domingo, 4 de agosto de 2024

Balística de Efectos. Siempre polémica y siempre en la palestra. (Parte II de II)

Balística de Efectos. Siempre polémica y siempre en la palestra. (Parte II de II)

Por Cecilio Andrade


Continuando con un artículo anterior...


Diferentes objetivos mismas acciones.

Un tirador de arma larga, policial, militar, cazador, normalmente se mueve, localiza un objetivo, dispara, tras un periodo más o menos largo vuelve a moverse a una nueva posición, localiza un nuevo objetivo, vuelve a disparar, y así durante el tiempo que la misión, la situación táctica y las características del terreno lo permitan y/o exijan.

A nivel operativo se actuará principalmente frente a los potenciales objetivos, varios y distintos, rodeados de tiradores adversarios que siempre podrán moverse mucho más rápido, y que en algunos casos contarán con mayores medios de apoyo y con mejores conocimientos del entorno.

La solidez psicológica será puesta a prueba, de forma continua y extensa en el tiempo. Como ya vimos en otros artículos previos, el más mínimo error colocará la propia supervivencia en uno de los platillos virtuales de la balanza de la caprichosa Diosa Fortuna.

Es necesario ser maestros del uso de todo parapeto posible, de pasar desapercibidos en toda situación, capaz de infiltrarse o exfiltrarse a través de las más eficaces líneas de vigilancia.

No importa que hablemos de tiradores de asalto, francotiradores o de cazadores civiles, conocedor estas técnicas y su empleo eficaz es fundamental para el éxito y, en muchos casos, la supervivencia personal.

Alguno opinará que lo habitual no es eso. Que, por ejemplo,  una situación policial relativamente normal involucra a uno o dos sospechosos armados, que pueden haber asesinado o amenazar con ello, encontrándose parapetados tras una barricada y/o rehenes.

Para hacerles frente, el tirador policial buscará el ángulo y posición de tiro que le permita batir el objetivo de una forma eficaz y segura para terceros, ya sean rehenes o compañeros. No se preocupará del entorno más que para conseguir una buena posición de tiro, cómoda, con buen ángulo y una mínima capacidad de pasar desapercibido.

Ahora pasemos el testigo a un francotirador, a un cazador, un operador militar en zona boscosa o urbana, etc. ¿Detectan muchas diferencias de lo comentado en el párrafo anterior?

Aplicación de fuerza letal.

Esta es, si cabe, la principal y más importante cuestión para cualquier profesional armado, la forma de aplicar la fuerza letal.

Un soldado en combate, en una operación bélica convencional o especial, disparará sobre todo objetivo enemigo sea o no una amenaza directa para él, para sus compañeros o para civiles. Los convenios internacionales así lo contemplan y amparan.

En cambio un policía solo podrá hacer uso de esa fuerza cuando el objetivo sea una amenaza directa para él, para sus compañeros, para rehenes o civiles del entorno.

Pero, el eterno pero, si al soldado del primer punto en lugar de una misión de combate se le asignara una de interposición y mantenimiento de la paz, ¿actuaría de la misma forma que comento al principio de este punto? ¿O actuará más como el compañero de la policía?

Según la legalidad vigente en la mayor parte de los países del mundo, un tirador de precisión policial, del tipo que sea, solo abrirá fuego si cuenta con la autorización expresa de su jefe operativo. No obstante, siempre hay situaciones en las que se le permite una pequeña zona de actuación, al margen de lo expresado, siempre en prevención de un daño mayor y, por supuesto, aplicando la mínima fuerza necesaria.

Aquí surge otro problema, en el ámbito legal, el tipo de municiones que puede emplear uno u otro tirador, civil, policial o militar. La policía en principio podrá recurrir a cualquier tipo de munición que garantice el cumplimiento eficaz de su misión, por ejemplo abatir un individuo armado que amenaza una o varias vidas, al cual hay que detener de forma instantánea en el peor de los casos.

Normalmente esas municiones no las selecciona el mismo agente, más bien le vienen definidas de instancias jerárquicas superiores. Podrá recibir, y emplear, munición semiblindada o incluso de punta hueca, munición con un alto coeficiente de parada del objetivo y baja sobrepenetración. De este modo logrará detener al malhechor sin correr riesgos de atravesarlo, algo más que probable que ocurra con la munición blindada, lo que genera el consiguiente riesgo de alcanzar a un civil o a un rehén que se encuentre detrás. 

Evidentemente, e insisto en ello, esa munición debe ser aprobada por el organismo correspondiente.

El militar, contrariamente a lo que se cree, tiene limitaciones mayores y más específicas, al menos en lo que respecta al uso de municiones de armas de mano.

El Derecho Internacional de Conflictos Armados, en su capítulo 3, referente a limitaciones en la elección de medios y métodos, apartado 2, párrafo a, prohíbe el empleo por fuerzas militares en sus armas ligeras de todo tipo de proyectiles, salvo los completamente blindados. Ello lo corrobora el capítulo I, artículo 23, apartado E, de la Convención II de la Haya de 1899.

A modo de ejemplo, y de “culturilla” informativa, sobre esta cuestión en su momento surgió un problema jurídico internacional.

Como comenté, con la munición semiblindada y de punta hueca la cuestión está clara, totalmente prohibido su empleo en operaciones militares. Ahora bien, la munición del tipo denominado Match, para francotiradores y tiradores selectos específicamente, posee un pequeñísimo agujero en su punta. Dicho “agujerito” generó el problema al ser usada por fuerzas norteamericanas en algunas operaciones. Este detalle estructural no fue pensado para buscar expansión o fragmentación del proyectil al impactar, sino por cuestiones mecánicas de fabricación en busca de municiones con la máxima precisión posible.

Por suerte para todos, tiradores, rehenes y personal a los que protegen, no creo que los receptores de los proyectiles se alegren de mi opinión, así fue entendido en una sentencia vinculante del Juez General US con fecha 12 de octubre de 1990, quedando autorizado el empleo de esta munición especial por los tiradores de precisión militares.


El caótico mundo actual.

Evidentemente, un texto de las características del presente, por más extenso y preciso que sea, jamás podrá cubrir todas y cada una de las posibles situaciones tácticas a las que se enfrentan las Fuerzas Armadas y policiales en el actual contexto internacional.

Las misiones internacionales de mantenimiento de la paz pueden, y de hecho lo hacen, colocar a tiradores militares en funciones técnicamente policiales.

Así mismo, la extensión y capacidad del terrorismo internacional sitúa a las fuerzas policiales en muchas otras situaciones que hasta ahora se consideraban eminentemente militares, tanto por los objetivos, como por el entorno o por la misión en si misma.

Una de las cuestiones más importantes, a la hora de desplegar personal con armas largas, es el que deben conocer perfecta y completamente que capacidad poseen estas armas y sus municiones, así como que posibilidades tienen, con el entrenamiento específico recibido, de cumplir la misión asignada con efectividad y precisión.

El mundo actual exige del conocimiento especializado.

Y debemos buscar, bajo condición sine qua non, estar sobradamente preparados para esa demanda.

Penetración necesaria versus penetración excesiva.

Para un tirador es, en muchos casos, fundamental que su munición atraviese cuanto se interponga entre su arma y el objetivo. Vidrios, puertas de vehículos, parapetos ligeros, puertas, tabiques, arboles, etc, son factibles de constituir barreras que impidan una actuación eficaz con determinados tipos de municiones.

El cartucho estándar de fusil posee, normalmente, la energía necesaria para penetrar a través de estos impedimentos alcanzando con precisión y potencia suficiente el objetivo buscado.

Pero esa característica también genera un riesgo, la sobrepenetración, ya que el proyectil que puede atravesar ese parapeto también puede atravesar al blanco, alcanzando con fuerza letal suficiente a una tercera persona, como puede ser un civil, rehén o compañero, situado detrás.

Lo deseable, evidentemente, es disparar tan solo cuando tras el objetivo haya una zona segura. Por desgracia, esto no siempre es posible. De ahí que sea necesario conocer este fenómeno para poder minimizar o aprovechar sus capacidades, según el caso.

Existen tablas, normalmente militares, donde los fabricantes cada vez ofrecen más datos prácticos a los usuarios de sus productos. Entre otros muchos puntos sobre los que ahora se informa tenemos las capacidades de penetración para cada tipo de munición estándar o especializada. Con ellas es posible calcular de forma bastante exacta si los proyectiles pueden alcanzar con eficacia a un objetivo situado tras un obstáculo determinado.

Estas tablas permiten calcular correcciones para mejorar la precisión en su trayectoria balística, pero sólo ofrecen el número de cm´s de penetración de un determinado proyectil en unas condiciones determinadas. 

Y ahora viene la pregunta del millón de euros, quizás la más importante en el caso que nos ocupa, tras atravesar el obstáculo ¿el proyectil aún posee energía suficiente para neutralizar al objetivo?

Respecto a la cuestión, las leyes de probabilidad son concluyentes, es imposible repetir exactamente un disparo preciso cuando se interponen distintos medios físicos en su trayectoria. Únicamente será posible conseguir aproximaciones más o menos exactas dependiendo del material a atravesar.

Pero hay una segunda cuestión anexa y más difícil de contestar. A las distancias normales de tiro, a través vidrios u obstáculos ligeros, un proyectil rápido de fusil no suele tener problema con la incapacitación más o menos inmediata del objetivo. Ahora bien, las dudas surgen cuando las distancias son mayores y/o el objetivo se encuentra mejor protegido.

Hoy en día no se ha podido establecer de forma 100% fiable la energía remanente real que posee un proyectil tras un vuelo muy largo, o después de atravesar un obstáculo más o menos sólido, dejando la posibilidad de que lo haga sin capacidad de lesionar, ni siquiera levemente, al objetivo.

Algo a tener en consideración cuando existen vidas de terceros en juego.


Municiones.

Haciendo uso de la gelatina balística, cámaras de alta velocidad y unos pocos cálculos matemáticos, es factible reproducir, analizar y estudiar de manera sumamente fidedigna y, sobre todo, contrastable y repetible, la actuación de los proyectiles sobre el cuerpo humano, así como algunos de sus efectos.

Veamos, a modo de ejemplo, como se comporta un proyectil genérico de .308 Winchester.

A una velocidad inicial de 850 m/s en un cañón de 61 cm y un paso de estrías de 1:10, la bala abandona la boca de fuego rotando a más de 190.000 r.p.m.

Con esa velocidad rotacional junto con la de traslación, que supone varias veces la del sonido, alcanza el objetivo.

En ese preciso instante, el del impacto, su camisa exterior comienza a frenar, pero no de igual forma su núcleo. Este hecho genera una inestabilidad que acaba provocando que el proyectil gire sobre su eje longitudinal a más de 3000 r.p.s. A consecuencia de ello se parte en dos trozos, como mínimo, sin necesidad de haya impactado en hueso alguno. Dichos trozos salen despedidos en sentidos divergentes. Normalmente logramos recuperar los fragmentos principales a más de 50 cm de profundidad, el más ligero casi nunca a menos de 40 cm.

Como podemos ver posee la capacidad de penetración suficiente según la norma del FBI.

Muy a grosso modo acabo de desarrollar lo que es el comportamiento general para este tipo de municiones, independientemente del calibre y diseño.

A modo de conclusiones.

Los efectos debilitadores de un proyectil no pueden ser calibrados con total exactitud, pero sí es posible extraer algunas conclusiones importantes.

Las heridas más graves suelen ser las que menos dolor generan, quizás como medio defensivo interno del organismo, pero sin duda reducen las capacidades motoras de manera sensible.

Cualquier herida de fusil provoca una merma sustancial en las capacidades sensitivas, físicas y motoras. Algo a tener en cuenta cuando nos interesa reducir capacidades específicas de tipo ofensivo por parte del objetivo a neutralizar.

El impacto de un arma corta en el torso es raramente incapacitante mientras en una extremidad, por lo general, resulta masivo y destructor. Por el contrario, con un proyectil de alta velocidad de fusil, un impacto en el tórax neutraliza de forma casi instantánea al sujeto, mientras en un miembro es posible que apenas logre mermar sus movimientos, al atravesarlo casi limpiamente, obviamente si no ha alcanzado algún hueso.

Pero aquí es necesario tener que la capacidad de resistencia psíquica y física del homo sapiens, incluyendo a los menos honestos de la piara humana, su posible enajenación, drogadicción o protección balística, son imponderables a tener en cuenta.

Imponderables que, como la propia palabra indica, implican cuestiones imposibles de evaluar. Todo lo cual nos dice que a pesar dicha imposibilidad no dejarán de estar presentes en cualquier actuación, por lo que no podremos evitar considerarlos y analizarlos.

Dos individuos sanos, sin rastros de droga en su organismo, ni cuadros de enajenación mental, sin protecciones físicas materiales, pueden reaccionar de forma tan distinta como que uno caiga de un solo disparo del calibre .22 LR en el hombro, y el otro necesite ser abatido de un disparo en la cabeza tras recibir varios del .223 Rem. en el tórax. Busquen en la red, encontrarán casos muy llamativos cuando menos.

Dentro de la Física Balística, con todas las subramas y apartados, solo la Balística de Efectos jamás será 100 por cien repetible, calculable y contrastable. Resultando siempre el ser humano quien tenga la última palabra, tanto en un lado como al otro de un arma de fuego.

El poder de la mente no entiende muchas veces de leyes físicas, como la historia se encarga de recordarnos y el profesional armado debe conocer.

No lo olviden.

Cuidense y cuiden de los suyos.


Centroamérica, Mayo 2017.

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