales y usuarios legales de armas. 


“Hasta que no tengan el objetivo en sus miras no pongan jamás el dedo en el disparador”.


Pero... además de las evidentes razones morales y éticas... ¿Existen razones científicas para respaldar esta regla? 


Pues si las hay, como consecuencia del fenómeno denominado Interacción entre Miembros. Término que describe la contracción instintiva de los músculos, de la mano principalmente, en situaciones de estrés. 


Este fenómeno, en lo que nos atañe sobre disparar un arma de fuego, se subdivide en tres factores o respuestas interconectadas que ya comenté en artículos anteriores.  Si los buscan, y repasan, como espero, encontrarán que escribí sobre:

    • Respuesta de Pérdida de Equilibrio.
    • Respuesta de Presión Simpática.
    • Respuesta Sorpresiva.

Después de todo, ya lo decían nuestras abuelas… "¡Ese dedo!" … 


Debemos aprender desde cero a educar el dedo, el mismo dedito que marca la realidad de la supervivencia en un enfrentamiento armado.

Seguridad en el Trabajo con Armas.

El principio tan repetido por los centuriones romanos de “entrena como trabajas, trabaja como entrenas” debe formar parte íntima de la filosofía de actuación y modo de interactuar con armas de fuego para todo operador armado, sea durante su limpieza, porte, en el campo de tiro o en una acción de alto riesgo. 


Si el cuerpo y la mente solo saben actuar de una forma correcta, jamás podrán equivocarse por muy estresados o apurados que podamos encontrarnos. Y anexo a este punto es muy importante tener presente que esto no puede ni debe ser jamás una excusa para el inmovilismo y el estancamiento.


Debemos aplicar los principios ineludibles de sentido común … que sin duda alguna es el menos común de los sentidos.


Para todo profesional es evidente que sin unos mínimos requisitos de seguridad cualquier trabajo pasará de ser un simple riesgo a convertirse en una grave negligencia, paralela en muchos casos al delito, cuando no lo sea en si misma.


En mi caso particular, pero no soy ni de lejos el único, tiendo dividir la seguridad con armas en tres apartados:

  • Seguridad general.
  • Seguridad durante los entrenamientos.
  • Seguridad durante las operaciones.

Aunque en principio esta división resulta válida debemos tener en cuenta que con una correcta base de instrucción las acciones siempre responderán al entorno en el que se realicen, así como que las tres divisiones se complementan, apoyan y suman cada una a las otras.


Claves de Seguridad.

Cinco son las claves fundamentales de seguridad, totalmente aplicables a cualquier situación, del tipo que sea. 


Insistiendo, a riesgo de ser aburridamente repetitivo, no olvidar jamás que es indiferente el estar en una galería de tiro o en una acción de riesgo para tenerlos presentes. 


Partiendo de estas claves de sentido común será fácil aplicar de forma natural todo lo demás. 

  • Estar siempre alerta, dice el proverbio “hombre prevenido vale por dos”.
    • Si se pueden detectar los problemas por anticipado, casi siempre se podrán evitar.
  • Confiar en los sentidos cuando éstos dicen que algo anda mal. 
    • El sexto sentido es algo real, y no algo esotérico, es simplemente que el subconsciente, siempre alerta, detecta algo anómalo, erróneo, incorrecto, no sabemos lo que es pero algo no está bien. 
    • El negarlo no sirve de nada, por lo que hay que confiar en ese sexto sentido y buscar lo que está mal. 
  • Adquirir anticipadamente los conocimientos, habilidades y equipo necesarios para garantizar una capacidad de reacción correcta.
  • Planificar las acciones, hacer un plan de batalla, general y adaptable. 
    • Esto válido para todo lo que se realice. 
    • Fracasar en planificar es planificar el fracaso dice una muy antigua máxima.
  • Actuar en el momento crítico, ser decidido, tener la capacidad de hacer lo que se deba hacer en el momento necesario, y poseer esa capacidad bien asumida. 
    • La acción incorrecta en momento exacto es mejor que la mejor acción un segundo tarde.

Normas Generales de Seguridad.


Las normas generales de seguridad deben presidir cualquier acción relacionada con armas de fuego. Hay que tener en cuenta que legalmente se habla de profesionales cuya titulación y cualificación técnica los hace merecedores de una destreza indiscutible en el uso de las armas.

  • Tratar todo arma como si estuviera cargada y dispuesta para abrir fuego.
    • Cuando se reciba un arma, incluso de la armería o cuarto de armamento de la unidad, antes de ninguna otra manipulación comprobar si se encuentra cargada o no. 
    • ¡No suponer ni creer nada!
  • No apuntar a nadie con el arma, y, por supuesto, no introducir el dedo en el guardamonte, si no se está dispuesto y convencido de la necesidad de disparar.
    • Apuntar siempre la boca de fuego hacia lugares en los que disparos fortuitos no causen daños personales.
  • No abandonar nunca un arma ni dejar las armas al alcance de nadie, además de que puede ser empleada contra uno. 
    • La atracción de las armas es algo más que un concepto psicológico.
  • Evidentemente, no jugar con las armas sean reales o no. 
    • El cuerpo repite de forma natural lo que se le acostumbra a hacer, por ello si se acostumbra a manipulaciones inseguras con la excusa de que es "solo" un arma de juguete o una real que está descargada, la mano actuará de la misma forma el día que al arma sea real, esté cargada y alimentada.
    • Jamás arrojar el arma contra el suelo, una mesa, o incluso una cama, debemos depositarla.
  • Cuando no se porte el arma es obligado guardarla en su armero.
    • Se puede considerar también el mantener la munición en otro lugar, si el armero se encuentra en el domicilio.
    • Evitar, dentro lo posible, que otras personas conozcan el emplazamiento del armero, e incluso que se es propietarios de un arma de fuego.
  • Alcohol o cualquier sustancia que afecten a la mente jamás debe asociarse con el uso, o incluso el transporte de un arma de fuego.
  • Las armas es preciso conocerlas en profundidad para manejarlas con seguridad.
    • Si esto no es así hay que acudir a un instructor.
  • Los accidentes son siempre consecuencia de negligencia. 
    • Existen los fallos mecánicos, estructurales y otros, pero siempre hay que pensar que uno mismo es el responsable de cualquier accidente ocurrido con el arma que porta.
  • Debe adquirirse un perfecto nivel de habilidad y destreza en el empleo y manipulación del arma. 
    • Existe un viejo adagio aplicable a cualquier cosa que se desee realizar correcta, segura y perfectamente, "práctica, práctica, práctica y después más práctica", hasta que forme parte de la propia naturaleza e instintos adquiridos.

Normas de Seguridad en Entrenamientos.


Una vez llegado al campo de tiro, a las normas generales deben sumarse un grupo más de normas de seguridad, tendentes a evitar accidentes, ya sean los entrenamientos individuales o en equipo.

  • Si se va a entrenar solo comunicar donde estará entrenando a alguien de la unidad, familia o amigos.
  • Cuando el entrenamiento se realice en grupo, siempre debe haber un director del mismo, que marcará que hay el que, como y cuando hacer algo, y cualquier otra información que considere pertinente.
  • Entre sesiones, el arma estará con el seguro puesto y colgada si es arma larga o en la funda de ser arma corta.
  • Nunca se manipulará un arma a espaldas de los compañeros que están trabajando.
  • En una línea de tiro, nunca adelantarse o atrasarse con respecto a los demás compañeros, manteniéndose siempre a la misma altura, salvo que el ejercicio y el instructor marquen otra cosa.
  • Prestar especial atención a derecha, izquierda y atrás, para evitar tropezones, golpes o disparos fortuitos por cruce de trayectorias.
  • En entrenamientos de asalto y entrada, se revisará la zona, tras lo cual con un silbato, sirena, voz u otra señal convenida se indicará que se van a realizar acciones con fuego real.
  • Mantenerse despejados, comer ligero, no tomar alcohol, y en lo posible bebidas gaseosas, si se va a realizar entrenamientos con armas de fuego.
  • Jamás trabajar sin gafas de tiro ni protectores auditivos.

Normas de Seguridad en Operaciones.


Partiendo de la premisa de que la seguridad en el uso de las armas resulta la regla más básica para un agente con un nivel mínimo de profesionalidad, esta premisa adquiere toda su importancia cuando se trata de acciones reales en las que surgen factores no controlables.

  • Estar seguro de la propia capacidad para hacerse cargo de la misión. 
    • El exceso de confianza o la sobreestimación de las capacidades no solo son poco profesionales, si no que puede desembocar en una situación donde se juegue con la vida de compañeros o ciudadanos.
  • Evitar disparar si no se reconoce claramente el objetivo o si se observa movimientos no identificados tras de él.
  • Cuidado si se abalanzan hacia uno, es posible que sean ciudadanos aterrorizados buscando auxilio y protección.
  • Para la mayoría de las acciones actuales, policiales o militares en misiones de mantenimiento de paz, la primera directriz y premisa fundamental en un asalto, registro o rescate, es la de preservar toda de vida inocente. 
    • En principio siempre es preferible que un criminal huya a dañar a inocentes por el ansia de capturarlo.
    • Esto tiene matizaciones muy importantes a tener en cuenta según el tipo de criminal contra el que se actúe. 
    • Debe considerarse su peligrosidad y el riesgo de que genere daños mayores si escapa, que los que se puedan provocar con la acción de neutralización.
  • La acción será estudiada con atención al detalle, si ello es posible y la premura de tiempo lo permite, y entendida por todos los componentes del grupo actuante, así como de todo aquel que de una forma u otra tenga algo que ver en la acción.
  • Durante la ejecución de la acción evitar apuntar, y mucho menos abrir fuego sobre las zonas en las que pueden aparecer compañeros.
  • El nivel de estrés de este tipo de acciones provoca el llamado efecto túnel, hay que tratar de mantener una visión abierta y general de la zona para evitar actos que puedan desembocar en disparos involuntarios.


Las normas de seguridad general y de entrenamiento son especialmente importantes en estas acciones, ya que son estas, si están bien aprendidas y asimiladas, las que se aplicarán de una forma instintiva y natural.


Para terminar, sobre todas los principios de seguridad aplicables debemos emplear siempre la mejor arma, el cerebro, y con él sacarle partido al mejor y menos común de los sentidos, ya saben cuál, espero… hablo del sentido común.


Cuídense y cuiden de los suyos.

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