Lo lento es suave, lo suave es rápido (y) II. Por una correcta forma de pensar... sin prisas.
Por Cecilio Andrade
Mentalización.
La decisión del disparo que nos salve la vida hoy ha de ser tomada mucho tiempo atrás. Si debemos decidir si disparo o no a otro ser humano en pleno combate, quédense muy tranquilos, no tendrán que tomar decisión alguna, no tendrán tiempo para todo ello.
Que la vida es sagrada es algo fundamental en el espíritu humano. Ética, Principios y Valores de todas las civilizaciones, culturas y filosofías sanas se basan en mayor o menor medida, según época y evolución, en ese principio. Pero la primera vida a proteger es la de uno mismo. Debatir este punto moral en pleno combate es la mejor forma de lograr no tener que debatir nada más, nos habrán derrotado y estaremos muertos, o como mal menor, quizás, malheridos.
Lo único que podremos controlar en un enfrentamiento son nuestras propias acciones. Ni el entorno, ni las armas, ni los compañeros, y mucho menos estarán bajo el más mínimo control nuestro los adversarios.
Si logramos controlarnos, merced de un entrenamiento y concienciación anticipadas, tendremos bastantes posibilidades de obligar a cualquier adversario o adversarios a reaccionar a nuestras acciones. Romperemos su ciclo OODA en nuestro beneficio mejorando exponencialmente las posibilidades de supervivencia propias y de los “nuestros”.
Todos tenemos miedo, es el mecanismo que la evolución y la Naturaleza nos perfeccionó para maximizar las posibilidades de supervivencia. Pero si nos dejamos llevar por la reacción básica de miedo, convertiremos un mecanismo positivo de ayuda en un enemigo más a batir.
Estar tan asustado o tener tanto miedo a morir que nos bloquee nunca ha ayudado en nada. Debemos pelear con la máxima agresividad posible, buscando asegurar, dominar y controlar la situación lo antes posible. Con miedo, obviamente, pero utilizándolo como palanca para incrementar nuestras capacidades.
Esa es la función del miedo bajo control.
Intuición.
Presentimientos e intuición forman parte del día a día, lo crean o no, les guste o no. En muchos momentos y lugares todos nos hemos sentido “raros”. A día de hoy, “gracias” a la civilizada educación actual el 99.99 de la "diplomada" y "culta" humanidad occidental desprecia esos ataques de intuición como supersticiones estúpidas y arcaicas.
Craso error.
Empecemos con una pregunta sencilla, muy sencilla.
¿Cuánta información es capaz de absorber por segundo de forma consciente una persona promedio?
Si les digo que unos 1000 bits x seg. es lo normal, la mayoría dirá que eso está muy bien, y seguramente pensarán que con toda seguridad ellos, como atentos y entrenados observadores que son, superan esa media con creces. Pero, lamento decirlo, la mayoría no llegamos normalmente ni a la mitad.
En fin, llegó la hora de mis odiosas comparaciones. ¿A que las odian?
Este documento que leen tiene algo más de 170,000 bits. ¿Comenzaron a alzarse algunas cejas? Perfecto, eso buscaba, sigamos.
Esos 1000 bits son apenas el 0.0000005 % del total con el que nuestro subconsciente trabaja. Más arrugas en las frentes, ¿verdad que sí?
Y ahí les surgirá, espero, la pregunta clave, "entonces ¿con cuánto trabaja el subconsciente entonces?".
Pues con la nada desdeñable cantidad de 400,000,000,000 de bits.
Impresionante ¿verdad? Sin duda lo es.
Bien, ¿que les parece si lo pasamos a una medida más de moda y “conocida”? los gigabytes (GB), los archifamosos “gigas” de los teléfonos “inteligentes”, tabletas y discos duros. Al hacer el cambio entonces nos encontramos que esos 400,000,000,000 bits se convierten con la nada desdeñable cantidad de más de 46 GB.
Paremos por un instante esta carrera de números gigantes, regresen a un punto clave, hablamos de procesar todo esta información en un segundo, en cada segundo de nuestra vida, no simplemente de almacenarlo, con lo cual, si lo piensan más que un poco, la realidad es que superamos con creces al mejor de los ordenadores y teléfonos “inteligentes” que puedan adquirir.
Intuir es nada más y nada menos que la expresión de que nuestro cerebro ya tiene todos los datos externos necesarios para procesar una respuesta adecuada a la supervivencia del individuo, si este tiene la capacidad y los medios correctos para reconocerla, obviamente.
Y es en este análisis perfecto donde surge un problema, lo ha hecho subconscientemente, y eso, por nuestra cultura y educación formal, lo hace entrar en un mundo que la mayoría considera suposiciones y conjeturas, cuando no puras supersticiones y miedos.
Oímos hablar, según las creencias de cada quién, de instinto, intuición, sexto sentido, ángel guardián, espíritu protector, Dios, etc. Todo eso define al ente que se supone que nos avisa y hace erizar el vello de la nuca y/o de los brazos, ¿les es familiar esa situación?
¿Y estas otras que siguen?
- “Sentí que algo iba mal”.
- “Algo me alertó”.
- “No me fiaba a pesar de su sonrisa y educación”.
- “Nada más entrar noté las malas vibraciones”.
¿Cuántas veces han oído o pensado esas y otras muchas frases similares? Infinidad, estoy seguro.
El ser humano tiende a buscar fuera, espiritual o físicamente, la respuesta de los hechos que no comprende. Sin darse cuenta que tenemos dentro de nosotros mismos las herramientas que la Madre Naturaleza, merced a la actuación de la Evolución, dura y neutral con todos los seres vivos, nos ha proporcionado y perfeccionado hasta el más ínfimo detalle.
Nuestro subconsciente es esa herramienta, “mágica”, si quieren verla así.
Con toda esa “magia” de la intuición bien comprendida, bien utilizada, bien entrenada, debemos responder a la situación y a su entorno, ejecutando un plan de reacción tan inmediatamente como nos sea posible.
Nunca lo duden, nuestro subconsciente encontrará todas las señales que nos alertarán del peligro. Esas señales son la clave para vencer en cualquier combate.
¿Un modo de pensar?
Salvar la vida en combate, salvar vidas combatiendo, en intervalos de tiempo que se miden a nivel infinitesimal y en distancias a veces de centímetros no es fácil, nunca lo ha sido y jamás lo será. Al menos mientras exista eso que llamamos “luchar y combatir”.
El primer paso es aprender de forma sólida y consistente los fundamentos básicos del combate. Repetirlos una y otra vez por muchas décadas que creamos llevar de experiencia y maestría.
El segundo punto es adquirir la capacidad para batir al adversario con eficacia en un período de tiempo razonable que garantice la propia supervivencia.
Lo tercero es aprender a controlar, dominar y dirigir el entorno situacional del combate en nuestro propio beneficio.
Pero esos tres puntos, simples de desglosar, y para muchos imposibles de desarrollar, implican saber como utilizar y programar de forma correcta y eficaz nuestros reflejos/instintos, tanto los innatos como los adquiridos.
Lo que para muchos se resume en reaccionar en automático.
¿Sin pensar? ¿O quizá pensando por otra vía bien entrenada, más rápida y fluida?
Todo lo anterior nos lleva de la mano a que:
- Debemos alcanzar al objetivo, si no le damos no lo paramos y él nos alcanzará a nosotros.
- Debemos alcanzarlo en los lugares que necesitamos con precisión para lograr la máxima eficacia y con los disparos puntuales que se requieren.
- Debemos atacar, movernos, eludir, etc. con la velocidad requerida para alcanzar al adversario minimizando las posibilidades de ser alcanzados.
- Un sutil equilibrio entre movilidad y técnica de disparo que se puede resumir con la palabra ritmo.
- Debemos ganar la iniciativa aunque reaccionemos al ataque y para ello debemos arrebatársela al adversario, sorprendiéndolo y rompiendo su ciclo OODA.
Pero sobre todo, debemos tener la conciencia clara y concreta de que cuando nos ataquen la única forma de sobrevivir a dicho ataque es atacando. Esa conciencia tan políticamente incorrecta a día de hoy, de no poner la otra mejilla, de no buscar entender porque ese “pobre e incomprendido” adversario me quiere clavar un cuchillo en las tripas, o disparar una pistola en la cara a mi o a uno de los míos.
Esa misma conciencia que se basa en un principio biológico, natural, evolutivo y correcto que se llama “instinto de conservación”, de preservación o simplemente de supervivencia.
¿Qué deciden?
¿Luchar?
¿Huir?
¿Poner la otra mejilla?
¿Rezar para que no les haga mucho daño?
¿Explicarle que su maldad es fruto de un desequilibrio social injusto?
¿O que el desequilibrio es hormonal?
Solo Uds. podrán contestar a esas cuestiones.
Otro de mis infumables epílogos.
Lo importante está ya escrito y leído… pueden dejar de leer aquí… y como el que avisa no es traidor…
No me gusta lo más mínimo, para todo aquel que me conoce es bien sabido; hablo de ese deporte de veintidós tipos en calzoncillos corriendo tras una pelotita, básicamente sobre-asalariados pega patadas, ya saben a cuál me refiero, lo llaman balompié, futbol, soccer.
Pues bien, hasta de esa versión moderna de “pan y circo” romano de hace dos mil años se pueden extraer frases y protagonistas que aportan algo. Uno de esos casos, por suerte no el único, es Johan Cruyff.
“[...] no es necesario correr tanto. El fútbol es un juego que se juega con el cerebro. Debes estar en el lugar adecuado, en el momento adecuado, ni demasiado pronto ni demasiado tarde.”
Algún lector fruncirá el ceño pensando, ¿Qué caraj… tiene que ver esto con armas, tácticas y demás supuestas especialidades del enano pedante este de Cecilio? No sé qué decirles, sigan leyendo si se atreven y juzguen después. Uds. verán.
Dice un refrán hispano muy conocido “vísteme despacio que tengo prisa”, sin duda alguna evolución del más antiguo proverbio romano, que amén de locos según Obélix, parece que también eran sabios.
“Anda con calma, que estamos apurados”.
Sin duda alguna ambos son refranes o proverbios anticuados, de una época más tranquila, hoy en día no sirven para nada, hay que correr hasta para tomar un relajante muscular, nos les digo nada si de emplear armas hablamos.
El problema actual sobre correr, apurarse y prisas, es sencillo, falta de orden, si no me creen a mí, considero mejor la opinión de un poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán del siglo XVIII, Johann Wolfgang von Goethe, con un nombre y currículo así quien no le creería, ¿verdad?
“Aprovechad el tiempo que vuela tan aprisa;
el orden os enseñará a ganar tiempo.”
Ese es el problema real, el orden, pero para tener orden primero hay que saber qué orden buscamos, antes de eso hay que saber “que saber”, y antes de eso hay que tener el deseo de saber. Sencillo. ¿a que sí?
Entonces, porque es tan difícil encontrar quien sepa llevar el ritmo adecuado, y por cierto, leyeron bien, escribí ritmo. ¿Creen que hablaré de Vals y Samba ahora?
Por desgracia en una época de pastillas instantáneas para todo mal, aplicaciones ultra-mega-rápidas, descargas de cuatro trillones de mega-gigas por décima de segundo, etc. además de egos que soportan pocos reveses y “pérdidas de tiempo”, hacen que olvidemos todo lo anterior de este epílogo y un comentario de Don Gregorio Marañón viene al pelo.
“La rapidez que es una virtud, genera un vicio, la prisa”
Una esa cita a dos refranes de la cultura hispana, antiguos, muy antiguos, pero a día de hoy completamente relegados al baúl aquel del desván donde dejamos los trastos viejos del abuelo, el mismo que nos hace parecer cultos e interesantes pero que jamás abrimos, pues… ¿para qué? Y la prisa, lo crean o no, implica demasiado tiempo, siempre.
“Juez con prisa, juez que yerra”.
“La prisa se tropieza con sus propios pies”.
Y ya que nombro abuelos, mi abuelo decía mientras se liaba un cigarrillo de “picadura” que:
“Quien para mear tiene prisa
acaba por mearse en la camisa”.
¿Qué quieren que les diga? No me gusta eso de llevar mis camisas meadas, y puesto a ello, menos aún sangradas… al menos por mí propia sangre.
En fin, volveré a ponerme serio, culto y pedante, que sarcástico y escatológico ya lo soy por defecto.
Según Marie Von Ebner-Eschenbach...
“Cuando llega el tiempo en que se podría,
ha pasado el que se pudo”.
Analicen la frase con detenimiento, con calma, eso mismo que tan poco de moda está hoy en día, con calma.
Si logran hacerlo como digo, ¿es aplicable al mundo real del empleo eficaz de las armas de fuego? ¿Si? ¿No? Les dejo la respuesta a Uds. Personalmente ya tengo la mía, y seguro que ya saben cuál es.
Después de todo, para terminar, gracias a Odín, este insulso y pedante epílogo, citaré a Bernard B. De Fontenelle.
“El que no lo pierde tiene mucho tiempo”.
Pues eso, no pierdan más tiempo hoy… al menos conmigo y mis textos.
Cuídense y cuiden de los suyos.
1 comentario:
Sería muy bueno llevar lo escrito a un vídeo . En pocas palabras interpretar técnicamente lo escrito a lo audio visual .
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