Combate extremadamente cercano y precisión... ¿una locura de adiestramiento?
Por Cecilio Andrade.
"Luchar con otros cara a cara para conseguir ventajas
es lo más arduo del mundo.
La lucha cuerpo a cuerpo solo es apta
para los más aguerridos soldados”.
Sun Tzu.
Introduciéndonos en el tema.
Miles de páginas se han escrito sobre la distancia mínima desde la que partiendo con pistola enfundada, o fusil en posición de reposo/transporte, nos da cierta posibilidad de supervivencia ante una agresión con arma blanca.
Eso sí, cuestión importante, teniendo el arma, corta o larga, en condición de lista para el disparo, o lo que es lo mismo, algo tan aterrador para algunos como es llevar cartucho en recámara.
Resulta evidente y óbvio que a menor distancia resultan dramáticamente disminuidas las posibilidades de supervivencia, y si además tenemos en cuenta que los ataques se realizan a gran velocidad, aun pudiendo de disparar nada nos asegura que no vayamos a errar el tiro y, aun impactando en una zona vital, por la inercia producida en el ataque seguramente aún con ello resultaremos heridos, y muy probablemente de gravedad dados los efectos y resultados de un ataque de arma blanca.
Ya vimos en artículos precedentes el lapso mínimo en el cual un profesional armado debidamente capacitado puede hacer uso de su arma, y el tiempo en el que un hombre armado con un arma de contacto puede cruzar esa distancia, legal, práctica y estadísticamente centrada en una medida exacta, los famosos 7 metros o 21 pies anglosajones.
El tiempo es idéntico, a saber: 1,35 segundos.
21 pies fueron definidos en su momento como la distancia media en un tiroteo urbano. Pero cuidado, es la media de un total. Las estadísticas del FBI en su informe sobre delincuencia reseñan que más del 85% de los enfrentamientos ocurren a menos de 3 metros, muy por debajo de los 7 metros comúnmente considerados.
Esta estadística determinó que, en el mejor de los casos, el agredido logra disparar en el mismo momento que el criminal consigue alcanzarlo. Un empate para muchos...
Pero cuando la vida es lo que se pone en juego ¿qué diferencia existe entre empatar y perder?
La solución para muchos pasa por mantener una distancia superior a 7 metros. Como base de trabajo no está mal, mantener la distancia es una táctica reconocida y eficaz.
Pero, el eterno y maldito “pero”, esto no siempre funciona ni es factible o lógico, ya que es difícil de aplicar en el día a día y en situaciones de riesgo desconocido.
¿Puede alguien hablarnos desde 7 metros?
Lo más común es encontrarnos muy cerca de la amenaza potencial.
Combate muy… muy cercano.
Si el 85% de los ataques ocurren por debajo de los tres metros, es más que probable que si toda la habilidad que uno posee se reduce a simplemente desenfundar y disparar, el adversario le alcanzará antes de que la pistola salga de su funda.
Como ya vimos en el otros artículos debemos aumentar los tiempos de reacción del adversario, cambiando su percepción cuando el ataque comienza. En pocas palabras, si nos movemos sobrevivimos.
El movimiento, sobre todo la combinación de lateral y oblicuo, aumenta tanto las posibilidades de evadir como de iniciar el propio ataque.
Y además, en distancias tan reducidas, algo muy importante a considerar es que debemos disponer de la capacidad de combate mano a mano, llegando incluso a renunciar al disparo.
El cuerpo a cuerpo en movimiento requiere contacto, bloquear, redirigir y/o golpear. Incluso realizando todas esas acciones es posible materializar el disparo desde una posición de retención. Aunque, ya sea mano a mano o una combinación de mano arma, lo realmente viable, y necesario, es lograr la integración eficaz de todo ello.
Cuando la distancia aumenta más allá de la longitud del brazo, hasta los 5 metros, la necesidad de tocar al adversario se reduce, pero debe mantenerse como una opción posible, además de contemplar seguir moviéndonos lateralmente.
Incluso en los 7 metros “reglamentarios” hay que moverse, ya sea atacando la amenaza, desplazándose o buscando una mejor posición.
Muy raramente será conveniente estar quieto esperando el contacto.
Todo lo anterior expone lo que se constituyen como factores decisivos, no solo importa de tener un arma y munición adecuadas, sino además contar con un entrenamiento y capacitación adecuada.
Adecuación que raramente tienen la gran mayoría de profesionales armados.
Con lo ya escrito es fácil deducir que el factor extracción, siendo tan importante, debe realizarse con la técnica adecuada, ya que la acción de fuego, casi siempre, se realizará a una mano y, muy importante a considerar, en una posición lejos de la posibilidad de usar las miras, ni siquiera podremos ver nuestra propia arma en el reducido campo visual resultante.
Por todo ello es aconsejable portar el arma en condición uno, es decir, permitiendo su rápido acceso y extracción y, al mismo tiempo, la posibilidad de disparo inmediato.
En este tipo de acciones, por lo fulminante de su desarrollo, obviamente resultará imposible montar el arma en pleno ataque, y si a ello le unimos la posible obligación de tener que portarla de forma oculta, podemos deducir fácilmente la importancia de portar el arma en condición uno, o lo que es lo mismo, con el “terrible”, para algunos al menos, "cartucho en recámara".
Una vez leido el párrafo anterior, bajemos al mundo real.
Pregúntense primero ...
¿Estoy capacitado para portar el arma en condición uno?
¿Mis habilidades, capacidades, conocimientos y autoconfianza me permite trabajar con cartucho en recámara?
Si detectan en el fondo de su mente una mínima e infinitesimal duda la respuesta es simple, NO, no pueden portarla en esa condición de forma normal y cotidiana.
¿Condición uno? ¿Cartucho en recámara?
El tema por excelencia que ha generado y seguramente generará las mayores controversias en nuestro ámbito profesional.
El tiro defensivo, reactivo o instintivo, llámenle como gusten, se ha empleado desde la invención de las armas de fuego.
Con los trabajos de los coroneles Fairbain en el Ejército británico y Rex Applegate en el Ejército norteamericano, esta practica de porte adquiere carácter científico. Las técnicas Fairbain-Applegate subrayan como esencial la importancia de portar cartucho en recámara.
Posteriormente ese sistema es adaptado por el ejército hebreo y conocido como sistema de tiro israelí con alguna pequeñas variaciones, entre otras como la de no portar cartucho en recamara, algo que enfatiza especialmente.
Evidentemente se realizó esta adaptación puntual para dar una seguridad añadida en la manipulación de las armas, algo a tener en cuenta en la instrucción de tropas con nula o escasa experiencia y que se necesita instruir en el menor tiempo posible.
Piensen en los miles de reclutas voluntarios de cien países que en un recién nacido estado de Israel, estamos hablando en 1948, que era necesario entrenar para defender un país atacado por cada cm de sus fronteras.
Con armas de mil orígenes distintos, la mayoría no compartía un idioma común, con experiencia en armas nula o como mínimo dispar, lineas de tiro de 40 o 60 tiradores.
¿Imaginan el estado de los pocos instructores posibles?
En esa situación disponer que las armas no estén alimentadas hace más fácil, y seguro, impartir instrucción de tiro de arma corta. Arma que en la mayoría de los casos para los que se entrenó en 1948 era un arma secundaria y/o defensiva.
Lo más aconsejable, siempre y cuando se posea la instrucción, preparación, adiestramiento y seguridad acorde para ello, es portar las armas de servicio en condición uno.
Si el arma es de simple acción, improbable pero no imposible en Europa, la forma recomendable es cartucho en recamara, martillo montado o armado y seguro activado, sistema denominado Cocked and Locked, C&L, en Estados Unidos.
Con doble acción se porta con de forma segura con cartucho en recámara pero, lógicamente, el martillo estará en posición abatida y el seguro desactivado.
Son las mejores opciones para enfrentar un ataque a las distancias comprendidas dentro del rango de los 7 metros, pero solo, e insisto a riesgo de ser pesado, cuando se posea la instrucción, preparación, adiestramiento y seguridad acorde para ello.
Respondiendo al ataque, sola y únicamente respondiendo.
Resulta incuestionable que cuando se sufre un ataque dentro de las distancias comentadas, y según el ángulo en el que se desarrolle, dentro de los 360º, lo más factible es que no solo no dispongamos de tiempo de apuntar, si no ya de empuñar a dos manos.
Esto es así por dos razones:
- Si perdemos demasiado tiempo buscando las miras del arma, podemos perder de vista al agresor, y esas mismas miras quizás sean lo último que veamos en vida.
- El poder tomar la línea de miras implicaría quedar dentro del área de posible bloqueo del arma por parte del agresor.
Es por ello por lo que tiro reactivo, defensivo o instintivo, llamémoslo “X” a gusto del consumidor, no apuntado sino dirigido, a una mano, se demuestra en muchos casos como el más conveniente.
Ya hemos visto el sistema Fairbain-Applegate, y su variación israelí, donde se dispara con el codo flexionado, casi tocando la cadera, a veces replegando el brazo y, si es necesario, retrocediendo o tomando una posición alternativa de combate para eludir el ataque directo.
Otra escuela, la de Usher, pondera desenfundar el arma realizando un movimiento hacia delante, como si fuera a golpear con el cañón del arma al agresor. Permiendo que cuando el brazo está totalmente extendido se produzca el disparo.
Tanto un sistema como otro tienen detractores y defensores, pros y contras.
Nada nuevo.
Respecto al sistema Fairbain-Applegate, puede decirse que es más difícil desenfundar retrocediendo, pero que esto mismo entorpece la capacidad de bloqueo del ataque ralentizando el movimiento de evasión.
Por otra parte es más instintivo y natural.
Del sistema Usher podemos decir que en un ataque con arma blanca quedaría expuesto a una probable retención del arma por parte del atacante.
Es más agresivo y por ello normalmente más resolutivo.
Personalmente no me decanto por ningún método puro, aconsejo el paso adelante para frenar y bloquear el ataque del agresor, y si debo desenfundar hacerlo desde una posición recogida con el arma pegada al costado, pudiendo buscar el golpear con esa misma arma, para terminar desplazándome y empuñando con ambas manos.
Para los que gustan de buscar nombres podríamos bautizar este sistema como Usher-Fairbain-Applegate-Cirillo, de tal forma que nadie se diera por obviado.
Por cierto en el sistema Cirillo se da gran importancia al empuñamiento a dos manos con una combinación variable de ambos estilos comentados.
¿Cómo entremos esta locura?
Un compañero, un par de armas de air-soft, con su correspondiente máscara de protección, y un cuchillo o bastón simulado nos facilitarán la entrada en materia.
Podríamos utilizar municiones de pintura de entrenamiento, pero el precio y disponibilidad dificultarían su empleo. Un buen arma de air-soft cumple sobradamente con las necesidades requeridas.
Dibujemos una gran “X” en el suelo, de aproximadamente 3.5 metros cada brazo. Comenzemos desenfundando y disparando a la vez que nos movemos por cada uno de esos brazos.
Busquemos la naturalidad en el movimiento, la rapidez vendrá por si sola.
En esta fase cobran importancia dos dichos con los que aburro a mis alumnos en todos los cursos y conferencias...
La rapidez es una virtud que puede degenerar en un vicio, la prisa.
Lo lento es suave, lo suave es rápido.
El siguiente paso es situar a nuestro compañero como agresor, en el extremo de uno de los brazos de la “X”, empezando por pistola contra pistola, para acabar pistola contra cuchillo.
El compañero agresor siempre es el que iniciará la acción, respondiendo nosotros.
¿Cómo la vida misma?
Nuestra tarea consiste en reaccionar, movernos y evadir, bloqueando la reorientación de su ataque.
Tras cada agresión debemos detenernos y evaluar.
- ¿Me atacó?
- ¿Cómo realizó el ataque?
- ¿Me moví a tiempo?
- ¿Logré eludir su ataque?
- ¿Cómo realicé mis técnicas?
- ¿Lo neutralice eficazmente?
Estas podrían ser solo algunas de las cuestiones a estudiar y analizar.
Es un sencillo y eficaz método de comprender intervalos y tiempos de reacción, así como de la eficacia de según qué acciones y reacciones.
Pero esto es sólo un comienzo, y la demostración de un concepto.
Corresponde a cada uno ponerse a prueba a sí mismo en las situaciones más probables dentro del intervalo estudiado en este trabajo. Debemos pensar siempre en movernos, e integrar todas nuestras capacidades en ese movimiento.
Ocupa mucho tiempo, es cierto, pero si tienen la desgracia de ser uno de los implicados en la violencia de estos tiempos, se darán cuenta de que fue decisivamente tiempo bien empleado e invertido.
Después de todo, y definitivamente, el movimiento implica viva y es por ello que siempre aconsejo lo mismo en todas mis clases y seminarios...
Quien se mueve, vive.
Por cierto, un gran parecido con lo comentado para los entrenamientos de Force on Force.
Curioso.
La importancia de la precisión.
En un combate real esta cuestión, entre otras muchas que he ido sacando en mis escritos, se reducen a una sola...
¿Qué es lo que Ud. cree?
A ello se reduce todo, lo que Ud. crea es lo que Ud. sentirá, y en definitiva será lo que Ud. hará, o mejor dicho, será como Ud. reaccionará e intentará realizar.
Mi experiencia me muestra que en un enfrentamiento armado siendo la precisión muy deseable, en la mayor parte de las ocasiones, por la situación en sí de sorpresa, reacción, premura de tiempo, buscar precisión no solo será imposible, sino que además puede resultar contraproducente.
Piensen tan solo en una cosa, cualquier impacto en el adversario es bueno para Ud. y malo para él o ellos.
Así mismo, la reacción, los movimientos, la capacidad de impactar, aun sin ser precisos ni agrupados, le ampliara sus posibilidades de supervivencia y retardará el ciclo OODA del adversario. Recuerden que hablo del ciclo Observar-Organizar-Decidir-Actuar del Coronel John Boyd.
En muchos de mis artículos anteriores he disertado sobre que en las prácticas debemos exigirnos un porcentaje lo más cercano posible al 100%, y nunca por debajo del 65% en nuestra eficacia con las armas.
Ahora bien, en otros artículos, y en base a datos estadísticos contrastados, explico que en los enfrentamientos reales raro es un nivel de eficacia superior al 20%, quedando el promedio entre 15% y el 25%, en el mejor de los casos.
¿Dónde creen Uds. que estaría ese promedio real si no se exigiera ese mínimo del 65% en los adiestramientos?
En mi opinión muy por debajo del 10%, dentro de unos parámetros de supervivencia imposibles.
Un enfrentamiento armado se reduce a una cosa...“no ser alcanzado para alcanzar”.
Algo tan sencillo de comprender y tan complicado de llevar a la práctica.
Este sencillo punto, en la mayoría de los casos, es el que también nos da la explicación de la baja tasa de aciertos en enfrentamientos reales respecto a las prácticas de tiro, por muy estresantes que creamos realizarlas.
No queremos ser alcanzados, es evidente, es natural y es instintivo, ello hace que nuestra capacidad de respuesta eficaz baje a escalones tan bajos.
Es la situación la que dicta la acción, no la técnica, por más que muchos insistan en lo contrario, incluso yo mismo en algunas de mis clases y entrenamientos.
Después de todo una clase, por muy … ¿enérgico? … que sea el instructor, jamás tendrá el factor fisiológico y psíquico de ...“no quiero que me den, si lo hacen moriré”.
En el campo de tiro si se reacciona mal todo queda en unas palabras o unas cervezas a posteriori. En la realidad todos sabemos dónde queda el que se equivoque más.
Es muy importante la puntería, la eficacia de nuestros disparos, pero ¿debemos prestarle toda nuestra atención?
Atención que en esos contextos está extremada y angustiosamente mermada, no lo olviden.
Un polémico artículo vs entrenamiento.
En un artículo polémico que publique hace ya algún tiempo, titulado “¿Dónde disparar?”, comenté lo que suele ocurrir con impactos en según qué zonas y puntos concretos de un blanco humano. Fue un artículo polémico pues muchos pensaban que yo enseñaba donde disparar para matar.
Quien siga la línea argumental de mis escritos y seminarios sabrá que en un enfrentamiento armado en el que la vida de uno mismo está en juego no existe el concepto de “disparar a matar”, solo el de “disparar para sobrevivir”, ya que nuestro cerebro no puede hacer otra cosa mas que poner el piloto automático del instinto inconsciente de supervivencia.
Inconsciente y por tanto no controlable, al menos como para pensar en milésimas de segundo... “voy a poner un impacto aquí, otro allí…”
¿Ud´s pueden?
Enhorabuena... aunque no les creo en realidad.
Dispararán donde, como y cuando puedan, además de cuando la situación se lo permita, con lo que con suerte, podrá contarlo más o menos intacto.
En ese polémico artículo antes citado, diserté sobre los impactos en el corazón, “el centro del centro de masas”, hoy añadiré que ese blanco amén de reducido en tamaño, está muy alto para muchas de las situaciones en distancias cortas o muy cortas.
A cinco o seis metros es fácil, relativamente al menos, con entrenamiento poner nuestros disparos en un blanco del tamaño de una mano pequeña. Pero si esa distancia se reduce a menos de dos metros, la premura de tiempo, el poco margen de reacción, el menor espacio de trabajo, etc., dificultan enormemente alinear el arma con “ese” blanco específico.
La mayoría los disparos irán a lo que se denomina “centro de masas general”, el tórax en el caso de ataque frontal.
Es cierto que expliqué que tanto los pulmones, como las arterias, como el corazón mismo, son blancos muy rentables. Así como lentos en producir la incapacitación. Pero ello no significa que no afecten a la eficacia del adversario, incluso si sobrevive, para poder dañarnos.
También comenté sobre los impactos en el cráneo y el Sistema Nervioso Central, pero a este blanco se deben aplicar ahora las mismas explicaciones que para el corazón, con el añadido de estar más arriba, moverse más y normalmente estar más a cubierto con los hombros, brazos y la misma arma adversaria.
Esas tres zonas son las habituales en toda instrucción, las buscadas, las entrenadas, y, curiosamente, en la mayor parte de los enfrentamientos, las menos alcanzadas.
Son las zonas que se suelen aplicar en los “concursos” de tiro, un impacto vale más según la zona.
Pero piensen en una cosa, un disparo en la zona del cuello, en un concurso, nos dará menos puntos.
¿Y en la realidad?
¿Qué creen Uds.?
Si no me creen a mi en esto hagan dos cosas.
Primero busquen todos los datos que puedan reunir sobre enfrentamientos armados y analícenlos; los trabajos de Ernesto Pérez Vera, David Grossman o Charles Remsberg, entre otros, les ayudarán mucho en ello.
Segundo, prueben con municiones de entrenamiento o armas de airsoft, sobre todo con las protecciones justas y limitadas hasta el punto que les permitan disfrutar de la lección de que les “duelan” los fallos.
Créanme, muchos profesionales han cambiado de punto de vista gracias a este último detalle.
Debemos alcanzar al adversario donde nos sea posible, el codo, el pie, el hombro, el pecho, el abdomen, donde sea posible alcanzarlo. Ello mermará su eficacia indudablemente, y nos acercará a, por un lado, provocar su rendición o, si ello no es así, a facilitar su neutralización.
Moviéndonos nosotros, y muy probablemente el adversario también, añadiendo posiblemente una iluminación pobre, la mejor técnica es buscar el centro de masas del cuerpo completo, o como decían los viejos pistoleros, en la hebilla del cinturón como se llevaba en aquellos tiempos, en el centro del abdomen.
Fairbairn y Sykes ya lo expusieron así en su documentado, más de 600 enfrentamientos reales, y magnífico libro "Shooting to Live".
Con un buen programa de entrenamiento podremos con el tiempo, reaccionar, movernos y disparar eficazmente, alcanzando con la mayor precisión el tórax. Pero, se necesita un adiestramiento real y eficaz, y tiempo, mucho tiempo.
Mientras, debemos sentirnos justamente satisfechos alcanzando con todos nuestros disparos, o la mayoría al menos, dentro de la silueta humana.
Si nuestros disparos fuesen principalmente al abdomen inferior y cuádriceps recuerden una cosa, el hombre suele tener una reacción más psicológica que real ante los impactos cerca de sus “joyas de la familia”, e instintivamente se reacciona de forma muy exagerada ante cualquier impacto y riesgo de pérdida.
A nivel fisiológico, les remito al artículo que ya comenté.
Por otra parte, en distancias extremadamente cortas y/o de contacto, el alcanzar esa “zona” es lo más fácil y común. Si a ello añadimos que no será “un” impacto, si no varios, el efecto traumático y físico no necesita mayor explicación.
Resumiendo, mientras Ud´s. logren alcanzar a su adversario, eso es bueno para Ud´s. y los suyos, y malo para el adversario.
Puede que su agrupación no sea de libro, pero mientras se mantengan enfocados, en movimiento y luchando Ud´s. ganan.
La supervivencia, o mejor dicho, la lucha por sobrevivir, no es una tarea agradable, al contrario, implica miles de factores y detalles, aparentemente nimios, que pueden dar al traste con la más cara instrucción o, favorecer al profesional armado más atento, enérgico y decidido.
Esta lucha tampoco es algo nuevo, no existe diferencia alguna entre sobrevivir al combate hoy o hace 3000, o 12000, o 50000 años.
La concienciación, el enfoque realista en todos sus parámetros, el trabajo, el estudio y sobre todo, su deseo de poder seguir cuidando de los suyos, siguen siendo los únicos puntos a considerar como profesional armado.
Jamás lo olviden.
Una corta conclusión filosófica.
Vivimos en el mundo de la precisión a ultranza, al escribirlo he pensado que quizás debería haber empleado la palabra sociedad, o cultura, o civilización, en todo caso seguro que me comprenden.
Todo es o debe ser de precisión, ya sea un reloj, una herramienta, un teléfono, un programa informático, una frenada de ese deportivo que tanto nos “alucina”.
Deseamos precisión en la vida para al final para perder el rumbo y el enfoque con la más mínima estupidez y la excusa más peregrina.
“Se confunde a veces precisión y sopor.”
Escribió mi compatriota y filósofo el recientemente fallecido Eugenio Trías.
Otro filósofo, anglosajón del otro lado del Atlántico en este caso, Charles Sanders Peirce, dijo...
“Hay tres cosas que nunca podemos aspirar a lograr con el razonamiento:
la certeza absoluta, la precisión absoluta, la universalidad absoluta.”
Para lograrla, la precisión, debemos experimentar y actuar, pero aun con todo eso Max Planck nos pone límites...
“Nunca se puede predecir un acontecimiento físico con una precisión absoluta.”
Don Carlos Ruiz Zafón no pensaba en los profesionales armados cuando escribió,
“La inteligencia con la que naces es simplemente munición.
Para llegar a hacer algo con ella es necesario que transformes tu mente en una arma de precisión.”
O quizá si lo hizo, aunque solo fuera sumándolos a todas las comunidades del saber humano.
De cualquier forma el analizar y pensar es cada vez un privilegio de menos. Algo que ya viene de antiguo si hacemos caso a Oscar Wilde...
“Descubrir con precisión lo que no ha sucedido y va a suceder es el privilegio inapreciable de todo hombre culto y de talento.”
Hace poco leyendo una biografía sobre Bobby Fisher subrayé un párrafo muy en línea con el trabajo de hoy, y que ciertamente yo la aplico para profesionales armados,
“El ajedrez es ciertamente un arte, pero yo no pensaba en ello.
Sólo el juego preciso y fuerte puede ser bonito...
La precisión, en primer lugar.
En última instancia, todo se decide por la clase.
Luego podemos aspirar a una partida preciosa.
Pero para jugar con elegancia y precisión hay que saber mucho y ser capaz de utilizarlo.”
¿Qué les parece?
Cambien ajedrez con cualquier epíteto referente a enfrentamiento, combate, acción, etc.
Hoy el epílogo no se me ha alargado ni ido de las manos en pedantería, o eso creo al menos, pero no puedo terminar sin compartir unas palabras de mi autor y filósofo por excelencia...
“La ciencia es simplemente sentido común en su máxima expresión,
es decir, estricta precisión en la observación,
y guerra sin cuartel contra las falacias lógicas.”
Thomas Henry Huxley no pensaba en profesionales armados cuando la escribió, pero yo sí cuando la leí
Cuídense y cuiden de los suyos.
Original en Centroamérica, Abril 2017.
Reestructurado en Túnez, Octubre 2025.
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