Anatomía de la “posición de tiro” I. Creando la base.
Por Cecilio Andrade.
“La verdadera ciencia de las Artes Marciales significa practicarlas de tal forma que sean útiles en cualquier ocasión,
y enseñarlas de tal forma que sean útiles en todos los caminos”.
- ¿Artes Marciales? ¿Qué Artes Marciales? Cecilio debe hablar de pistolas, fusiles, tácticas, procedimientos, etc. ¿A que viene eso de “Artes Marciales”? Eso son “otras” cosas.
Pues no, no son “otras” cosas, son lo mismo, lo que hoy llamamos Artes Marciales, tradicionales o modernas, era simple y llanamente lo que hace más o menos siglos cualquier guerrero estaba obligado a aprender y dominar. Aquellas armas quedaron obsoletas a favor de armas más modernas, cierto, pero sus procedimientos, y las razones de los mismos, no quedaron ni de lejos obsoletos.
Dentro de uno o dos siglos estoy seguro que habrá clubs deportivos de Artes Marciales Tradicionales donde enseñen las “Ancestrales “ técnicas de combate con armas de “propulsión química”.
¿Se rien?
Bueno, veamos hoy un poco de anatomía respecto a las posiciones de combate, quizás descubramos que no estamos tan lejos de nuestros ancestros Cro-Magnon o Neanderthal a la hora de usar dos pies, dos brazos, un corazón y un cerebro.
Solo les pediré una cosa, nada nuevo si me siguen con asiduidad, recuerden las siguientes palabras del mismo autor que las primeras:
“No leas por leer, ni imites,
sino que debes tener interés por descubrir tú mismo estas cosas,
se debe reflexionar”.
¿Conocen al autor de los dos párrafos extractados?
¿No? Lástima...
Sigan leyendo.
Darwin, anatomía y biomecánica...
Repitiéndome un poco, lo cierto es que con los mismos dos brazos, dos piernas, un corazón y un cerebro, que nuestros ancestros más o menos homínidos, pocas variaciones podemos generar si hablamos de posiciones de combate.
Lo siento por muchos “descubridores” pero las matemáticas son claras, todo lo que hoy consideramos innovador y transformador, en este campo puntual del combate, no son más que adaptaciones anatómicas puntuales a las “herramientas” y circunstancias de cada época.
El cuerpo humano tiene un orden de condiciones comunes a todos los hominidos del milenio que se considere, deténganse unos instantes a pensarlo, seguramente lo ven muy evidente.
¿Qué marca la diferencia a lo largo de los milenios?
Obviamente es el factor control, a saber, el cerebro y como lo alimentemos.
Hay ya miles de escritos, más o menos sesudos y correctos, sobre ese elemento y todos los factores que lo nutren y mantienen, unos pocos de los cuales son fruto de mi teclado y mi ego para transmitir lo que considero correcto e importante, discúlpenme.
No quiero retornar hoy a esa parte, bastantes expertos de todo pelaje lo hacen ya, quisiera comenzar una pequeña serie de artículos sobre la posición corporal del humano en combate.
¿Les parece correcto?
Pues a ello.
Estructura física, un cuerpo.
La base física sobre la que trabajamos es bien conocida y no quiero ser recurrente, tan solo generar una pequeña lista sobre la que basar la estructura del presente trabajo. Mi forma de análisis se basa en lo siguiente, nada novedoso como podrán comprobar:
- Extremidades inferiores.
- Pies.
- Rodillas.
- Caderas.
- Tronco.
- Abdomen.
- Tórax.
- Hombros.
- Extremidades superiores.
- Brazos.
- Codos.
- Antebrazos.
- Muñecas.
- Manos.
- Cabeza.
- Cuello.
- Cráneo.
Pasemos al análisis anatómico.
Extremidades inferiores.
Lo que de forma más coloquial definimos como piernas, ¿cuántas formas o estilos de colocarlas tenemos cuando hablamos de combate con o sin armas? ¿Son tantas como creen?
Vayamos por partes.
¿Qué servicios nos dan las piernas?
Los imagino sonriendo por mi estúpida pregunta.
¿A que sí?
Las piernas sirven para sostenernos y desplazarnos, obvio e irrebatible. Y estoy de acuerdo, son para eso. Ahora bien ¿las utilizamos correctamente para esos dos puntos cuando estamos trabados en un combate, con o sin armas? Salvo que hayamos caido al suelo es obvio que el primer punto está confirmado. Respecto al segundo, desplazarnos, no es tan tangible les gustaría pensar a muchos.
En la mayoría de las técnicas de combate sin armas, con armas filo-punzantes o de impacto, se hace énfasis en moverse y esquivar, eludir buscando evitar la línea de ataque del agresor o agresores. Se buscan posiciones que permitan cambiar de lugar de forma instantánea, poder defender y atacar sin más transición que un cambio de ángulo. Y ahí entra mi pregunta (con trampa), si nadie pelea en un cuerpo a cuerpo desde posiciones incrustadas y ancladas al suelo, inmóviles, ¿por qué hacerlo así con armas de fuego?
Mi filosofía de trabajo, seguro que la mayoría ya lo saben, se basa en la movilidad ante todo, movilidad mental, física, táctica, operativa y/o técnica. Mis experiencias profesionales y personales me han demostrado que la inmovilidad en uno cualquiera de esos puntos es la causa de la mayor parte de los desastres y derrotas, y ya no hablemos si son varios en los que fallamos, o en todos. Los puntos o conceptos de la importancia de la movilidad deben ser... "inamovibles".
No me crean a mí sin más, lean, contrasten con Sun Tzu, Sun Bin, Musashi, Rommel, Guderian, Clausewitz, Maquiavelo, Napoleón, César, Alejandro, Guillermo, Grant, Lee, Moltke, Escipión, Saladino, El Gran Capitán, Aníbal, Epaminondas, Patton y tantos otros. Pero sobre todo recuerden, cuando los lean, que en el combate no importa el tamaño de la batalla, si no como combatir cada batalla, ya sea de uno o de miles.
Las posiciones inmóviles, sólidas, robustas y estables de un tirador moderno son comparables a las viejas fortificaciones medievales frente a la aparición de la pólvora negra, se convirtieron en inamovibles objetivos a batir, y así cayó la “inexpugnable” Constantinopla.
El combate individual, el de hoy como el de hace 5000 años, requiere movilidad en todos o la mayoría de los puntos y conceptos antes reseñados, y para ello debemos partir desde posiciones que, aun siendo inmóviles en un momento dado, nos permitan desplazarnos sin restricciones ni limitaciones de tipo alguno. Cambios de velocidad, ritmo, sentido, orientación, altura, agresividad o calma deben estar dentro de nuestra arena particular.
Para ello debemos partir de la base, y esa base inicia cuando colocamos el apoyo de nuestro cuerpo, de nuestras piernas, desde los pies.
Posición de los pies.
Nadie camina por la calle cruzando las piernas como un ninja de película de serie B, ni como si llevara un invisible caballo entre las piernas, al menos nadie que no desee acabar en un hospital psiquiátrico.
Incluso cuando conversamos de forma relajada no es habitual presentar nuestro cuerpo de forma totalmente frontal a nuestros oyentes. El ser humano tiende de forma natural a posicionar un pie más atrasado que el oro, adoptando disposiciones de observación y escucha ligeramente oblicuas a nuestro objeto de atención.
Piensen algo, las personas que adoptan posiciones 100% frontales tendemos a catalogarlas como chulescas, ¿me equivoco?
En combate presentar el frontal completo implica no solo ofrecer un objetivo mucho mayor si no que ademas limita nuestra capacidad de movimiento. Y esto es así porque la colocación de los pies paralelos, y transversales a la línea del torso, implica que para poder movernos con la fluidez y velocidad necesarias debamos primero elevar el centro de gravedad, liberar peso de una pierna pivotando la cadera y, finalmente, mover esa pierna liberada de carga.
Disponiendo un pie ligeramente atrasado tenemos una serie de ventajas:
- El objetivo frontal se reduce.
- La estabilidad corporal es mayor en cualquier dirección.
- Situando el centro de gravedad centrado moverse es tan simple como caminar, algo que aprendimes a los pocos meses de nacer.
- Esa misma facilidad anterior permite cambios de dirección y sentido sin desestabilizarnos, lo cual favorece el empleo de armas en general y de fuego en particular.
- Facilita igualmente el cambio de dirección de las manos que empuñan al no tener una oposición exagerada ni de los hombros ni de la cadera.
En definitiva, adoptando una posicion natural para nuestros pies, uno atrasado respecto al otro, algo que aprendimos ha realizar correctamente con pocos meses de edad, (re)descubrimos que nos facilita disparar, pelear y movernos, casi de forma idéntica sea cual sea el arma a emplear, desde la mano desnuda, un cuchillo, un palo, una espada, una lanza, una pistola o un fusil.
Curioso ¿no creen?
Posición de las rodillas.
La flexibilidad o rigidez de las rodillas implican igualmente una mayor o menor desenvoltura para movernos con fluidez y limpieza, en esto no hay discrepancias dignas de mención. En lo que si hay discrepancias es en el grado de flexión de esas rodillas.
Unas rodillas excesivamente flexionadas nos agotan las piernas con mayor rapidez, y mucho más si portamos equipación táctica pesada (o una antigua armadura). Por otro lado para poder desplazarnos se requiere primero extirar, aunque sea ligeramente, las rodillas elevando el centro de gravedad; con ello liberamos peso de esa rodilla y pierna para poder moverla.
Todo ello requiere tiempo, implica desequilibrio en la base de las armas que empuñamos, y si los pies además están en paralelo se amplifican y magnifican ambos efectos negativos.
¿Cuánto flexionamos las rodillas?
Mi respuesta es sencilla, flexionemos en la misma proporción que empleamos para caminar de forma normal a un ritmo medio.
Otro detalle de las rodillas correctamente utilizadas es que nos permiten reducir de forma muy significativa las vibraciones que transmitimos a las armas que portemos en movimiento.
Las rodillas son el punto de pivote de todos nuestros movimientos corporales, al igual que la cadera, como veremos en el siguiente apartado, es el punto de focalización y enfoque de nuestra energía. Si las rodillas no están en el ángulo, posición y situación adecuada jamás podremos tener los movimientos fluidos, potentes y precisos que necesitamos para ampliar nuestras posibilidades de supervivencia.
Parafraseando a mi profesora de baile, en las rodillas está el equilibrio del ritmo que la cadera ampliará.
Vamos a por esas caderas.
Las caderas.
Al ser el punto de anclaje del sistema “locomotor” con el “chasis” de nuestro cuerpo las funciones de las caderas son primordiales para cualquier técnica de combate mínimamente eficaz.
Esto que acabo de comentar, “función fundamental de las caderas”, es algo que cualquier maestro mínimamente serio, de cualquier Arte Marcial Tradicional y/o Moderno, repetirá hasta aburrir a sus alumnos. “¡Coloca tu cadera!”, “”¡Mueve la cadera!”, “¡Esa cadera!”, “¡Sin la cadera nunca tendrás potencia ni precisión!” etc. Es algo que hemos escuchado miles de veces en cualquier dojo.
Y las Artes Marciales de las armas de “propulsión química” no están exentas de esa regla básica, sin un uso apropiado de la cadera la efectividad de cualquier técnica de combate móvil (y también estática) se ve seriamente reducida, cuando no anulada.
La colocación de los pies primero, y las rodillas a continuación, forman los dos primeros eslabones de una cadena donde las caderas forman el núcleo principal. Esos dos primeros eslabones marcan que la cadera quedará, normalmente ligeramente en un ángulo oblicuo con nuestra línea de ataque. Ese ángulo diagonal puede convertirse en transversal o en paralelo por milésias de segundo cuando estemos caminando, en el sentido que sea; lo cual no invalida que la posición base de las caderas es ese ángulo oblicuo citado.
Gracias a estos tres eslabones primarios, podremos disparar en una dirección mientras nuestras piernas se desplazan en otra distinta, y a la vez mantener nuestras armas estabilizadas y dirigidas con precisión al objetivo.
Si lo piensan un momento, buscando una comparación bélica actual, actuaremos como un carro de combate moderno, las orugas se mueven en una dirección, el cañón apunta con precisión hacia otra, manteniéndose apuntando con absoluta precisión a su objetivo aunque el carro modifique su velocidad y dirección, o incluso sufra los baches del suelo.
Al carro de combate la precisión en movimiento se lo da un sofisticado sistema de giroestabilización; en el caso del luchador humano lo hace un no menos sofisticado sistema giroestabilizador biológico, con apoyo mecánico en las caderas. El uso eficaz de ese apoyo en las caderas son lo que nos dará la efectividad y precisión requerida.
Pero para ello es obvio que debemos saber entrenar a, y con, nuestras caderas.
Comentarios de esta primera parte.
Una cadena es tán sólida como cada uno de sus eslabones, aunque alguno dirá que hay eslabones más importantes que otros, línea argumental con la que no estoy de acuerdo ya que cada eslabón tiene su importancia específica pero siempre dentro de una única cadena.
Hemos visto tres eslabones de esa cadena, pies, rodillas y caderas; observamos que la posición correcta de cada uno de los elementos aislados señalarán la posición correcta de los otros dos. Y estos tres, a su vez, el de los siguientes que veremos en próximos trabajos. Todo está unido de forma que si fallamos en un solo punto el conjunto se resiente, hasta el punto extremo de impedirnos cualquier posibilidad de supervivencia en combate.
La importancia del uso correcto de las piernas y caderas influye en todos y cada uno de los movimientos con armas, y en todas y cada una de sus posiciones.
Cualquier guerrero de la antigüedad les diría lo mismo.
Un último detalle importante que seguro muchos lectores habrán pensado, lo reseñado en las casi 2500 palabras del presente texto se aplica no solo a la posición en bipedestación, coloquialmente “de pie”, se aplica tanto a las posiciones más aparentemente estáticas de rodilla en tierra, sentado o tendido, en todas sus formas. Y esto es tanto en las posiciones en si, como en las transiciones hacia y desde estas distintas posiciones.
Recuerden que sin unos cimientos sólidos ningún edificio se sostiene, independientemente de su altura, y el texto de hoy pretende no solo definir la base de esos cimientos, sino los pilares sobre los que construir el resto del edificio.
Luchar por la vida, propia o de terceros, nunca ha sido, es, ni será fácil, pero si tiene una pautas mentales, fisiológicas, físicas, emocionales, e incluso espirituales, si me permiten el atrevimiento, idénticas a la de nuestros ancestros homínidos más antiguos luchando con un palo endurecido al fuego frente a un tigre dientes de sable.
Si prefieren buscar una analogía histórica más cercana, piensen en un Caballero Cruzado, un Samurai, un Legionario romano o un Hoplita de Alejandro Magno, ¿creen que les sonaría estraño lo que les acabo de reseñar sobre la forma de colocación de las “extremidades inferiores”?
Analícenlo con calma.
Por cierto, los dos párrafos que dan entrada al presente texto pertenecen a Miyamoto Musashi, seguro que podrán encontrar mucho de interés práctico en sus obras. Se las recomiendo.
Cuidense y cuiden de los suyos.
Kisumu, Septiembre 2024.
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