domingo, 14 de julio de 2024

Instruir liderando .... Historia en un artículo... quizá, polémico.

Instruir  liderando .... Historia en un artículo.... quizá, polémico.

Por Cecilio Andrade.


Instructor y líder son las dos partes de una, como ya dije en el título del presente artículo, muy vieja historia,  ¿recuerdan "eso" de Auctoritas o Potestas de los romanos?. Lo crean o no, lo apliquen o no, lo conozcan o no, lo cierto es que para ver crecer a nuestros alumnos no hay otra hoja de ruta.


Los romanos supieron distinguir perfectamente algo que a día de hoy es muy común confundir, la auctoritas con la potestas. Un debate milenario, sobre si la autoridad debe ser solo moral, ética, profesional, humanista, educativa, y un largo, larguísimo en realidad, etc. o simplemente es necesario una autoridad certificada, diplomada, administrativa, burocrática y/o jurídica. Gran cuestión esta que aún nos da coletazos en el actual siglo XXI... ¿no creen?


La primera, auctoritas, tiene que ver con la autoridad moral que debe ganarse uno cada día con su propia profesionalidad y buen ejemplo; con el respeto y dedicación; con el cariño, aprecio, emociones, empatía y generosidad; con la persuasión, convicción, diálogo y comunicación precisa e individualizada; con los conocimientos adquiridos y las experiencias de contrastarlos; con un comportamiento y conducta ejemplar; con el saber y preparar la materia, clase o sesión; con una ascendencia y capacidad moral que ni se compra en tiendas de marca ni en mercadillos de pulgas.


Así es, hablamos de algo que ni se compra ni se vende, algo que se adquiere, se aprende y se demuestra, que se construye día a día, con mucho esfuerzo y sacrificio, con mucha ilusión, con una enorme vocación, con un firme amor por este hermoso oficio, el de enseñar, aprender y compartir el conocimiento, el saber y la experiencia de poder ejercer una indeseada violencia éticamente justificada por unos firmes Principios y Valores humanos.


Mientras la potestas, por lo contrario, consiste en ese conjunto de facultades públicas que son otorgadas desde fuera a una persona, de acuerdo con unas formalidades burocráticas y administrativas perfectamente definidas. Se trata de un poder que no emana de la condición personal del titular, sino que está relacionada con la fuerza y la imposición coercitiva, con aquello que Maquiavelo explicó al definir que: 


“El príncipe debe infundir temor e imponerse por la fuerza (...)”.


Sinceramente, estoy convencido de que un buen instructor, institucional, corporativo o personal, debe poseer la autoridad suficiente que sustente su capacidad de persuadir y convencer, hablo de auctoritas. Debe poseer, además, suficientes recursos, mecanismos, planes, equipos, protocolos  y procedimientos, amén de los ya nombrados conocimientos y experiencias, que le permitan desempeñar su función de líder y mentor razonablemente bien, sin caer en el victimismo, sin que necesite investirse de un potestas pública, y mucho menos que alguien externo al propio instructor, líder y/o mentor la imponga. 


Porque, guste mucho o poco leerlo, entre otras muchas cosas y sin lugar a discusión, sin auctoritas no hay potestas, y por mucho que alguien se empeñe en convertirse en agente indiscutible de la autoridad y la verdad, las cosas son mucho más complejas cuando pretendemos influir en otros seres humanos. 

En muchos centros académicos, tanto institucionales como privados, hay responsables con poca o nula autoridad moral, donde sin duda alguna algunos reciben más respeto por parte de sus jefes y alumnado del que con toda probabilidad merezcan. Es uno de esos hechos qué se puede comprobar con muy poco esfuerzo… desgraciadamente. Y, añadiendo leña al fuego de esta hoguera, recuerden que tratar con respeto no siempre es sinónimo de respetar.


Resulta imposible resumir en un artículo como este, incluso quizás tampoco en un ensayo denso, que otros más doctos ya han escrito, todo lo que suscita el debate sobre la autoridad que un instructor y líder debe poseer. Controversia que, después de todo, no es nueva. 


Habría que enmarcar todo ello en una reflexión mucho más extensa, global si se quiere, sobre la sociedad, sobre el fracaso social y académico, sobre el rol que juega cada persona, y de manera más particular sobre la propia comunidad de instructores “tácticos”, como les gusta a algún que otro y otra definirse.


Todo instructor debe tener grabados a fuego sus Valores y Principios, que trabajan con y para personas concretas, con ritmos y necesidades distintas y propias, y jamás en función de intereses políticos de votos, económicos de mercado y beneficios personales, o de audiencias y necesidades enfermizas de acumular me gusta cibernéticos en una cuenta virtual. 


Como decía D. Francisco Giner de los Ríos, enseñar, guiar y/o instruir significa “aprender a dirigir con sentido la propia vida”, lo cual no solo implica acumular y repetir información, sino que también implica conocer, contrastar, reflexionar, elaborar, adaptar, sumando a una enorme bolsa de canicas de conocimientos que, en definitiva, significan huir del pensamiento integrista tan en boga en nuestros días, renunciando a la comodidad de las recetas mágicas y de las razones ególatras y únicas, además de, por supuesto, esas ocurrencias de moda, las diga quien las diga, las haga quien las haga.


El equilibrio, como en todo en la vida, está en el termino medio, poseer la Potestas que marque la ley y los reglamentos de cada país, y cultivar la Autorictas que nos haga buscar la excelencia en el trabajo quizás más exigente e importante en cualquier campo del saber humano, el que implica transmitir y acrecentar el conocimiento.


Para finalizar este primer tercio de un polémico artículo, permítanme, o no, una serie de preguntas impertinentes, como casi todas las mías.


 Como instructores, mentores y/o líderes:


¿Tenemos Auctoritas?

¿Ganada cada día con nuestro propio comportamiento y conducta?

¿O tenemos sólo Potestas?

¿Impuesta por un papel más o menos grueso, impreso en base a una regla, norma o ley?

¿Tenemos ambas bien alimentadas y regadas?


Espero que el resto del artículo les resulte menos irreverente.


Un cuestionario simple y personal.


¿Qué opinan de que les presente un cuestionario simple y personal para Instructores de armas y técnicas? 


¿Y si les digo que además puede adaptarse para cualquier campo del saber y de la vida?


Permítanme que explique... que o logre o no es otra cuestión. 


A finales del siglo XIX, cuando no existía esto tan cool de la actual era digital, hablo de las redes sociales, con el concepto de "redes" en más de un sentido no siempre agradable, la gente joven se conocía en persona o por correspondencia. Y para esto último, mediante el tan “primitivo” y lento correo de sobre y papel, eran muy populares unos cuestionarios que supuestamente indagaban en lo más profundo de la persona. Era el pasatiempo favorito de la época, sobre todo de las señoritas y señoritos de media y alta sociedad, las demás bastante tenían con lograr acabar la jornada con el estómago medianamente satisfecho. 


Este juego de salón adquirió una enorme popularidad, llegando a las manos de “un tal” Marcel Proust. Hablamos de un novelista y crítico francés, cuya posterior novela “En busca del tiempo perdido", constituye una de las cimas literarias del siglo XX. Esta extensa novela fue enormemente influyente tanto en el campo de la literatura como en el de la filosofía y la teoría del arte. 


Pues bien, este caballero contestó a su primer cuestionario a los 13 años. Tiempo después creó el suyo personal y se lo regaló a su amiga Antoinette Faure, hija del expresidente de Francia Félix Faure, pero con preguntas un poco más especiales de lo habitual, incitando a reflexionar sobre la vida, la muerte, el amor y la felicidad. 


Finalmente publicó sus respuestas personales en el artículo “Las confidencias de salón”.


Si tienen un interés particular en la versión original de Monsieur Proust no es muy difícil encontrarlo en múltiples páginas en la red. Adelante, es sumamente enriquecedor…


Pues bien el famoso cuestionario de Proust ha acabado generando innumerables versiones en cientos de campos, y como no, me fue imposible evitar generar los míos, y no uno, sino varias versiones y para varios objetivos. 


Los dos primeros que adapté, con una década y media a sus espaldas, iban dirigidos al instructor y el alumno de armas, respectivamente. Permítanme compartirles el dirigido al instructor.

  1. ¿Principal rasgo de su carácter como instructor?
  2. ¿Qué cualidad aprecia más en un instructor?
  3. ¿Y en un/a alumno?
  4. ¿Qué espera de sus compañeros instructores?
  5. ¿Su principal defecto al instruir?
  6. ¿Su parte favorita de la instrucción?
  7. ¿Su ideal de instrucción?
  8. ¿Cuál considera que sería su mayor fallo al instruir?
  9. ¿Qué meta le gustaría alcanzar como instructor?
  10. ¿En qué campo le gustaría destacar como instructor?
  11. ¿Su práctica favorita?
  12. ¿La qué más detesta?
  13. ¿Qué busca o le motiva para instruir?
  14. ¿Qué instructores admira?
  15. ¿Cuales detesta?
  16. ¿Un héroe de ficción?
  17. ¿Una heroína?
  18. ¿Su tipo de alumno favorito?
  19. ¿Su libro preferido?
  20. ¿Su héroe de la vida real?
  21. ¿Su película favorita?
  22. ¿Qué hábito ajeno no soporta?
  23. ¿Qué frase o cita asocian sus alumnos a Ud?
  24. ¿En su campo, como y/o donde se ve dentro de 10 años?
  25. ¿Un hecho de armas que admire?
  26. ¿Qué don desearía poseer?
  27. ¿Cómo le gustaría morir?
  28. ¿Cuál es su estado de ánimo más habitual?
  29. ¿Qué defectos le inspiran más indulgencia?
  30. ¿Tiene un lema?

No es necesario que lo hagan público como Monsieur Proust, quizá es mejor no lo hagan, tan solo contestando con sinceridad para Uds. mismos es un cuestionario muy esclarecedor.


¿Se atreven?


Un coctel muy variopinto.


Y tanto que encauzo el último tercio de este sin duda polémico artículo, mezclando un variopinto cóctel particular, ahí va la receta:


- Una parte de Maestros de Armas.

- Otra parte de Google.

- Dos partes de Proyecto Oxygen.

- Para finalizar con una pizca de humildad y conocimiento personal.


Y todo ello en aras del liderazgo al instruir para salvar vidas.


Me consta que ya saben lo reiterativo y pesado que puedo ser de distintas formas y por distintos medios, ya sea de mediocre “juntaletras” o de más mediocre orador en clases y conferencias, repitiendo conceptos, datos, comentarios y un largo etcétera de cuestiones. Y hoy no voy a defraudarlos, por lo que reincidiré en dos cuestiones que, como no, he comentado infinidad de veces, pero que considero primordiales a todo ser humano que desee crecer en cualquier campo del saber.


La primera es la de que el saber y las nuevas ideas surgen de cualquier lugar, por más ajenas e inverosímiles que puedan parecernos a nuestra actividad. Y en el campo de la seguridad, en sus miles de aspectos y especialidades, no es distinto. 


La otra hace referencia a la enorme necesidad de que instruir y liderar estén siempre en un paquete integrado, unificado y homogéneo. Un buen maestro lo es más por su capacidad de liderazgo que por sus conocimientos, ya que un líder debe transmitir con eficacia las enseñanzas necesarias para que su equipo crezca y avance sin estancarse. 


Pues bien, desde una empresa tecnológica puntera que todos conocen, Google, en permanente búsqueda de líderes para lograr mantener su primacía, surge en el 2008 el proyecto Oxygen. Les emplazo a buscar sobre su nacimiento y expansión en el blog del mismo Google. 


Partiendo de una de las múltiples investigaciones realizadas dentro de este proyecto, lograron crear una lista de chequeo de comportamientos concretos que se repetían en todos sus mejores líderes y gerentes. 


Lista de chequeo que busca, con sus preguntas, detectar a los líderes, demostrando que existe una correlación fundamental entre la puntuación que obtienen los líderes y el desempeño entre ese líder y su equipo. A mayor puntuación se observa un mejor desempeño en cualquiera de los aspectos clave que compartían los líderes con mejor rendimiento.

Y aquí es donde surgió el cruce de ideas que podemos aplicar sin problema alguno a todos los aspectos, campos y especialidades de la Seguridad y la instrucción para la misma.


Cada una de las preguntas se puntúan según la escala Likert, específicamente la denominada escala de acuerdo, con cinco posibles respuestas puntuables de 1 a 5:

    • Totalmente en desacuerdo:  1 punto.
    • En desacuerdo:  2 puntos.
    • Me es indiferente:  3 puntos.
    • De acuerdo:  4 puntos.
    • Totalmente de acuerdo:  5 puntos.

Pasemos a las preguntas que me he atrevido a reescribir para nuestro tan polifacético ámbito de trabajo, la instrucción para la seguridad.

    1. Recomendaría a mi instructor a otros.
    2. Mi instructor me asigna tareas que me ayudan a desarrollar mis capacidades.
    3. Mi instructor me comunica claramente los objetivos a lograr, individuales y de equipo.
    4. Mi instructor me da retroalimentación útil.
    5. Mi instructor me da la autonomía que necesito para hacer crecer mis capacidades.
    6. Mi instructor muestra consideración hacia mí como persona.
    7. Mi instructor me ayuda a estar enfocado en lo que es prioritario, incluso cuando es muy difícil hacerlo.
    8. Mi instructor comparte información de sus propios instructores y mentores.
    9. Mi instructor ha tenido una conversación significativa conmigo sobre el progreso de mis capacidades en el último mes (o el periodo de tiempo acorde con el campo de aplicación).
    10. Mi instructor tiene los conocimientos humanos y técnicos requeridos para hacer su trabajo de manera efectiva.
    11. Las actitudes de mi instructor muestran que valora la perspectiva que aporto, incluso si es diferente de la suya.
    12. Mi instructor toma decisiones difíciles de manera efectiva.
    13. Mi instructor colabora con otros equipos de aprendizaje y enseñanza.
    14. ¿Qué recomendaría a mi instructor que continuase haciendo?
    15. ¿Qué desearía que mi instructor cambiase?

¿Han observado algo especialmente relevante de esta lista? 


Tan solo una de las preguntas hace referencia a sus habilidades, todas las demás buscan describir a la persona, al ser humano. 


En base a las preguntas de la lista, nos damos cuenta que el liderazgo de un buen instructor nace de dar libertad y poder de decisión a las personas que están recibiendo sus conocimientos. Personas que sienten que la responsabilidad del resultado final del trabajo que están realizando es suya, y que lo verdaderamente importante es saber llegar a los objetivos marcados, dentro de unos límites y con unos procedimientos perfectamente definidos.


Los mejores instructores son líderes que ayudan a sus alumnos a crecer y lograr el éxito.


Cuídense y cuiden de los suyos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por su tiempo y su comentario.
Por motivos de seguridad se requiere revisión de todo lo comentado, en breve se autorizará su publicación.
Cuídese y cuide de los suyos.