domingo, 21 de julio de 2024

Balística de Efectos. Siempre polémica y siempre en la palestra. (Parte I de II)


Balística de Efectos. Siempre polémica y siempre en la palestra. (Parte I de II)

Por Cecilio Andrade


Una pseudo-filosófica entradilla.


“El Universo no solo es más extraño de lo que pensamos,

sino que es más extraño de lo que podemos pensar.” 


¿Qué opinan?

Piénsenlo con calma, no tengan prisa en contestarse a Ud´s mismos, tienen una vida por delante para ello. No hay prisa alguna.

Respecto a la cita, así se expresó el genetista y biólogo evolutivo John B.S. Haldane.

En el mundo de las armas, del combate, la táctica, el tiro, resumiendo, del empleo de la violencia en general, sea ética y moralmente justificada o no, podemos hablar de un rosario de cuentas encadenadas. Cuentas multifacéticas sin duda alguna, más o menos poliédricas y pulidas, conformadas por mucha bisutería rodeando unas pocas piedras preciosas. Muy pocas por desgracia.

La mayor parte de esa bisutería solo pretende adornar y no enriquecer, tal y como es común en cualquier bisutería. Sin duda esa frase les recordará a Don Calderón de la Barca cuando escribió aquellos versos casi religiosos:


“… porque aquí a lo que sospecho no adorna el vestido el pecho, que el pecho adorna al vestido…”


Hoy en día, sin pretender que es algo moderno ni exclusivo, tenemos muchos vestidos adornando pechos, con parches y velcro sobre todo, por no hablar de los que se portan en los brazos.

Aun así mucha de esa bisutería puede ser de gran utilidad para lograr comprender, comparar, analizar, deducir, y en definitiva para mejorar y evolucionar. De todos podemos sacar lecciones, de que hacer o de que no hacer, pero todas positivas si las aplicamos con la mente y la actitud adecuada. 

No recuerdo dónde leí, ni he podido confirmar su autor de forma fidedigna, discúlpenme:


“No hay nada tan inevitable como un error al que le ha llegado su momento”.


Sin duda ya conocen mi particular forma de pensar respecto al error y al aprender de todos los que pasen por nuestra vida, ya sea la profesional o la personal. 

No descarten ninguna cuenta por no ser perla certificada ni piedra preciosa, grandes obras y joyas han pasado al mundo del arte y la belleza sin ser más que, en el fondo de sus materiales, simple bisutería.

Mucha bisutería transmite belleza pese a estar construida con materiales de saldo y de ocasión. Muchos joyas son pura basura y engendros sin mayor valor que el material que las conforma.

Así es nuestro “mundillo” de la violencia justifica.

No lo duden analicen todo con lupa de joyero, al detalle, al quilate. Vean los errores, conscientes o inconscientes, asumiendo que de ellos podemos sacar sabias lecciones, y que los únicos errores que debemos evitar son aquellos que nos limitan la posibilidad de volver a intentarlo una vez más.

Una y otra vez más, siempre.

Los errores enseñan, los propios si somos inteligentes, los ajenos si somos sabios. Todos los errores valen para algo, ni uno solo se sale de este sabio dicho popular. Y ya puestos en errores y en refranes, ¿conocen uno que dice?:


“Quien anda es quien tropieza, y no el que está en la cama a pata tiesa.”


¿Andan o están en la cama? El movimiento se demuestra andando, ya lo saben, pero andar implica arriesgarse a tropezar, algo que pocos están en condiciones de aceptar, y muchos menos de aprovechar.

Y ya en el último refrán de esta entradilla pseudo-filosófica, como ya dije:


“¿Acertar errando? Sucede de cuando en cuando”.


El sabio saber popular… nunca me deja de asombrar.


Armas de fuego de “mano”.

Antes de empezar una aclaración técnica. 

Mis comentarios vertidos en este trabajo no hacen referencia a un tipo específico de tirador de arma larga. Es una generalización técnica sin entrar en detalles de especialización técnica, táctica, de arma ni de municiones específicas. Generado a modo de compendio general de principios de trabajo y análisis.

Aclarado el punto pasemos al “meollo” del asunto.

Ser conscientes de la importancia de conocer la capacidad de las municiones, para con ello saber sacarles todo su rendimiento, es algo de sentido común. Ya saben, hablo de ese sentido tan poco común.

Desde el nacimiento de las armas de fuego “de mano”, se ha buscado formas de visualizar y mejorar mediante ensayos previos los efectos de una determinada munición y/o proyectiles. Animales, arcilla, sandías, garrafas o tetrabrik con líquidos coloreados de forma llamativa, y más recientemente la gelatina balística, son los medios con los que se ha buscado visualizar esos efectos físicos.

Pero por muy espectaculares que parezcan en esas masas inermes, el comportamiento sobre un blanco humano nunca es igual, ni estallan ni se deforman, pero sobre todo, nunca son 100 por cien predecibles, ni mucho menos repetibles.

Existen infinidad de expresiones, casi tantas como expertos en este mundillo tan especializado y especial, en relación con la capacidad más o menos lesiva y/o incapacitante de una munición determinada. Las más comunes, conocidas y repetidas, con seguridad las conocen, quizás son killing o stopping power, en inglés, y en castellano poder de detención, de incapacitación o de parada. Casi todos estos conceptos están basados en la energía que los proyectiles, las “balas”, poseen y/o transfieren al impactar en el blanco.

Hasta hace pocos años las pruebas no pasaban de ser simples anécdotas más o menos espectaculares, en base a sucesos más o menos aislados, amén de las necropsias posteriores. Acciones que muchas veces no explicaban nada de lo sucedido en el tiroteo real

Por cierto, a modo de comentario de “culturilla” me van permitir un pequeño inciso, o una nueva digresión tan típica en mí.

En alguna que otra conferencia me han pretendido corregir este concepto, necropsia. Término que en castellano no significa lo mismo que en inglés. La necropsia, del griego clásico nekros, cadáver, y opsis, vista, según la Real Academia Española, es sinónimo de autopsia.

Si bien es cierto que algunos médicos forenses consideran la necropsia como la exploración física externa del cadáver antes de proceder con la apertura de cavidades. No se debe confundir con el término necropsy, en inglés, puesto que este término se refiere a un procedimiento científico veterinario a través del cual se estudia un cadáver animal para tratar de identificar la posible causa de muerte, así como la identificación del cadáver.

En castellano, el término necropsia no solo sirve para nombrar al procedimiento en animales sino también en humanos, al igual que la autopsia.

Terminada la digresión continuemos con el tema central que nos ocupa.

Hoy en día la balística de efectos puede considerarse una rama fuerte y vigorosa de la ciencia balística. Dos grandes, y muy polémicos, todo hay que decirlo, expertos actuales en la misma son los autores del libro “Stopping Power”, Edward Sanow y Evan Marshall, ya con varias ediciones mejoradas y revisadas a sus espaldas. Aunque sus trabajos versan básicamente sobre municiones de arma corta, podemos encontrar algunos datos relevantes sobre munición de fusil.

Por cierto, debo ser honesto y comentar que discrepo sobre varios puntos de las teorías que defienden ambos autores en sus trabajos. Aunque son pocos los conceptos de discrepancia, todo hay que decirlo, por lo general los utilizo a modo de contraste, referencia y base de trabajo.


Pioneros.

Haciendo un poco de Historia con una investigación mucho más específica, encontramos al Doctor francés Eugene-Louis Doyen. Dicho profesional realizó uno de los estudios sobre balística de efectos de armas largas más relevantes hasta el presente, convirtiéndose en una referencia casi obligada. 

Comenzó recabando información comparativa sobre la Guerra de Crimea y la Guerra Franco-Prusiana, junto con ensayos realizados sobre el fusil Lebel y su especial cartucho (8x50 R Francés u 8 mm Lebel). Ambos, arma y cartucho, fueron los primeros diseñados para el empleo de pólvora sin humo a nivel militar.

El Dr. Doyen publicó en 1901 un estudio detallado y exhaustivo, abarcando tres periodos distintos de la evolución en la cartuchería. Para lo que a este reportaje se refiere me ceñiré al último periodo, el de los pequeños calibres. Lo haré así ya que es el más cercano al trabajo práctico, útil y, sobre todo, aplicable a la actualidad. Les dejo a su curiosidad y deseos de aprender la búsqueda del trabajo completo del Dr. Doyen.

En el periodo que nos ocupa, el de los pequeños calibres, las mayores presiones de las pólvoras sin humo, así como las velocidades incrementadas de salida y rotacionales, obligaron a encamisar completamente los proyectiles con un metal más duro que el plomo tradicional. Esto fue necesario tanto para evitar que el proyectil se saltase el estriado del cañón, como impedir que se desintegrase en su vuelo a causa de la enorme fuerza centrífuga desarrollada.

En este periodo distinguimos dos épocas bien definidas.

  • Periodo de las balas romas u ojivales.
  • Periodo de las balas agudas o aerodinámicas.


Las primeras provocaban bajas sin causar grandes heridas, llegando a ser denominadas, eufemísticamente sin duda, balas humanitarias. Siendo su poder de incapacitación bastante pobre, se buscó mejorar esto gracias a inventos tales como las balas de Dum-Dum y adaptaciones similares. Adaptaciones que, de todos es conocido, por sus efectos aparentemente explosivos fueron prohibidas en las Convenciones de Ginebra y de La Haya.

En cuanto a las balas agudas o aerodinámicas, al ahusarse perdían masa ganando velocidad traslacional. Todo ello hizo que generaran una enorme capacidad de perforación, casi a cualquier distancia de empleo eficaz. Cedían muy poca energía cinética al impactar, por lo que sus heridas eran relativamente poco graves a largas distancias. 

Eso sí, a cortas y medias distancias el efecto era muy distinto, observándose daños explosivos en órganos blandos, así como grandes cavidades traumáticas en masas musculares. Todo ello, en muchos casos, sin apenas deformación del proyectil.

Hoy, tiempo después de que el Dr. Doyen llevase a cabo sus estudios, casi todos los profesionales de las armas saben que según el tipo de proyectil que se emplee los efectos serán unos u otros. La distinción básica de blindada, semiblindada y punta hueca es bastante conocida, no siéndolo tanto sus efectos, consecuencias, ventajas y defectos específicos.

Todo proyectil produce, al impactar, algo que se denomina “cavidad permanente”. Que es, a modo de explicación muy sucinta, la trayectoria física dentro del objetivo hasta que lo atraviesa o se detiene. Según el tipo de proyectil del que se trate, generará una cavidad permanente más o menos gruesa. Dependiendo de la colocación del disparo o lo que es lo mismo, lo que dicha cavidad permanente atraviese, podremos deducir el daño sufrido así como el periodo de tiempo necesario para lograr la incapacitación total del blanco.

En este punto debemos tener en cuenta la potencia de penetración de la munición, dependiente de la distancia y medios a atravesar. Según una norma del FBI, son necesarios al menos 30 cm de penetración para lograr neutralizar efectivamente un blanco humano, algo que la munición de fusil, en condiciones normales, excede sobradamente.

El segundo efecto, que en el caso de los proyectiles hipersónicos no es producido por el proyectil físico en si mismo, sino por su onda de choque, es la denominada cavidad temporal. Esa misma que nos queda grabada en la memoria por la explosión de sandías, las deformaciones en objetos de arcilla o, la más llamativa y dramática, la observada en videos a cámara lenta con gelatina balística.

Se trata, básicamente, del resultado de una transferencia de energía en milésimas de segundo por dicha onda de choque, en un medio relativamente fluido como es el cuerpo humano.

Hasta no hace muchos años la mayor parte de los estudios se realizaban con armas cortas, pistolas y revólveres con características balísticas muy distintas a las de las armas largas, cuyos proyectiles poseen hasta diez veces más energía, siendo por ello capaces de infligir daños exponencialmente mayores.

Se considera que para que un proyectil genere una onda de choque consistente debe desarrollar una velocidad superior a 600 m/s así como poseer forma aguzada. Bajo estas condiciones, el efecto de cavitación, o de hipervasación, puede ser lo suficientemente consistente como para provocar una cavidad temporal merced a su velocidad, potencia e instantaneidad, causando daños masivos y aparentemente explosivos.

Un buen ejemplo de esta apariencia explosiva, fueron las denuncias formuladas durante la Gran Guerra de 1914-18 contra el Ejército británico. En ese periodo se produjo la sustitución de sus balas romas por las aguzadas, principalmente debido a motivos de ahorro en materiales estratégicos, dando la falsa impresión de que empleaban balas explosivas.


Fin de la parte I... 


Cuídense y cuiden de los suyos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por su tiempo y su comentario.
Por motivos de seguridad se requiere revisión de todo lo comentado, en breve se autorizará su publicación.
Cuídese y cuide de los suyos.