Estado de alerta & manejo de crisis... a nivel de seguridad personal.
Por Cecilio Andrade.
"La verdadera crisis es la crisis de la incompetencia".
Albert Einstein.
Empecemos por la aburrida etimología.
Crisis, del latín crisis y a su vez del griego, es una coyuntura de cambios en cualquier aspecto de una realidad organizada pero inestable, sujeta a evolución; especialmente, la crisis de una estructura, física, organizativa o comportamental.
Los cambios críticos, aunque previsibles, tienen siempre algún grado de incertidumbre en cuanto a su reversibilidad o grado de profundidad, pues si no serían meras reacciones automáticas.
Si los cambios son profundos, súbitos, violentos, y sobre todo traen consecuencias trascendentales van más allá de una crisis.
Las crisis pueden designar un cambio traumático en la vida, salud o situación social de una persona.
La RAE define “crisis” como:
- Situación grave y decisiva que pone en peligro el desarrollo de un asunto o un proceso.
- Situación difícil de una persona o una cosa.
Rebajando un poco el nivel académico cono el que he empezado el presente artículo, respecto a esta cuestión tan importante con la que estamos obligados a trabajar, y por lo tanto a considerar en nuestros entrenamientos, existe una máxima samurai que concreta perfectamente el grado de alerta al que un profesional armado, o legítimo usuario, ha de someterse siempre:
“El samurai desde que sale por la puerta de su casa,
hasta que regresa a ella,
actuará como si estuviera a la vista de algún enemigo”.
No se trata de fomentar la paranoia desde mis textos, pero… los paranoicos también sufren riesgos.
De una forma un poco más mundana, cualquier persona reconoce que el peligro está continuamente ahí.
De todas formas, es obvia la imposibilidad de trabajar de forma continuada con un grado elevado de alerta, pues agota y hace perder la concentración, y con ello la alerta que buscamos. Esa es la razón por la que se debe trabajar con un nivel moderado y asumible, pero siempre con la predisposición para elevarlo.
Simplemente es saber reconocer el “estado de alerta” en el que debemos estar… por cierto ...
¿Sabemos ese pequeño dato?
¿Cuál consideran que es su estado de alerta?
Estado de Alerta.
Una definición muy elemental de este concepto, estado de alerta, podría ser algo como:
“Situación en la que el individuo se encuentra despierto y consciente”.
Hasta aquí nada nuevo, salvo por un pequeño, ínfimo si quieren, detalle, ¿vamos por la vida despiertos y conscientes?
Para la inmensa mayoría de las personas la respuesta es simple, a veces sí, la mayor parte del día no. Pero para mayor desgracia, en las veces que sí, o no estamos 100 % atentos o no sabemos como usar esa atención de forma eficaz.
Vivimos en mundo lleno de publicidad saturante, teléfonos inteligentes que nos roban la atención del entorno, cuando no nuestra propia “intelgencia, aplicaciones adictivas hasta puntos insanos, normas (a)sociales de como interactuar con el ambiente y los demás, actitudes de negación políticamente correctas del tipo “no debo ser paranoico, ni prejuzgar, que esa persona corra hacia mí con un hacha en lo alto gritando ¡Allahu Akbar!, no significa que desee incrustármela en el cráneo”.
En fin, seguro me entienden sin alargarme más.
En la frase de Daidóji Yúzan que incrusté unos párrafos más arriba, la del samurai, tenemos la clave para comenzar a crear una base firme, y sana, de alerta preventiva.
Debemos encender nuestro escáner personal, mirar y ver los alrededores, oir y escuchar el entorno, olerlo incluso.
Debemos detectar anticipadamente todo aquello que esté fuera de lugar.
Y ahí tenemos la pregunta “del millón”...
¿Cómo se ve, escucha y huele lo que está fuera de lugar?
Pregunta difícil de contestar sin profundizar en cuestiones como las habilidades mentales y los conocimientos prácticos del entorno en el que estamos actuando.
Podríamos crear un “check list” inmenso de cuestiones a analizar para cada paso que demos en la calle.
¿Sería útil?
¿Sería práctico?
¿Sería realista?
Sin duda alguna... no.
Pero aún así debemos generar las actitudes para saber reconocer y evaluar qué es lo que detectamos, por qué nos hace sentirnos nerviosos e incómodos, por qué “nos pone de punta los pelos de la nuca”.
Ya que si, eso también ocurre.
¿Cuánta información es capaz de absorber por segundo de forma consciente una persona promedio?
Si les informo que lo normal está entre 1000 y, en el mejor de los casos, unos 2000 bits x seg, la mayoría dirá que está muy bien.
Pero empecemos con las odiosas comparaciones.
Este artículo que leen tiene muy poco más de 181000 bits.
Ya empiezan a alzarse algunas cejas, sigamos.
Esos 2000 bits excepcionales son tan solo el 0.0000005 % del total con el que nuestro subconsciente trabaja.
Más arrugas en la frente, ¿a que si?
Entonces... ¿con cuanto trabaja el subconsciente entonces?
Pues con la nada desdeñable cantidad de 400.000.000.000 bits.
Impresionante ¿verdad?
Ahora pasen esa cantidad de ceros tan exagerada a una medida más de moda, los gigabytes, los tan repetidos “gigas” de los teléfonos, tabletas y discos duros; optenemos la nada desdeñable cantidad de más de 46 gigas.
Pero recuerden un detalle, hablamos de procesar todo eso en un segundo, no simplemente de almacenarlo con calma y tiempo, con lo cual, si lo piensan, en realidad superamos al mejor de los ordenadores.
Ok, Cecilio, todo muy, digamos, interesante ¿en qué nos influye eso a nivel de supervivencia y respuesta táctica?
Sencillo, nuestro cerebro ya tiene todos los datos externos necesarios para procesar una respuesta adecuada a la supervivencia del individuo, si este posee la capacidad y medios, y los ha educado, obviamente.
Y aquí surge el “pequeño” problema, lo ha hecho subconscientemente, algo que, por nuestra cultura y educación, lo hace entrar en un mundo que la mayoría considera suposiciones y conjeturas, cuando no puras supersticiones y miedos.
Oímos hablar, según las creencias de cada quien, de instinto, intuición, sexto sentido, ángel guardián, espíritu protector, dioses, todo eso que se supone que nos avisa y hace erizar el vello de la nuca o de los brazos.
- “Senti que algo iba mal”.
- “Algo me alertó”.
- “No me fié a pesar de su sonrisa y educación”.
- “Nada más entrar noté las malas vibraciones”.
¿Cuántas veces han oído esas y otras frases similares?
Infinidad, seguro.
El ser humano tiende a buscar fuera, espiritual o físicamente, la respuesta de los hechos que no comprende. Sin querer reconocer que poseemos dentro de nosotros mismos las herramientas que la Evolución, merced de una Madre Naturaleza, dura y neutral con los seres vivos, nos ha proporcionado y perfeccionado hasta el ínfimo detalle.
Nuestro subconsciente es esa maravillosa herramienta.
Al primitivo Neanderthal o CroMagnon no le causaba ningún reparo fiarse de esos avisos subconscientes, y gracias a ello quizás ahora están ud´s leyendo este texto. Pero en la sociedad actual todo eso de que no procesemos de forma consciente, directa y clara, suena a superstición y magia.
Claro que la magia no es más que ciencia mal entendida.... ¿Verdad Dr. Clarke?
Cuando, como profesionales de la seguridad, nos acercamos a una situación dada, o esa situación nos aborda a nosotros, antes de que parpadeemos nuestro subconsciente ha sido capaz de escanear e interpretar en detalle el entorno en el que nos encontramos.
El problema es que su única forma de comunicarnos que algo va mal es mediante “malos pálpitos” y sensaciones. “Malos pálpitos” y sensaciones que nuestro consciente, educado y supuestamente racional, suele descartar por no dar una imagen de paranoico, medroso o simplemente maleducado.
¿Cuántos conductores al llegar a ese cruce que siempre pasan sin mirar, hoy frenan y miran, evitando un camión que saltó el stop?
¿Cuántas madres llevando a sus hijos a la escuela de repente hoy deciden cambiar de acera a pesar de caminar más, esquivando una colisión en la misma?
¿Cuántas víctimas han podido posteriormente decir “algo me decía que no estaba bien”?
¿Cuántos policías al aproximarse a un grupo “intuían” que la cosa era mayor de lo que aparentaba el entorno?
¿Cuántos militares han notado los pelos de la nuca erizarse al entrar en una zona propicia a emboscadas?
¿Cuántos oficiales de protección ejecutiva han sentido lo mismo al acercarse con sus VIP´s a un semáforo rutinario?
No levanten todos la mano a la vez por favor.
No es magia, ni poderes sobrehumanos, salvo que consideremos la capacidad de nuestro cerebro como sobrehumano, y entonces todos tenemos ese poder.
Crean en su sexto sentido, su intuición, su instinto, su ángel o espíritu guardián, llámenlo como quieran, el apelativo es lo de menos tan solo escúchenlo, gracias a ello el ser humano sobrevivió hasta hoy.
Preparación mental.
Lo más importante de la preparación mental es generar el esfuerzo consciente de vaciar la mente de todas esas cosas que nos distraen de prestar atención a lo que nos rodea, el equivalente a los bits basura en informática.
Despejar la mente y prepararse para ser receptivo a lo que está sucediendo a nuestro alrededor.
La primera cuestión es tener presente siempre que los eventos e incidentes pueden hacernos modificar la ruta, tanto la física como la mental, hacia nuestro destino.
La segunda es que podemos encontrarnos en zonas desconocidas y extrañas con las que no tengamos experiencia para lidiar.
Al igual que hay que planificar rutas principales, secundarias, alternativas, etc, para traslados físicos, debemos utilizar el mismo criterio en las respuestas mentales, planificar respuestas principales, secundarias, alternativas, de emergencia.
La siguiente cuestión es la de saber como mezclarse con el entorno.
Y en este punto no se trata simplemente de que si la mayoría de la gente usa jeans y polos vistamos de la misma forma para pasar desapercibidos. Podemos usar trucos como el de vestirnos por capas para confundir a quien nos pueda seguir, buscar salir de su línea de visión y poner o quitar una camisa, chaqueta, gorra, a la vuelta de la esquina.
Eso ayuda, y mucho, pero “mezclarse con el entorno” va mucho más allá de la simple apariencia.
Dominar el lenguaje corporal es, si cabe, una habilidad mucho más importante.
¿De cuántas formas podemos movernos?
Caminar como si fueramos Terminator en una misión de “busca y destruye” no es la mejor forma de pasar desapercibidos, por más que hallamos comprado la ropa del muchacho del McDonald.
Hacerlo de forma insegura, tímida y despistada es lo más adecuado para atraer a los potenciales agresores.
Si estamos trabajando lo mejor es representar el papel adecuado a la imagen que queremos dar, turista siempre es una buena opción si nuestra ropa o fisionomía nos impiden pasar desapercibidos.
Caminar con calma, tranquilidad, confianza, atento al entorno, alejado de zonas y lugares potencialmente de riesgo, en rutas principales con muchos peatones, rehuyendo de zonas con pocos testigos.
Ser predecibles y rutinarios permitirá facilitar cualquier tipo de ataque en lugares y tiempos definidos, por lo que es importante variar horarios y rutas. Incluso simples cambios de carril y/o acera, comprar el café o la prensa en otro lugar, puede descolocar el plan mejor organizado.
Es importante tener una forma de mantenerse puntualmente informado sobre noticias locales como el cierre de calles, obras, accidentes de tráfico, etc. así como donde se producen los asaltos más recientes.
A pie o en vehículo, en la calle o en el interior de edificios, los cuellos de botella existen, zonas con una sola entrada y una salida, callejones, túneles y puentes, escaleras, salidas de garajes. No siempre es posible evitar estos potenciales cepos, por lo que deben crearse planes de actuación en estos puntos, así como generar la actitud de mayor alerta en dichos lugares.
Analizar y pensar, prever y planificar, actuar y reaccionar, todo se reduce a estos binomios junto a nuestra preparación mental
Manejo de crisis.
Un evento o situación violenta puede producirse en cuestión de centésimas de segundo. Por lo general la supervivencia a estos hechos depende más de una “reacción” inconsciente que de una “acción” consciente.
Y a este hecho debemos añadir algo fundamental, para reaccionar de forma eficaz necesitamos “si o si” el entrenamiento, concienciación y planificación previa .
Es obvio que evitar una situación de riesgo, si no estamos en el “ahí”, es la mejor y más deseable de las respuestas. Pero para ello necesitamos desarrollar el uso de una conciencia de situación, hay que tratar de estar pendiente del entorno y lo que están haciendo alrededor.
Uno de mis juegos favoritos para ello es ponerme en el lugar de los “malos”, sentarme o pasear recreando que pasaría en según que circunstancias. Básicamente busco ponerme en la cabeza de esos malos para posteriormente definir que hacer para prevenir y/o evitar esas situaciones que visualizo.
Bien, que quede claro que se trata de pensar como él lo haría, poniéndonos en su lugar para ver las cosas como él las vería. Parece fácil pero siempre resulta más difícil de lo que aparenta en un principio, sobre todo para aquellos acostumbrados a estar en el lado de los “buenos”, ya sea por vocación o por ideología.
Jamás hay que pensar que todo el mundo hace las cosas como nosotros o como otro cualquiera.
Cada individuo es un mundo, con sus limitaciones y habilidades, con sus costumbres y experiencias.
Una vez involucrados en una situación violenta, la habilidad de supervivencia más importante es mantener la calma, algo que es más fácil de decir que de llevar a cabo, por más crítica que sea para para la supervivencia.
Debemos pugnar por mantenernos en movimiento siempre, además de que un blanco móvil es más difícil de neutralizar, rompemos su planificación, su ciclo OODA incluso. Debemos buscar evadir, salir, escapar, sin permitirnos demora alguna.
Como ya expliqué en muchos otros textos y seminarios, movilidad no implica solo desplazamiento físico, la mente debe ser la primera en moverse, pensando todos los qué, cómo, cuándo, dónde, a dónde y por dónde.
Es obligado asumir que sin una mentalización correcta todo lo anterior es papel mojado, inútil y hasta contraproducente al ocupar nuestra mente con "cosas como ¿qué era lo que debía hacer?
Si quieren controlar su estrés simplemente piense y planifique antes de “enfrentar al elefante”, intentar improvisar técnicas y procedimientos nuevos bajo ataque solo es una llamada al desastre.
Alimentando la planificación.
Para poder analizar, con mínimas garantías de eficacia, eventuales situaciones de riesgo, debemos aplicar de forma metódica y continua el siguiente esquema.
- Amenaza.
- Forma de actuación.
- Vulnerabilidades propias,
- Riesgos.
- Planificación preventiva.
Podríamos, como con casi todo en la vida, extender este listado hasta el infinito, convirtiéndolo en algo inmanejable e inútil. La virtud está en el equilibrio, y este quinteto de trabajo puede ser la base para que cada individuo cree su propio esquema.
Amenaza.
El quién.
¿Quienes son los potenciales agresores?
Cada objetivo tiene sus propios potenciales agresores generales, así como específicos.
Igualmente cambiar de entorno social y geográfico puede convertirnos en objetivos a nuevos potenciales agresores.
Es importante la realización de investigaciones que determinen las amenazas concretas y potenciales en cualquier situación y entorno.
Forma de actuación.
El cómo.
Para trabajar este punto la mejor herramienta es el juego anteriormente comentado de ponerse en la mente del adversario.
¿Cómo ejecutaría determinada acción?
¿Qué información precisaría para ejecutar esa acción?
Buscaremos encontrar puntos débiles y vulnerabilidades propias, así como la información que fluye libremente al alcance de los potenciales agresores.
Con todo ello podremos deducir el cómo serán los ataques que debemos prevenir y evitar y si ello es factible.
Vulnerabilidades propias.
Nuestro grado de exposición.
Además de todo lo comentado en este trabajo, el hipercomunicado y enlazado mundo actual con las omnipresentes redes sociales de toda índole, debemos reconocer la cantidad astronómica de información privada accesible que puede ser usada para planificar agresiones y ataques.
Y esto sin repetir de nuevo la cuestión de lo rutinarios que podemos llegar a ser en nuestros quehaceres cotidianos.
Riesgos.
Equilibrio de análisis de riesgos debe ser nuestra máxima premisa, no todo riesgo posible es probable.
Planificar todo es casi igual de malo que no planificar, hay que preocuparse de aquellas situaciones que sea probables.
Para ello se realizará una gestión de riesgo apoyándonos en una simple fórmula:
Amenaza X Vulnerabilidad = Probabilidad.
Planificación preventiva
Con dicha fórmula, de amenaza respecto a vulnerabilidad, la probabilidad resultante debe generar una contramedida.
Contramedida debe fluir de una mente ágil y atenta, involucrada en el papel del adversario respecto a nuestras propias respuestas, para detectar y corregir defectos aplicando medidas preventivas.
La utilización adecuada de este tipo de metodología, u otras similares, no garantiza salir ilesos de todas las situaciones, ni siquiera que el día a día sea perfecto y ordenado según lo analizado y planificado.
Pero sin duda, y les ruego me corrijan si consideran que no estoy en lo cierto, ayuda a minimizar la exposición a situaciones potencialmente de riesgo.
Mientras tanto no olviden... cuídense y cuiden de los suyos.
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