domingo, 23 de junio de 2024

¿Cómo sé que "ese" alumno está capacitado para instruir?

 ¿Cómo sé que "ese" alumno está capacitado para instruir?

Por Cecilio Andrade.


Y como continuación o a modo de subtítulo, ¿por qué insisto en enseñar cosas básicas, pero luego exijo desempeños muy complicados?


Durante un reciente curso para instructores de tiro me realizaron una pregunta.


¿Cómo sabe que estoy capacitado para instruir?


Tras mirarlo con más o menos fijeza, pero sin llegar jamás a la mala educación, tomé 12 cartuchos del .223 Remington y 3 de .40 S&W, repartí los primeros entre tres cargadores, en el orden 6, 4 y 2, y los de .40 en un solo cargador. Preparé las armas partiendo de cartucho en recámara en ambas y me coloqué frente a tres siluetas, con parapetos intercalados, para finalmente realizar un ejercicio de tiro con movimiento, recarga y transición de arma. 


Tras el mismo y asegurar ambas armas me di la vuelta para contestar a la pregunta, al mejor estilo de todo buen gallego, con otra pregunta.


“¿Qué acabo de hacer?

Tiene 5 minutos exactos para desmenuzar y explicar todos los detalles implícitos en el ejercicio que acaba de ver”.


Tener la habilidad y la capacidad de transmitir no es algo que se pueda aprender con un guión o un esquema adquirido tras realizar un curso de instructor, quienes al menos lo realizan obviamente, con o sin curso tendrán que enfrentarse al mundo real de la instrucción, algo para lo que generalmente no están preparados. 


La mayoría realmente fingen hasta que lo logran, tratando simplemente de resolver las cosas a medida que avanzan. Aunque la mayoría de ellos tienen los conocimientos técnicos, no saben cómo aplicarlos en el mundo real, y mucho menos como transmitirlos, lo que termina por estancarlos. 


Una vez que terminan el curso de instructor, insisto respecto a los que al menos lo realizan, se lanzan a la palestra de enseñar, sin darse cuenta que si no saben aplicar su conocimiento con el sentido común correcto acabaran de dos formas, defraudados consigo mismos o, lo más habitual, engañando y autoengañándose.


Un instructor de instructores que se preocupe desafiará a sus alumnos a demostrarse a si mismos de lo que son capaces, preocupándose lo suficiente como para darles lo que necesitan en lugar de lo que quieren.


Un buen Maestro de Armas, un Campidoctor, sabe que para instruir no basta simplemente con saber y/o tener la habilidad de ejecutar con eficacia determinadas habilidades. Es por ello que hacen preguntas buscando realmente evaluar la comprensión del tema. 


Saben que se pueden memorizar cientos de tips, procedimientos, procesos y conceptos, pero es necesario desafiarlos a que hagan más con ese conocimiento que simplemente repetirlo. Porque tienen claro que la aplicación real de lo que buscan enseñar no tiene líneas rectas, perfectas y definidas. 


En plena clase no habrá nadie que les diga dónde encontrar lo que necesitan saber en ese instante, nada que les diga si están en el camino correcto, uno donde no tendrán calificaciones, tan solo su conciencia citándolos en el lado de los aptos o en el de los no aptos.


Muchas academias y cursos para instructores hoy en día simplifican todo bajo la errónea premisa de mediocridad donde nadie se queda fuera


“Solo tienes que aprender y repetir lo que te mostramos para ser bueno”.


Y luego la mayoría fracasa en convertirse en verdaderos instructores de personas. 


¿Por qué? 


Porque después de años de estudio y esfuerzos no saben cómo transmitir lo que han aprendido y, por tanto, solo consiguen repetir guiones, esquemas y ejercicios que “siempre se han hecho así”, y/o “es como yo lo aprendí”. Todo lo que hacen es seguir los guiones del curso, aprender lo que se les dijo que aprendieran y nunca pensar por sí mismos. Convirtiéndose e instructores de trabajo con armas que ni siquiera pueden explicar los procesos biomecánicos involucrados en un ejercicio de tiro. 


Las personas coherentes buscan habilidades, no calificaciones. Y sin las habilidades de comprender, razonar y transmitir de muy poco vale para un instructor la hipotética capacidad de hacer agrupaciones perfectas y coreografías pseudo-tácticas más o menos espectaculares. En el mundo real no se trata de regurgitar toda la información que recibimos, se trata de usarla de una forma nueva y mejor, para que el mundo crezca.


No somos mejores instructores por las cosas que sabemos, lo somos por las cosas que podemos lograr con lo que sabemos, con nuestros alumnos y la suma de ambas que conducirá a respuestas que ni ellos mismos han descubierto todavía.


¿Cómo sabe que estoy capacitado para instruir?


Piensen en el propósito de esta pregunta, piensen en ese instructor que fue lo suficientemente atrevido como para desafiarles a Uds., sufridos lectores, hacia la propia comprensión de su conocimiento para que pudieran crecer y mejorar. 


Y luego agradézcanle por no darles una cartulina con una calificación vacía, sino una que realmente significó algo. 


Agradézcale por evaluarlos y brindarles comentarios honestos sobre cómo se desempeñan fuera de su pequeña zona de confort.


Pero sobre todo agradézcanle.


Especialista vs experto.


¿Especialista o experto? ... Es o no es... He ahí la cuestión … saber o no saber cómo definir... a la criatura... pobre Shakespeare, como lo maltrato. 


De todas formas es una pregunta que me formulan cada cierto tiempo, especialistas y expertos.


Como siempre que me toca definir términos hagamos primero una visita por las salas virtuales de nuestra Real Academia Española, que por algo:


 “[...] tiene como misión principal velar por que los cambios que experimente la Lengua Española en su constante adaptación a las necesidades de sus hablantes no quiebren la esencial unidad que mantiene en todo el ámbito hispánico. 


Debe cuidar igualmente de que esta evolución conserve el genio propio de la lengua, tal como ha ido consolidándose con el correr de los siglos, así como de establecer y difundir los criterios de propiedad y corrección, y de contribuir a su esplendor”


Casi nada… ¿verdad?


Para el primer adjetivo, especialista, reseño las tres primeras definiciones:

  1. adj. Que cultiva, practica o domina una determinada disciplina, materia o actividad. U.t.c.s. La defendió un especialista en derecho civil. Es especialista en botánica, en política exterior, en Borges, en explosivos.
  2. adj. Dicho de un médico: Que tiene formación específica en una determinada rama médica o quirúrgica. Un médico especialista en aparato digestivo. U.t.c.s. En el hospital me atendió una especialista en traumatología.
  3. adj. coloq. Dicho de una persona: Que tiene gran habilidad o capacidad para hacer algo. U.t.c.s. Especialista en perder oportunidades, en molestar.

Respecto a experto/ta, su etimología del latín “expertus”, experimentado, ya nos da una pista importante, que la RAE remata en sus dos únicas acepciones.

  1. adj. Dicho de una persona: Práctica o experimentada en algo. Es una conductora experta.
  2. adj. Dicho de una persona: Especializada o con grandes conocimientos en una materia. Es muy experta en leyes. U.t.c.s. El juez llamó a declarar a un experto en balística.

El especialista posee un alto nivel de competencias para desempeñarse en su respectivo trabajo, gracias a que posee una gran cantidad de lo que se denomina conocimiento explícito, claro y determinante sobre una cosa. Con lo cual hablamos de una persona, normalmente titulada, con grandes conocimientos en una materia puntual y definida.


Por su parte, el experto posee conocimientos o habilidades adquiridas principalmente con la experiencia, con lo que si bien para convertirse en un experto no es necesario un diploma que lo acredite, normalmente los mejores expertos tienen una esmerada preparación académica.  Tampoco existe un momento exacto donde se adquiere esta condición, ya que es una transición de aprendizaje continuo.


Entonces ¿qué somos en nuestro respectivo campo? ¿Especialistas? ¿Expertos


Adjetivos que normalmente son utilizados como sinónimos, sobre todo por determinado tipo de periodistas y casi todos los políticos, además de a la hora de vender cursillos super-mega-tactics-fashion. 


Cuando cierto es que, como ya hemos visto, en realidad tienen significados y connotaciones bastante diferentes.


Ambos poseen un alto nivel de competencias, por tanto, ¿a nivel práctico qué diferencia existe entre ellos?, en las actividades de cotidianas y rutinarias no hay diferencia alguna, como mucho una cierta mayor calma en el verdadero experto. 


La diferencia se aprecia en cuanto surgen situaciones por sorpresa, inesperadas o críticas. 


En esos cruciales momentos es cuando un experto destaca por todo el conocimiento que ha incorporado en su mente a través de la experiencia, hablo del conocimiento tácito, el cual lo faculta para actuar y tomar la mejor decisión. 


El especialista sigue un guión académico ya que ni su experiencia ni su preparación le permiten salir de lo que hasta ese momento era un escenario perfectamente organizado y coreografiado.


Arriesgándome a dar mi propia percepción y reconociendo que me salgo totalmente de la estructura académicamente reconocida que he seguido hasta ahora para separar ambos adjetivos:

  • Un especialista suele ser en la vida cotidiana alguien que sabiendo casi todo de algo aún no se ha enfrentado a crisis que le han llevado a equivocarse y fallar, y por ende a aprender más de la experiencia propia y ajena.
  • El experto habiendo sido especialista previamente, ha vivido las suficientes experiencias, con más o menos aciertos y errores, pero positivas todas para su preparación, como para saber reconocer sus limitaciones y que no todo viene en guiones académicos perfectamente reseñados. 

Resumiendo mi concepto personal, el experto posee una capacidad de adaptación, improvisación y reconocimiento de la situación que el especialista aún no ha alcanzado desde sus aún virginales y perfectos guiones y esquemas.


Después de todo quizás la forma de pasar de especialista experto vuelva ser consecuencia del propio y ubicuo ego… ¿no creen?


Cuatro mitos sobre la instrucción y el aprendizaje.


Pese a que de mitos vive el mono sin pelo que todos nosotros somos, permítanme desglosar cuatro mitos a romper sobre la instrucción y el aprendizaje eficaz.


Sin duda el mayor de los mitos es sobre ser convencional, pese a lo que nos enseñan de ser “normal” y no salirse de “la norma”, lo cierto es que cualquier progreso humano exigió analizar las reglas que rigen la conducta y romper con aquellas que ya no sirven. 


Cuantos lo hicieron se encontraron con que su creatividad aumentó, conduciéndolos hacia la innovación y a mejores resultados. Pensamiento ofensivo se le llama, y para empezar a adoptar esta forma de pensar es necesario que examinemos algunos mitos comunes y aceptados, analizando cómo es posible enfocarlos de una forma no convencional.


  • Mito 1: Es necesario ser rudo y grosero para conseguir una instrucción con armas eficaz, la vida real no es un parque infantil.

La mayoría de los que me conocen suelen definirme como demasiado educado, serio pero educado. 

Lo cierto es que a lo largo, pero mucho más después, de una de sus primeras clases prácticas conmigo su opinión tiende a ser ambivalente entre serio y/o un exigente “hijo de …”. 


Es por eso que suelo a decir siempre más o menos la misma cantinela cuando me saludan por primera vez, “es un honor conocerlo y me alegra poder estar en su clase D. Cecilio”, le miro a los ojos y le contesto tranquilo, “el placer de conocerlo es mío, respecto a la alegría de la clase conmigo… bueno, esperemos a terminarla para ver si opina lo mismo de mi”. 


Normalmente ahí empiezan sus dudas, en un parpadeo sorprendido. Acaban preocupados cuando me ven pensativo y serio, concentrado en el trabajo que me he impuesto; cuando lo cierto es que no tengo el más mínimo pensamiento negativo más allá de analizar como hacer que cada individuo mejore y crezca en esa sesión. 


En la sociedad actual tiende a ser normal confundir concentración con severidad, frialdad y, por ende, desapego, con rudeza y desconsideración, cuando lo cierto es  que se puede ser atento, educado y considerado y a la par estar intensamente concentrado, dispuesto a exigir más apelando a presionar las “teclas” que sean necesarias. 


Con el tiempo, los que repiten clases y ya me van conociendo, que algunos/as hay, saben que aun poniendo mi cara de póquer, y empleando incluso alguna que otra palabra más fuerte de lo aparentemente necesario, no pretende ser brusco, grosero ni seco aunque Io parezca; tan solo busco empujarles un poco más en la ruta del crecimiento personal. 


No es necesario ser verdaderamente grosero y zafio para enseñar con eficacia y exigencia, actuar así es tan solo otra más de las muchas recetas para la mediocridad.


  • Mito 2: Un buen operador e instructor es un eficaz multitarea y así debe exigírselo a sus alumnos.

Malas noticias, como ya he explicado y pese a los teléfonos inteligentes, algunos sin duda mucho más que sus usuarios, el cerebro humano solo es capaz de enfocarse en una tarea a la vez, lamento la noticia. 


Aun siendo capaz el cerebro de gestionar múltiples secuencias de procesamiento, como mascar chicle y caminar sin tropezar con sus propios pies ni morderse la lengua, lo cierto es que solo puede enfocarse en una cosa cada vez. Existen cientos de estudios y experimentos que demuestran que la supuesta multitarea:

  • Produce más errores debido a la tendencia mental a favorecer la nueva información  entrante respecto a la antigua.
  • Crea un sentido del tiempo distorsionado que exige más tiempo del necesario para realizar acciones importantes.
  • Genera mayor pérdida de tiempo a medida que va pasando de una tarea a la otra y viceversa, del orden de 30% como mínimo y en el mejor de los casos.
  • Reducción la capacidad cerebral dedicada a cada tarea, con el riesgo de rendir menos en todas ellas.

¿Se imaginan todos esos efectos en el trabajo con armas? 


¿Instruyendo? 


¿Aprendiendo? 


¿Operando? 


Yo no lo imagino...


... lo veo casi en cada clase y entrenamiento que imparto, por no hablar de las situaciones reales que analizo a diario.


  • Mito 3: Los buenos siempre pelean limpiamente, como verdaderos adalides de la Mesa Redonda.

¿Cree alguien que el violador va a evitar las jugadas sucias cuando ataque? 


¿Cree que un terrorista va a reseñar con anticipación su modus operanti para jugar limpio? 


El propio acto de luchar es injusto, de manera que no existe eso de una “pelea limpia”. Si tienen que enfrentar un combate, ya sea a puñetazos o con armas, es necesario adoptar siempre una actitud de ataque no convencional. Lo que implica ser agresivo, utilizando la sorpresa y la velocidad para derrotar a los adversarios. 


Haga trampa siempre, venza siempre.


Y no se equivoquen, hacer trampas no implica ser traicionero ni emplear procedimientos ilegales, se trata simple y llanamente de romper con el ciclo OODA de cualquier agresor con lo ya mencionado, ser agresivo para sorprender con acciones inesperadas, ni más ni menos, tan fácil de describir en estas líneas pero tan difícil de poner en la palestra.


  • Mito 4: Lo importante es estar siempre en modo competición y vencer, la cooperación solo lleva a la mediocridad.

Este último mito tiene mucho que ver con el punto anterior, y con esa actitud que es válida también en los entrenamientos con compañeros, ser intensamente competitivo y a la vez totalmente cooperativo, algo que debe fomentar todo instructor. 


En cada curso, capacitación y entrenamiento es obligado fomentar un espíritu de cooperación que fortalezca al equipo, ya sea este equipo el de trabajo habitual o el de ese curso en particular. 


Pero a la vez es necesario que cada sesión de trabajo se convierta en una competición feroz para estimular la intensidad y el espíritu de superación. 


Los mejores equipos, en cualquier campo en el que queramos pensar, presentan ese mismo equilibrio entre competencia y cooperación. Equilibrio que exige una profunda confianza en las propias habilidades así como en el poder personal que cada uno aporta para poder ayudar a los demás, sin sentir que está arriesgando su propio crecimiento y superación en el proceso.


Como instructores, como alumnos, como profesionales, como seres humanos en definitiva, debemos romper con estos mitos estúpidos si queremos estar mucho mejor encaminados hacia el éxito personal y profesional.


Pero sobre todo, para los profesionales armados encargados de proteger y servir a los ciudadanos de escudo contra los depredadores.


Cuídense y cuiden de los suyos.

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