domingo, 11 de agosto de 2024

Enfrentando el enfrentamiento, para todo profesional armado y para la vida cotidiana.

Enfrentando el enfrentamiento, para todo profesional armado y para la vida cotidiana.

Por Cecilio Andrade.

“Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum”.

Flavius Vegetius Renatus.

Hombre ilustre y conde (Vir illustris et comes).


Desde siempre los buenos estrategas, tácticos y operadores han sabido que el esperar a ver cómo actúa el adversario no es la forma más deseable de buscar la victoria y la supervivencia. Lo cierto es que que estas dos caprichosas damas, Doña victoria y Doña supervivencia, prefieren a las personas dinámicas, atentas, previsoras y sobre todo ágiles, tanto de mente como de cuerpo.

Haz trampa siempre, vence siempre… y los paranoicos también tienen enemigos.

Ello no implica disparar o golpear a todo aquel que nos mire dos veces seguidas, ni estar saltando cada vez que alguien se lleva  la mano al bolsillo trasero del pantalón, ni tampoco llamar solicitando apoyo de la unida DELTA FORCE más cercana al ver a varios tipos malencarados y con pantalones 5.11 en la mesa cercana a la puerta del bar donde estamos tomando café.

Lo que si implica es estar siempre en capacidad de movernos y maniobrar para ofrecer los menores puntos ciegos y ángulos de ataque que nos sea posible. Y aquí debo recalcar un matiz muy importante para recordar y tener siempre en mente, menores no es jamás sinónimo de inexistentes. 

Implica buscar algo tan simple de plantear como tan difícil es de plasmar, debemos poner a nuestros posibles e hipotéticos adversarios en posiciones débiles. Inducirlos a aparentes posiciones rentables para ellos que en realidad sean trampas. Implica el provocarlos para que abandonen posiciones ventajosas, y acaben respondiendo con opciones letales, o cuando menos expuestas, para ellos.

Un adversario en esa situación acaba desconcertado, frustrado y enfurecido, los tres principios básicos para generar los peores errores, esos que acaban casi siempre siendo leatales.

Algunos, al leer estas líneas, pensarán que estoy hablando de combate puro y duro, en cualquier lugar del violento mundo donde nos ha tocado vivir, y ello, aún siendo correcto en lineas generales, les aseguro que también se aplica para el más humilde ciudadano, un patrullero de un barrio cualquiera o un oficial de protección. 

Cualquiera de nosotros puede aplicar estos principios con la inseguridad ciudadana en curso, en cualquier salida de compras o de simple sociabilidad, pero, ténganlo en cuanto para interiorizar esta forma de actuación de forma cotidiana, no solo en situaciones de riesgo extremo, sino también en su día a día social y laboral. 

Cuanto más para todos aquellos que se dediquen a la seguridad, profesionales armados de toda clase y nivel.

No se requiere el autogenerar una paranoia, pero si el tener claro que en el mundo en el que vivimos, por nuestro estatus, posición, situación o dedicación profesional, podemos encontrarnos en situaciones extremas de violencia de muchos tipos, por lo que debemos educarnos y generar actitudes y reflejos para ofrecer un blanco mínimo o lo más inabordable que nos sea posible, aun sin ser conscientes de nada concreto en nuestro entorno.

Actuando con lo que de forma profesional se denomina “conciencia situacional”.

Enfrentando el enfrentamiento.

En un enfrentamiento armado, como todo en la vida en realidad, el cerebro es más importante que el músculo, y en el caso que nos ocupa, la movilidad y la posición son más significativas que las armas.

Sun Tzu lo expuso magistralmente, un adversario colocado en situación débil es más sensible a la presión psicológica, y en nuestro caso concreto ello no solo no es diferente si no que es mucho más fácilmente aplicable.

Un agresor que no encuentra ángulos fáciles de ataque, que tras alcanzar una posición favorable descubre que ese objetivo aparentemente desprevenido, ya no esta colocado en el mismo lugar o de la misma forma, rompe su fluidez de actuación y poco a poco va debilitando su decisión.

Se hace también más fácilmente detectable, comete más errores, se precipita cuando debe actuar calmado, permanece mirando más tiempo de la cuenta y cuando no debería, y cuando finalmente llega el momento de la verdad no se decide.

Un adversario que por instinto adquirido y convertido en costumbre se coloque en posiciones que le permitan movilidad, observación y espacio de maniobra, raramente será pillado desprevenido, aun cuando no haya detectado nada, y a la vez le facilita la detección de dichos posibles agresores.

Si en la situación preventiva ya vemos la enorme importancia que posee una actitud correcta, es evidente que una vez comenzado el “baile”, ¿existe algo más maniobrable y móvil que el baile?, esta misma actitud de movilidad y maniobra adquiere su máxima representación, no más importante que lo anterior, pero si más visible y aparente.

El movimiento implica vida… jamás dejen de moverse.

La idea del combate móvil y de maniobra implica una forma de pensar distinta.

Lo tradicionalmente viril de guerreros es considerar en combatir frente a frente, cara a cara y golpe a golpe. 

Nada más lejos de la realidad de todos los tiempos. Napoleón fue uno de los exponentes máximos de este principio aplicado a la estrategia, al igual que Rommel en la táctica. La Primera Guerra Mundial fue uno de los más claros ejemplos históricos del desprecio de dicho principio.

De todas formas estos ejemplos históricos, si bien no son malos, escapan del campo que nos ocupa, el del profesional armado, ya sea individualmente o en equipo. Y en este contexto los ejemplos no son menos significativos. 

David derrotó a Goliath por la agilidad, si no física, si táctica. Claro que si este ejemplo lo consideran irreal podemos tener en cuenta a Wyatt (Berry Stapp) Earp y a Miyamoto Musashi, por buscar dos ejemplos temporal y culturalmente dispares. 

No creo que sea necesario buscar ejemplos históricos famosos, con los cotidianos nos basta, estoy convencido que el concepto es evidente para todos.

Lo que realmente importa es como logramos que nuestra mente viva con ese concepto y siempre busque estar en posición de ventaja, no para dominar, si no para prevenir. 

Se puede estar inmóvil mas no estático. Nuestros gestos, posición de pies, lugar donde estamos situados, la atención al entorno, entre otros muchos factores, pueden ser vigilados e interpretados, y es todo eso lo que nosotros debemos educar para ofrecer siempre una posición dinámica de control, aun sentado en un cómodo y lujoso sofá del mejor hotel.

El pecado mayor es ser siempre reactivo, el permitir que nos coloquen en una posición sin capacidad de respuesta. 

Para evitarlo no se requiere llegar a un lugar y planificar miles de supuestos, aunque en según qué casos también se debe considerar hacerlo, lo que normalmente debemos tener claro es que lugares son los más expuestos y que posición ocupamos nosotros respecto a ellos, ya sea espacial, laboral o socialmente, para ofrecer un objetivo más difícil de alcanzar y, la peor situación, de acorralar.

Llegado a este punto nuestra mente adquirirá instintivamente posiciones de fuerza, la espalda contra la pared y mirando hacia la puerta del bar es la más habitual para muchos de nosotros, estemos o no trabajando o en zonas de riesgo, y la que normalmente nuestros conocidos y parejas ya nos sueltan directamente, “tu siéntate ahí que si no se te atraganta la comida y no te relajas”. Seguro que esta anécdota la tiene en mente más de un lector con una media sonrisa.

Y puestos en estos berenjenales ¿cómo logramos todo lo anterior de forma eficaz? No es fácil pero podemos intentar buscar algunos principios.

Obviar planificar es planificar la derrota… siempre.

El primer y sin duda más importante factor a considerar, de forma proactiva y peventiva, debe ser siempre una planificación previa rigurosa, realista y correcta.

Pero cuidado, un plan demasiado detallado y rígido no permite adaptación y genera inmovilidad táctica, por más que nos dediquemos dar saltos como monos araña delante del enemigo. Así mismo uno demasiado general no tendrá en cuenta muchos casos y eventos, con lo cual si estos ocurren acabaremos con una mayor confusión, del tipo  “si yo lo había planeado todo, ¿cómo no se me ocurrió que podía pasar así?”.

Buenos y efectivos planes parten de un eficaz y detallado análisis, gracias al cual podemos tener previsto con anterioridad opciones y respuestas, intentado que posean las suficientes variables que nos permitan adaptarnos con mayor eficacia y rapidez, buscando todo ello en aras de una maniobrabilidad mayor que nos permita sobrevivir y superar al adversario.

La necesidad de ser intangible e inescrutable… el poder de la confusión.

Nuestro segundo principio a considerar podría ser algo como lograr vernos intangibles e indescifrables, o inescrutables, haciendo que nuestro adversario no sepa ni pueda interpretarnos. 

La efectividad del adversario depende de su capacidad para deducirnos en base a los datos que le regalemos. Si logramos que no pueda razonar eficazmente, que su información sobre nosotros sea incorrecta, ambigua o incluso sin sentido, todo ello generará acciones inútiles, agotadoras y sobre todo desmoralizadoras. 

Mientras que la acción propia estará basada siempre en acciones examinadas y meditadas con mucha antelación.

Generar dudas nos hace un objetivo incomprensible.

El tercer punto es quizás un poco más complejo de lograr. A todo adversario debemos generarle más dudas que retos.

Y en este punto debemos recordar lo que nos dice un muy viejo y sabio adagio, el enemigo no es tonto. En mis seminarios siempre enseño que como mínimo debemos pensar siempre que el adversario es tan listo y hábil como nosotros, con lo cual, si le ponemos el reto de solucionar un problema que le  planteemos, acabará indudablemente superándolo, más tarde o más temprano. 

Pero si logramos que en su mente entre la duda, haga lo haga pensará si ello es lo correcto, si no estará dirigiéndose a una trampa, esa duda ralentizará sus acciones, llevará a más errores y más dudas, multiplicando exponencialmente el efecto en si mismo, hasta el punto de poder llegar a imposibilitarle de cualquier acción coherente y eficaz.

Lo cierto, para ser sincero, es que pese a lo anterior siempre planifico mis acciones en base a “mis adversarios son más capaces y hábiles, y están mejor equipados que yo…¿dónde está su talón de Aquiles?”

La trampa y el engaño dan espacio… y el espacio es tiempo… y vida.

Por último, pero no menos importante, es el poder disponer siempre de margen de maniobra, tanto física como estratégica y tácticamente. 

Ya sea el buscar inmovilizarnos como el de aferrarnos reiteradamente a unos procedimientos “X”, debemos pensar que ello nos resta capacidad de adaptación y respuesta. 

El persistir en movimiento, e insisto que no solo hago referencia al movimiento físico, nos mantiene muchas más opciones viables que si nos mantenemos inamovibles. 

No debemos asignarnos obligaciones que no sean importantes en el momento y lugar, ni adoptar posiciones  que nos limiten. Debemos considerar como como factor primordial la movilidad psicológica, y arriesgándome a ser repetitivo y pesado, tanto física como táctica y estratégica, 

Movilidad implica vida, solo la vida tiene movilidad, de una forma u otra.

Finalmente… regresando con el coronel Boyd.

Todo lo anterior no es algo moderno ni siquiera son cosas exclusivas de guerreros, incluso aparecen en libros de autoayuda social y laboral. Si buscan un poco de literatura  más seria se darán cuenta que desde un idealizado Sun Tzu, pasando por Esopo y su fábula de “La caña y el olivo”, por Napoleón Bonaparte y su genial capacidad, hasta llegar a la actualidad y sus tácticas “modernas”, la movilidad y la maniobra siempre han sido las mejores elecciones y pautas de supervivencia en combate; pero también para los grandes de las finanzas, de la política, o más comúnmente, la de todos los que viven el día a día de familia, trabajo, amigos, facturas, etc.

No es la suerte ni la fortaleza, es la preparación previa, la habilidad y la adaptación las que forjan las victorias.

En resumen, más de 1500 palabras para volver a disertar sobre el modelo del coronel Boyd y su OODA, Observar, Orientar, Decidir, Actuar, pero con otros términos.

Las vueltas que da la vida.

¿Vueltas?

¿Evolución?

Seguimos hablando de movimiento ¿verdad?

A lo mejor debí escribir algo tan sencillo como “mientras hay movimiento hay vida”, para todo, y dejar el concepto claro con solo con cinco palabras.

Sin duda alguna me gusta enrollarme.

Y ahora, ¿a que viene la cita al principio del artículo?

Es una frase, en forma de hipótesis condicional, que podemos leer de la pluma de Flavius Vegetius Renatus, siglo IV DC, en el prefacio del libro III “Epitoma Rei Militaris”, Compendio de Técnica Militar. 

“Por lo tanto, que quien deseara la paz, debiera prepararse para la guerra”.

Siendo el origen de la frase modificada atribuida erróneamente a Julio Cesar.

“Si vis pacem, para bellum”.

En este caso en forma de un tajante imperativo.

"Si (realmente) deseas la paz, prepárate para la guerra".

Volviendo a la cita original, la de Vegecio, me gustaría pensar ¿qué mayor preparación, para empezar, que lo expuesto en este artículo?

Presuntuoso de mí.

Cuídense y cuiden de los suyos.

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